SAN PABLO – El mes pasado, un Brasil profundamente dividido fue a las urnas para elegir en votación a su próximo presidente. Ante la disyuntiva entre Fernando Haddad del Partido de los Trabajadores, un partido de izquierda, y el extremista de derecha Jair Bolsonaro, los brasileños eligieron al extremista – un resultado que tendrá consecuencias de largo alcance para el medio ambiente, entre otras cosas.
Con el sólido respaldo del 5% de los más ricos del país y de los terratenientes rurales, Bolsonaro obtuvo un apoyo popular más amplio al instigar los prejuicios y temores de las personas. En su campaña, el blanco al cual se dirigió fueron los grupos vulnerables, y se comprometió a reducir o eliminar las protecciones para las minorías, las mujeres y los pobres. Paralelamente, tiene la intención de suavizar las restrictivas leyes de armas de Brasil, con el argumento de que si se permite que los ciudadanos promedio estén armados, se evitará el aumento de la delincuencia.
En cuanto al medio ambiente, los planes de Bolsonaro se pueden resumir en una palabra: explotación. Para empezar, quiere reducir o eliminar las protecciones ambientales en la Amazonía, que es la selva tropical más grande del mundo. Y, tiene la intención de reducir sustancialmente la protección de las tierras indígenas que pertenecen a los descendientes de los pobladores originarios de la Amazonía. Bolsonaro alivianará las restricciones ambientales al uso de pesticidas, así como la concesión de licencias para el desarrollo de infraestructura.
“Donde hay tierra indígena”, dijo una vez Bolsonaro, “hay riqueza debajo de ella”. Teniendo esto en mente, él ha declarado que no se demarcarán más reservas indígenas y que las reservas existentes estarán accesibles para la minería.
La agenda de Bolsonaro acelerará dramáticamente la degradación ambiental. Imazon, una ONG brasileña, informó que 444 kilómetros cuadrados (171 millas cuadradas) fueron despejadas de forestación este pasado septiembre, un aumento del 84% en comparación con septiembre del año 2017. La deforestación total durante 12 meses asciende a 4.859 kilómetros cuadrados, el nivel más alto desde julio de 2008. El Instituto Nacional de Investigación Espacial del Brasil, INPE, también informa un repunte en la deforestación – aproximadamente en un 50% interanual en el mes de septiembre.
Tal y como están las cosas, muchos de los agricultores o madereros que explotan la Amazonía lo hacen ilegalmente, poniéndose en situación de riesgo en cuanto a recibir multas o sanciones. Es probable que la expectativa de que el nuevo gobierno no hará cumplir las leyes que prohíben tales actividades ya los esté animando a intensificar sus actividades. Una vez que esas leyes se debiliten o deroguen, se puede esperar que la deforestación se acelere considerablemente. La aparente inclinación del gobierno a acrecentar actividades como la extracción de oro en la Amazonía sólo empeorará las cosas.
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Hay pocas razones para creer que Bolsonaro no podrá cumplir con su agenda ambiental destructiva. Al fin y al cabo, los representantes de la extrema derecha aliados con poderosos grupos de cabildeo empresariales dominan el nuevo Congreso de Brasil.
Para facilitar aún más la destrucción del medio ambiente, Bolsonaro prometió a fusionar los ministerios de medio ambiente y el de agricultura; aunque, desde aquel entonces, se echó atrás en este tema. Ahora está en búsqueda de un ministro de medio ambiente que esté aliado con los ruralistas, es decir los grandes terratenientes, y ha nombrado a un ministro de agricultura que quiere levantar las restricciones al uso de productos químicos peligrosos en la agricultura.
Bolsonaro también prometió durante la campaña electoral retirar a Brasil del acuerdo climático de París del año 2015. Si bien desde entonces ha retrocedido con respecto a esta promesa, él acaba de nombrar como ministro de asuntos exteriores a un diplomático anti-ciencia y negador del cambio climático. Esto planteará ciertas dificultades en cuanto a la candidatura de Brasil para organizar la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25) el próximo año.
