Un gen para las capacidades sociales, nos dicen, ha entrado al rápidamente creciente
pantheon
de genes "para" varios comportamientos y disposiciones humanas, tomando su lugar al lado de los genes para la toma de riesgos, la felicidad, la agresividad y la oritentación sexual, entre otros. A uno le da la impresión de que estamos sin duda en el camino de descubrirnos por completo y de que somos mucho más simples de lo que nadie imaginó. Después de todo, la destreza para la conversación en un coctel -o la adicción a los cocteles- puede estar igualmente determinada genéticamente que el color del pelo.
Definir el papel que tienen los genes en el comportamiento, sin embargo, no es tan fácil. Muchos de los resultados de los estudios en humanos son altamente preliminares y no identifican de facto a un gen. De hecho, no pueden hacerlo, pues la experimentación genética en humanos es imposible. Incluso en los animales cuyos genes son más fácilmente estudiados y mucho mejor entendidos, como la
Drosophila
, la pequeña mosca de la fruta, no hay una simple correspondencia uno a uno entre el gen y el rasgo de comportamiento. En cambio, una amplia variedad de genes influencian cada característica.
Los genes de la mosca de la fruta son sorprendentemente similares a los nuestros, igual que a la mayoría de las otras criaturas. Incluso muchos aspectos de su comportamiento se asemejan a los nuestros. Por ejemplo, cuando se entrena a una mosca de la fruta para que prefiera un aroma a otro a través de una simple tarea de aprendizaje, recordará mejor si se le entrena en intervalos repetidos durante un largo tiempo que si se hace en sólo una intensa sesión. Las moscas de la fruta no son genios, pero "embotarlas", como a veces hacemos antes de un examen, no funciona mejor para ellas que para nosotros. Incluso, más recientemente, los científicos del Instituto de Neurociencias de San Diego demostraron que de acuerdo a todos los criterios de definición esenciales las moscas de la fruta duermen de noche.
Pero aquellos de nosotros que estudian cómo afectan los genes al comportamiento se ven humillados por la complejidad de la mosca de la fruta. Además, las moscas de la fruta exhiben esa complejidad bajo condiciones en las que los factores ambientales que en parte determinan la estructura de un organismo se mantienen constantes, una condición que nunca es verdad para los humanos. Si la relación entre los genes de la mosca de la fruta y el comportamiento es tan compleja, ¿puede ser siquiera un poco menos compleja para los humanos?
La idea de que un gen individual puede ser responsable de la totalidad de una característica biológica es tan vieja como la genética misma. Ya sea que describieran los genes encargados del color de las flores de una planta de guisantes o la forma de las alas de la mosca de la fruta, los genetistas de inicios del pasado siglo creían que cada gen gobernaba una característica única. Pronto, algunos pocos de los genetistas tempranos, fundadores del movimiento eugenésico, hicieron la nefasta aserción de que ser "licencioso", ser "falto de recursos" o tender a la "criminalidad" son todas características que pueden atribuírse a genes individuales también.
Conforme el tiempo pasó y el conocimiento científico se acumuló -mucho a partir de la mosca de la fruta- se aclaró la verdadera complejidad de la relación entre los genes y las características. Para la década de 1920, la mayoría de los genetistas habían abandonado la idea de un solo gen para una sola característica y se mostraban reacios a adscribir el comportamiento humano sólo a los genes. Quienes eran miembros del movimiento eugenésico se volvieron una minoría, convencidos de que la salvación de la raza humana consistiría en limitar la tasa de nacimiento de quienes ellos juzgaban "incapacitados" genéticamente.
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Ahora nos encontramos en medio de una explosión de información genética. Las nuevas tecnologías descubren más genes cada día y se han realizado listas completas para los gusanos, los ratones y los humanos. Pero el comportamiento de estas especies, no menos que el de la mosca de la fruta, es producto de una vasta variedad de genes, ninguno de los cuales actúa aislado. Los genes se influencian unos a otros y son a su vez influenciados por el mundo que los rodea. El resultado es siempre un individuo único.
