fayolle3_MUNIR UZ ZAMANAFP via Getty Images_drinking water MUNIR UZ ZAMAN/AFP via Getty Images

La crisis del agua es una oportunidad de inversión vital

LUXEMBURGO – Junto con el aire, el agua probablemente sea el recurso natural más importante del planeta. Los sistemas hídricos en pleno funcionamiento son uno de los pilares tecnológicos de la civilización, lo que muchas veces hace que una crisis del agua se convierta en una cuestión de vida o muerte.

Hoy, alrededor de dos mil millones de personas no tienen acceso a agua potable segura, y aproximadamente la mitad de la población mundial experimenta una escasez de agua severa durante, al menos, parte del año. Nuestros recursos limitados de agua dulce ya están sobrecargados por poblaciones cada vez más grandes y por economías sedientas de agua. En 2030, la demanda global de agua habrá superado la oferta sustentable en un 40%. En tanto crezca la demanda de agua y aumenten las temperaturas, la escasez de agua amenazará más vidas y sustentos -y, por ende, la estabilidad de las sociedades en todo el mundo.

¿Cómo podemos cambiar las cosas para que el agua empodere a las comunidades, asegure nuestras economías y permita que el planeta siga siendo habitable? De la misma manera que sucede con los bienes públicos globales, como un medio ambiente limpio, se tiende a pensar más en los costos de las mejoras hoy y no en los mayores beneficios a largo plazo de invertir en la preservación de los recursos naturales. El sector hídrico hoy no cuenta con financiación suficiente y, crónicamente, carece de capacidad para satisfacer la demanda. Pero si queremos alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) de garantizar agua no contaminada y saneamiento para todos, debemos multiplicar por cuatro la actual inversión global en agua, a más de un billón de dólares por año (1,21% del PIB global). También debemos compensar los 470.000 millones de dólares que perdemos cada año por los daños ocasionados por las inundaciones y la mala irrigación. 

Al proteger el medio ambiente y el clima, cada centavo invertido en el sector hídrico impulsa nuestras economías, ahora y en el futuro. Cuando el Banco Europeo de Inversiones le otorgó un préstamo de 200 millones de euros (215 millones de dólares) a Jordania en diciembre pasado para financiar una planta de desalinización en el Mar Rojo y un conducto hasta la capital, Amán, la ministra de Planificación y Cooperación Internacional del país, Zeina Toukan, calificó a estos proyectos de cruciales tanto para la seguridad hídrica como para un desarrollo económico integral. Todos necesitamos adoptar un pensamiento similar respecto de cómo valoramos y administramos el agua.

Como sucede con muchos otros desafíos, el sector público, por sí solo, no puede saldar esta importante brecha de inversión. Las empresas tienen un papel relevante que desempeñar. Según CDP, una organización sin fines de lucro que recopila datos sobre el impacto ambiental, más de 300.000 millones de dólares en valor empresarial están en riesgo a nivel global si no se toman medidas para atender la escasez de agua. Sin embargo, el costo que implicará abordar el problema solo representa una quinta parte de ese total -55.000 millones de dólares.

Si las empresas implementan nuevas tecnologías para reducir su consumo de agua y explotar las aguas residuales como una fuente de energía, calor, nutrientes y materiales, pueden reducir su huella ambiental y liberar más agua para que la utilicen otros. CDP calcula que el valor de este tipo de “oportunidades vinculadas al agua” es de 711.000 millones de dólares, lo que refleja no solo ahorros en el uso del agua sino también el crecimiento de potenciales mercados a largo plazo en tecnología de consumo de agua eficiente y los beneficios de mejores relaciones comunitarias. Como el agua es barata en la mayor parte del mundo, las empresas muchas veces tienen pocos incentivos para invertir en un ahorro de agua o impulsar la eficiencia de los procesos de producción con un alto consumo de agua.

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Para persuadir al sector privado de la necesidad de enfocarse en la preservación del sistema hídrico, primero tenemos que empezar a pensar en el dinero invertido en agua como una inversión real, y no como un costo que nunca se podrá recuperar. Segundo, debe asignarse el valor correcto a esta agua, a fin de crear los incentivos necesarios para que los usuarios y las empresas la usen de manera más eficiente, y para que la preservación sea económicamente ventajosa. En el caso del agua, esto requiere un delicado equilibrio, porque el acceso asequible a agua potable y saneamiento es un derecho humano reconocido -lo que significa que no es negociable-. Tercero, una cooperación global y nuevos programas transfronterizos para movilizar mayores inversiones en agua compensarían las fallas del mercado e impedirían que se politice y se militarice el agua.

La Conferencia de la ONU sobre el Agua 2023 de esta semana en Nueva York, el primer encuentro de este tipo desde 1977, es una oportunidad única para discutir la seguridad acuífera y hacer frente a la crisis, y para reconocer que la inversión en agua es tan critica para una economía sustentable y justa como la inversión en energía limpia. Podemos establecer nuevos lineamientos para reparar el ciclo del agua y asegurar una estrategia más holística para el desarrollo sostenible en todas partes, desde Países Bajos y Luxemburgo hasta Nigeria y Lagos. Y debemos encontrar más maneras de incentivar el financiamiento del agua con fuentes públicas y privadas dispuestas a esperar a que sus inversiones den frutos.

El agua es lo que hará que los ODS crucen la línea de llegada. Finalmente, debemos empezar a reorganizarla como una parte fundamental de nuestras carteras de inversión, y colocarla en el centro de nuestras políticas económicas.

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