Más allá de incrementar la vulnerabilidad de los recursos naturales de Brasil a la explotación comercial, los inevitables recortes al presupuesto ambiental bajo el liderazgo de Bolsonaro socavarán la capacidad del país para responder frente a desastres, como es el caso de los incendios forestales. Brasil ya ha experimentado un repunte en tales incendios – y en la destrucción relacionada con los mismos – debido a la expansión de la agricultura, la supervisión y vigilancia más débiles; y, el desmantelamiento de los cuerpos de bomberos. Los planes de Bolsonaro exacerbarán el problema.
Y, este no es el único problema que empeorará la agenda de Bolsonaro. La desigualdad socioeconómica aumentará. A medida que el gobierno entregue más poder sobre la selva tropical a los dueños de grandes negocios, los ciudadanos de a pie – incluidos entre ellos los pequeños agricultores y los habitantes urbanos pobres – se verán condenados a sufrir las consecuencias.
Sin embargo, los ecosistemas de Brasil son de importancia para un mayor número de países que tan sólo dicho país – la razón es que Brasil es el guardián de la mayor selva tropical del planeta, que es un depósito de servicios ecológicos para todo el mundo y allí es donde se concentra la mayor parte de la biodiversidad de la Tierra. La Amazonía es el hogar de más especies de plantas y animales que cualquier otro ecosistema terrestre en el planeta, y sus precipitaciones y ríos alimentan gran parte de América del Sur. Además, sus cientos de miles de millones de árboles almacenan enormes cantidades de carbono.
En los últimos 100 años, Brasil ha reducido el Bosque Atlántico en más del 90%, y ha desforestado el 50% de la Ecorregión del Cerrado y casi el 20% de la Amazonía. En una época en la que el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático advierte que necesitamos urgentemente avanzar en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, los planes de Bolsonaro lograrán todo lo contrario. Lamentablemente para Brasil y para el resto del mundo, no hay ninguna razón para creer que Bolsonaro no puede o no quiera implementarlos.
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China has built substantial production capacity in green-tech sectors like electric vehicles and solar panels, but has faced rising trade barriers in developed markets whose governments worry about anti-competitive "overcapacity." Fortunately, one hears no such complaints from the Global South.
shows how Chinese industry and capital can accelerate the green transition in developing countries.
While even the world’s poorest economies have become richer in recent decades, they have continued to lag far behind their higher-income counterparts – and the gap is not getting any smaller. According to this year’s Nobel Prize-winning economists, institutions are a key reason why. From Ukraine’s reconstruction to the regulation of artificial intelligence, the implications are as consequential as they are far-reaching.
SAN PABLO – El mes pasado, un Brasil profundamente dividido fue a las urnas para elegir en votación a su próximo presidente. Ante la disyuntiva entre Fernando Haddad del Partido de los Trabajadores, un partido de izquierda, y el extremista de derecha Jair Bolsonaro, los brasileños eligieron al extremista – un resultado que tendrá consecuencias de largo alcance para el medio ambiente, entre otras cosas.
Con el sólido respaldo del 5% de los más ricos del país y de los terratenientes rurales, Bolsonaro obtuvo un apoyo popular más amplio al instigar los prejuicios y temores de las personas. En su campaña, el blanco al cual se dirigió fueron los grupos vulnerables, y se comprometió a reducir o eliminar las protecciones para las minorías, las mujeres y los pobres. Paralelamente, tiene la intención de suavizar las restrictivas leyes de armas de Brasil, con el argumento de que si se permite que los ciudadanos promedio estén armados, se evitará el aumento de la delincuencia.
En cuanto al medio ambiente, los planes de Bolsonaro se pueden resumir en una palabra: explotación. Para empezar, quiere reducir o eliminar las protecciones ambientales en la Amazonía, que es la selva tropical más grande del mundo. Y, tiene la intención de reducir sustancialmente la protección de las tierras indígenas que pertenecen a los descendientes de los pobladores originarios de la Amazonía. Bolsonaro alivianará las restricciones ambientales al uso de pesticidas, así como la concesión de licencias para el desarrollo de infraestructura.
“Donde hay tierra indígena”, dijo una vez Bolsonaro, “hay riqueza debajo de ella”. Teniendo esto en mente, él ha declarado que no se demarcarán más reservas indígenas y que las reservas existentes estarán accesibles para la minería.
