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De Múnich a Moscú

PRINCETON – La justificación del presidente ruso Vladímir Putin para invadir Ucrania no fue muy original. Como otros han observado, su afirmación de que era necesaria por el genocidio llevado a cabo contra la etnia rusa en la región de Dombás nos recuerda la estrategia de Hitler para destruir a la Checoslovaquia democrática en el período previo a la Segunda Guerra Mundial.

Hitler amenazó con invadir Checoslovaquia para incluir distritos con población de habla alemana dentro de las fronteras del Reich. No tuvo que hacerlo, porque los líderes del Reino Unido, Francia e Italia, con la carnicería de la Gran Guerra aún fresca en la memoria, accedieron a sus demandas en la conferencia de Múnich de 1938. Seis meses más tarde, sin embargo, los nazis violaron el acuerdo de Múnich, establecieron el Protectorado de Bohemia y Moravia en territorio checo, y crearon un estado títere eslovaco, nominalmente independiente. Hitler luego comenzó a exigir una parte de Polonia.

El ataque de Putin a Ucrania comenzó de manera similar, con la toma de Crimea y el establecimiento de dos pequeños estados respaldados por el Kremlin en la región oriental de Dombás, de habla rusa, en 2014. Esto constituyó una flagrante violación del Memorando de Budapest sobre Garantías de Seguridad, por el que Ucrania, junto con Bielorrusia y Kazajistán, renunciaron a los arsenales nucleares que habían heredado de la Unión Soviética. A cambio, Rusia, el Reino Unido y Estados Unidos se comprometieron a respetar la soberanía e independencia de esos tres países dentro de las fronteras existentes.

Así como el Reino Unido y Francia no tomaron medidas serias cuando Hitler infringió cada vez más el Tratado de Versalles, ningún país hizo algo lo suficientemente serio como para que los rusos lamentaron la extremadamente popular anexión de Crimea y su aliento al separatismo en Dombás.

Cuando Hitler reclamó la Sudetenland checoslovaca dijo que era «su último reclamo territorial en Europa», pero quien hubiera leído Mi Lucha debiera haber estado al tanto de su ambición por crear el Lebensraum para los alemanes en Europa del Este. De manera similar, podemos sospechar razonablemente que Putin, que describió la disolución de la Unión Soviética como un desastre, desea restablecer el dominio ruso sobre los antiguos territorios soviéticos. Si Putin se sale con la suya ocupando Ucrania e instalando un régimen títere, ¿serán los próximos los estados bálticos exsoviéticos, especialmente Estonia y Letonia, con sus grandes minorías de habla rusa?

Putin tiene una gran ventaja de la que afortunadamente Hitler careció: armas nucleares. Lanzó una advertencia a los países que podrían intentar interferir en la operación militar rusa en Ucrania con la prueba de un misil con capacidad nuclear poco antes de comenzar la invasión y afirmó que cualquier país que intervenga enfrentará «consecuencias nunca antes vistas». Cuatro días antes de que comenzara la invasión, puso en estado de alerta a las fuerzas nucleares rusas.

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¿Cómo se puede entonces detener a Putin?

Ya se están imponiendo sanciones, se está cerrando el espacio aéreo a las aeronaves rusas y han comenzado boicots contra los productos rusos. Los países vecinos, especialmente Polonia, también debieran cerrar sus rutas terrestres a los camiones rusos. Lamentablemente, esas medidas perjudicarán a todos los rusos, incluso a quienes se oponen a la guerra, ¿pero hay alguna otra forma de evitar que Putin logre sus objetivos?

El presidente ucraniano Volodímir Zelenski permaneció valientemente en Kiev, alentando a los ucranianos a combatir el avance de los rusos. Si pueden infligir costos significativos a la fuerzas rusas, eso podría ayudar a detener a Putin, aunque la mayoría de los expertos militares considera que la victoria militar rusa es inevitable.

Tal vez reconociendo esto, Zelenski hizo un llamado al pueblo ruso para que detenga la guerra. Muchos rusos están tratando de hacer exactamente eso. Después del anuncio de la invasión hubo protestas en aproximadamente 55 ciudades por toda Rusia. Una organización de control independiente afirma que hubo 5000 arrestos por participación en las protestas sin autorización previa, pero son muchos los que continúan manifestándose. Al momento de escribir esto, más de un millón de valerosos rusos firmaron una petición para «Detener la guerra».

Las manifestaciones no pararon ahí. Dmitry Murátov, el ganador del premio Nobel de la paz 2021 y editor de Novaya Gazeta, uno de los últimos periódicos independientes de Rusia, publicó un video en el que pide a los rusos que se hagan oír contra la guerra y afirma que: «Solo el movimiento antiguerra de los rusos puede salvar vidas en este planeta». Yelena Kovalskaya, directora del Teatro y Centro Cultural Meyerhold, renunció como protesta contra el ataque a Ucrania y afirmó «es imposible trabajar para un asesino y recibir un salario de él». Más de 150 científicos y periodistas científicos firmaron una carta, publicada en un sitio web ruso de ciencia, lamentando que Rusia se haya condenado al aislamiento y a ser catalogada como estado canalla. Una cantidad similar de delegados municipales de muchas ciudades firmaron una carta en la que condenan al ataque como una «atrocidad sin precedentes» y agregaron que «la posibilidad de tener una buena vida en Rusia se desploma frente a nuestros ojos».

Lo que también hace falta ahora es que los soldados rusos en Ucrania dejen de combatir en una guerra injusta. Algunos informes que aún no han sido confirmados señalan que ya hay quienes se negaron a ir a Ucrania. Los rusos tienen acceso a una amplia gama de información más allá de la propaganda de los medios estatales, por lo que deben saber que son parte de una guerra de agresión. Matar personas intencionalmente sin causa justa es asesinato, y eso es lo que harán los soldados rusos si obedecen las órdenes de emplear armamento letal contra los ucranianos. Obedecer órdenes no es excusa, como no lo fue para quienes estaban bajo el comando de Hitler.

De ahora en más, mientras Putin siga siendo líder de Rusia, el país debe ser considerado como un paria internacional. Las sanciones deben ser lo suficientemente fuertes como para garantizar que los rusos vean desplomarse la posibilidad de tener una buena vida.

Esto es particularmente injusto para quienes se opusieron públicamente a la guerra, ¿pero de qué otro modo pueden esperar el reemplazo de Putin por alguien dispuesto a regirse por principios morales y el derecho internacional? A veces los vencidos terminan percibiendo su sufrimiento como liberación... no hay más que consultar a los alemanes en la actualidad.

Traducción al español por Ant-Translation

https://prosyn.org/48Z3Oeres