La razón para eso es simple. Todas las criaturas que se reproducen sexualmente están formadas por una combinación única del grupo de genes de su especie, el cual heredan de sus padres. Todos los humanos, por ejemplo, tienen el mismo grupo de genes -el mismo contexto genético- pero no exactamente las mismas versiones de cada gen. (Las excepciones en cualquier especie son los gemelos idénticos y los clones.) Las variaciones son parte de lo que hace a cada uno de nosotros distinto de otros miembros de nuestra especie. La importancia del contexto genético ha sido demostrada en estudios sobre moscas de la fruta y ratones con comportamientos mutantes. La misma mutación puede tener un fuerte efecto en un contexto genético, pero no en otro.
Más allá de la genética, todas las criaturas pasan en su vida por una secuencia no idéntica de eventos. Esto es tan verdadero para las bacterias genéticamente idénticas que crecen en un ambiente uniforme como para una persona que vive en París, Tokio, Moscú o Buenos Aires. Concedido, las diferencias entre las experiencias de dos moscovitas cualesquiera son mayores que las diferencias entre las experiencias de dos bacterias cualesquiera en un cultivo de probeta. Pero ese es justo el punto. Las bacterias genéticamente idénticas representan un caso extremo. Esperamos que sean uniformes. Si la contingencia es válida para ellas, entonces es ciertamente válida para nosotros.
Los genes permiten la vida, pero claramente no la determinan. Así que el verdadero asunto no es si nosotros los humanos somos sirvientes de nuestros genes, sino más bien nuestra pasmosa necedad con la idea de que nuestro comportamiento podría ser tan fácilmente explicado y previsto. Quizá no deberíamos estar tan ansiosos de ser liberados de la carga de la reflexión, la evaluación y las opciones o, en pocas palabras, de ser liberados de enfrentar lo que llace en el verdadero corazón de nuestra humanidad.
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Over time, as American democracy has increasingly fallen short of delivering on its core promises, the Democratic Party has contributed to the problem by catering to a narrow, privileged elite. To restore its own prospects and America’s signature form of governance, it must return to its working-class roots.
is not surprised that so many voters ignored warnings about the threat Donald Trump poses to US institutions.
Enrique Krauze
considers the responsibility of the state to guarantee freedom, heralds the demise of Mexico’s democracy, highlights flaws in higher-education systems, and more.
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Un gen para las capacidades sociales, nos dicen, ha entrado al rápidamente creciente pantheon de genes "para" varios comportamientos y disposiciones humanas, tomando su lugar al lado de los genes para la toma de riesgos, la felicidad, la agresividad y la oritentación sexual, entre otros. A uno le da la impresión de que estamos sin duda en el camino de descubrirnos por completo y de que somos mucho más simples de lo que nadie imaginó. Después de todo, la destreza para la conversación en un coctel -o la adicción a los cocteles- puede estar igualmente determinada genéticamente que el color del pelo.
Definir el papel que tienen los genes en el comportamiento, sin embargo, no es tan fácil. Muchos de los resultados de los estudios en humanos son altamente preliminares y no identifican de facto a un gen. De hecho, no pueden hacerlo, pues la experimentación genética en humanos es imposible. Incluso en los animales cuyos genes son más fácilmente estudiados y mucho mejor entendidos, como la Drosophila , la pequeña mosca de la fruta, no hay una simple correspondencia uno a uno entre el gen y el rasgo de comportamiento. En cambio, una amplia variedad de genes influencian cada característica.