La agenda de Bolsonaro acelerará dramáticamente la degradación ambiental. Imazon, una ONG brasileña, informó que 444 kilómetros cuadrados (171 millas cuadradas) fueron despejadas de forestación este pasado septiembre, un aumento del 84% en comparación con septiembre del año 2017. La deforestación total durante 12 meses asciende a 4.859 kilómetros cuadrados, el nivel más alto desde julio de 2008. El Instituto Nacional de Investigación Espacial del Brasil, INPE, también informa un repunte en la deforestación – aproximadamente en un 50% interanual en el mes de septiembre.
Tal y como están las cosas, muchos de los agricultores o madereros que explotan la Amazonía lo hacen ilegalmente, poniéndose en situación de riesgo en cuanto a recibir multas o sanciones. Es probable que la expectativa de que el nuevo gobierno no hará cumplir las leyes que prohíben tales actividades ya los esté animando a intensificar sus actividades. Una vez que esas leyes se debiliten o deroguen, se puede esperar que la deforestación se acelere considerablemente. La aparente inclinación del gobierno a acrecentar actividades como la extracción de oro en la Amazonía sólo empeorará las cosas.
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Para facilitar aún más la destrucción del medio ambiente, Bolsonaro prometió a fusionar los ministerios de medio ambiente y el de agricultura; aunque, desde aquel entonces, se echó atrás en este tema. Ahora está en búsqueda de un ministro de medio ambiente que esté aliado con los ruralistas, es decir los grandes terratenientes, y ha nombrado a un ministro de agricultura que quiere levantar las restricciones al uso de productos químicos peligrosos en la agricultura.
Bolsonaro también prometió durante la campaña electoral retirar a Brasil del acuerdo climático de París del año 2015. Si bien desde entonces ha retrocedido con respecto a esta promesa, él acaba de nombrar como ministro de asuntos exteriores a un diplomático anti-ciencia y negador del cambio climático. Esto planteará ciertas dificultades en cuanto a la candidatura de Brasil para organizar la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25) el próximo año.
Más allá de incrementar la vulnerabilidad de los recursos naturales de Brasil a la explotación comercial, los inevitables recortes al presupuesto ambiental bajo el liderazgo de Bolsonaro socavarán la capacidad del país para responder frente a desastres, como es el caso de los incendios forestales. Brasil ya ha experimentado un repunte en tales incendios – y en la destrucción relacionada con los mismos – debido a la expansión de la agricultura, la supervisión y vigilancia más débiles; y, el desmantelamiento de los cuerpos de bomberos. Los planes de Bolsonaro exacerbarán el problema.
Y, este no es el único problema que empeorará la agenda de Bolsonaro. La desigualdad socioeconómica aumentará. A medida que el gobierno entregue más poder sobre la selva tropical a los dueños de grandes negocios, los ciudadanos de a pie – incluidos entre ellos los pequeños agricultores y los habitantes urbanos pobres – se verán condenados a sufrir las consecuencias.
Sin embargo, los ecosistemas de Brasil son de importancia para un mayor número de países que tan sólo dicho país – la razón es que Brasil es el guardián de la mayor selva tropical del planeta, que es un depósito de servicios ecológicos para todo el mundo y allí es donde se concentra la mayor parte de la biodiversidad de la Tierra. La Amazonía es el hogar de más especies de plantas y animales que cualquier otro ecosistema terrestre en el planeta, y sus precipitaciones y ríos alimentan gran parte de América del Sur. Además, sus cientos de miles de millones de árboles almacenan enormes cantidades de carbono.
En los últimos 100 años, Brasil ha reducido el Bosque Atlántico en más del 90%, y ha desforestado el 50% de la Ecorregión del Cerrado y casi el 20% de la Amazonía. En una época en la que el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático advierte que necesitamos urgentemente avanzar en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, los planes de Bolsonaro lograrán todo lo contrario. Lamentablemente para Brasil y para el resto del mundo, no hay ninguna razón para creer que Bolsonaro no puede o no quiera implementarlos.
Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.