Los genes de la mosca de la fruta son sorprendentemente similares a los nuestros, igual que a la mayoría de las otras criaturas. Incluso muchos aspectos de su comportamiento se asemejan a los nuestros. Por ejemplo, cuando se entrena a una mosca de la fruta para que prefiera un aroma a otro a través de una simple tarea de aprendizaje, recordará mejor si se le entrena en intervalos repetidos durante un largo tiempo que si se hace en sólo una intensa sesión. Las moscas de la fruta no son genios, pero "embotarlas", como a veces hacemos antes de un examen, no funciona mejor para ellas que para nosotros. Incluso, más recientemente, los científicos del Instituto de Neurociencias de San Diego demostraron que de acuerdo a todos los criterios de definición esenciales las moscas de la fruta duermen de noche.
Pero aquellos de nosotros que estudian cómo afectan los genes al comportamiento se ven humillados por la complejidad de la mosca de la fruta. Además, las moscas de la fruta exhiben esa complejidad bajo condiciones en las que los factores ambientales que en parte determinan la estructura de un organismo se mantienen constantes, una condición que nunca es verdad para los humanos. Si la relación entre los genes de la mosca de la fruta y el comportamiento es tan compleja, ¿puede ser siquiera un poco menos compleja para los humanos?
La idea de que un gen individual puede ser responsable de la totalidad de una característica biológica es tan vieja como la genética misma. Ya sea que describieran los genes encargados del color de las flores de una planta de guisantes o la forma de las alas de la mosca de la fruta, los genetistas de inicios del pasado siglo creían que cada gen gobernaba una característica única. Pronto, algunos pocos de los genetistas tempranos, fundadores del movimiento eugenésico, hicieron la nefasta aserción de que ser "licencioso", ser "falto de recursos" o tender a la "criminalidad" son todas características que pueden atribuírse a genes individuales también.
Conforme el tiempo pasó y el conocimiento científico se acumuló -mucho a partir de la mosca de la fruta- se aclaró la verdadera complejidad de la relación entre los genes y las características. Para la década de 1920, la mayoría de los genetistas habían abandonado la idea de un solo gen para una sola característica y se mostraban reacios a adscribir el comportamiento humano sólo a los genes. Quienes eran miembros del movimiento eugenésico se volvieron una minoría, convencidos de que la salvación de la raza humana consistiría en limitar la tasa de nacimiento de quienes ellos juzgaban "incapacitados" genéticamente.
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La razón para eso es simple. Todas las criaturas que se reproducen sexualmente están formadas por una combinación única del grupo de genes de su especie, el cual heredan de sus padres. Todos los humanos, por ejemplo, tienen el mismo grupo de genes -el mismo contexto genético- pero no exactamente las mismas versiones de cada gen. (Las excepciones en cualquier especie son los gemelos idénticos y los clones.) Las variaciones son parte de lo que hace a cada uno de nosotros distinto de otros miembros de nuestra especie. La importancia del contexto genético ha sido demostrada en estudios sobre moscas de la fruta y ratones con comportamientos mutantes. La misma mutación puede tener un fuerte efecto en un contexto genético, pero no en otro.
Más allá de la genética, todas las criaturas pasan en su vida por una secuencia no idéntica de eventos. Esto es tan verdadero para las bacterias genéticamente idénticas que crecen en un ambiente uniforme como para una persona que vive en París, Tokio, Moscú o Buenos Aires. Concedido, las diferencias entre las experiencias de dos moscovitas cualesquiera son mayores que las diferencias entre las experiencias de dos bacterias cualesquiera en un cultivo de probeta. Pero ese es justo el punto. Las bacterias genéticamente idénticas representan un caso extremo. Esperamos que sean uniformes. Si la contingencia es válida para ellas, entonces es ciertamente válida para nosotros.
Los genes permiten la vida, pero claramente no la determinan. Así que el verdadero asunto no es si nosotros los humanos somos sirvientes de nuestros genes, sino más bien nuestra pasmosa necedad con la idea de que nuestro comportamiento podría ser tan fácilmente explicado y previsto. Quizá no deberíamos estar tan ansiosos de ser liberados de la carga de la reflexión, la evaluación y las opciones o, en pocas palabras, de ser liberados de enfrentar lo que llace en el verdadero corazón de nuestra humanidad.