ESTOCOLMO – El 25 de septiembre, los líderes mundiales se reunirán en Nueva York para adoptar los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible. Los ODS, que comprenden 17 objetivos y 169 metas relacionadas, son el resultado de exhaustivas negociaciones políticas, y marcarán los estándares de referencia en los próximos 15 años para alcanzar el objetivo preponderante de la comunidad internacional: "poner fin a la pobreza en todas sus formas y en todas partes".
Los ODS son nobles y por cierto ambiciosos. Sin embargo, en un momento de profundo cambio científico y tecnológico, siguen siendo notoriamente convencionales. La tecnología de la información -el desarrollo social y económico decisivo de este siglo- sólo recibe una breve mención (en una de las sub-metas). En ninguna parte del documento hay una mínima sugerencia del papel revolucionario que puede desempeñar la naciente explosión en conectividad, información y datos a la hora de erradicar la pobreza.
No se puede dudar del impacto que la tecnología de la información tendrá en el crecimiento económico. Gobiernos, políticos y organizaciones internacionales deben utilizar el potencial de Internet para impulsar el desarrollo global y el empoderamiento individual.
Los temas vinculados a la seguridad y la gobernancia han dominado las discusiones de política cibernética en los últimos años, lo cual es, en alguna medida, justificable: la amplitud de los temas es asombrosa; va de las normas internacionales para el comportamiento del estado en el ciberespacio hasta desafíos como el delito cibernético y la creciente censura. Pero también resulta evidente que los países que más se beneficiarán con la revolución de la información en curso son aquellos que no le quiten la vista al verdadero premio: utilizar esta explosión en la tecnología para fortalecer sus economías y mejorar la vida de sus ciudadanos.
Un estudio de 2009 del Banco Mundial determinó que un incremento del 10% en la penetración de la banda ancha fija impulsa el PIB de una economía en desarrollo alrededor de un 1,4%. Estos hallazgos quizá subestimen infinitamente el impacto de la tecnología; después de todo, gran parte del mundo en desarrollo está siendo testigo de un rápido despliegue de la banda ancha móvil, con una capacidad mucho mayor de la que existía cuando se realizó el estudio.
El fenómeno es más evidente en Asia y África -que, en conjunto, representan las tres cuartas partes del crecimiento global en el uso de teléfonos inteligentes este año-. En tanto aumenten de 2.900 millones a 7.700 millones las suscripciones a teléfonos inteligentes en todo el mundo en los próximos cinco años, se espera que el 80% de las cuentas nuevas sean abiertas por usuarios en estos dos continentes.
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La adopción generalizada de la tecnología de la información en el mundo en desarrollo abre una infinidad de posibilidades; estamos recién en el comienzo. Los análisis de datos se han utilizado para combatir el Ébola en África occidental, y las redes de telefonía celular han sido utilizadas para hacer llegar la banca moderna a poblaciones desatendidas en todo el mundo en desarrollo. Estas nuevas tecnologías dan poder a la gente -especialmente a la población joven de rápido crecimiento- y crean nuevas vías para el desarrollo económico y social.
De hecho, la conectividad móvil puede resultar la herramienta más importante de desarrollo que alguna vez haya existido para los miles de millones de personas en los países emergentes de África y Asia. Por supuesto, siempre existirá una división digital. Pero, cada vez más, será generacional más que geográfica. En el lapso de diez años, la mayoría de los jóvenes en África probablemente estén tan bien conectados como los de Europa o Norteamérica. Esto cambiará el mundo profundamente.
El gran interrogante es si los gobiernos son conscientes del poder potencial de este desarrollo. Si los ODS sirven de indicio, es probable que no lo sean. Los objetivos y metas que el mundo está por abrazar no reflejan correctamente la importancia de este cambio de época.
La falta de conciencia también se refleja en los preparativos para una reunión de alto nivel de las Naciones Unidas sobre políticas internacionales referidas a Internet y el desarrollo, que se llevará a cabo en diciembre. El evento, una revisión del progreso que se hizo desde la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información de 2005, es la culminación de un proceso de negociación de tres años. Desafortunadamente, la discusión política sobre cuestiones de gobernancia en Internet y seguridad cibernética ha dominado los preparativos para la reunión, y poco se han discutido las posibilidades revolucionarias que puede ofrecer una Internet abierta, dinámica y gratuita.
Los gobiernos están quedando rezagados en tanto los empresarios y los innovadores les sacan ventaja. Pero maximizar el potencial de la nueva tecnología requiere de un contexto operativo estable y predecible, así como del respaldo para una investigación básica, que sólo los gobiernos pueden brindar. Es hora de que los líderes mundiales coloquen el potencial de Internet en el tope de la agenda para el desarrollo.
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China has built substantial production capacity in green-tech sectors like electric vehicles and solar panels, but has faced rising trade barriers in developed markets whose governments worry about anti-competitive "overcapacity." Fortunately, one hears no such complaints from the Global South.
shows how Chinese industry and capital can accelerate the green transition in developing countries.
While even the world’s poorest economies have become richer in recent decades, they have continued to lag far behind their higher-income counterparts – and the gap is not getting any smaller. According to this year’s Nobel Prize-winning economists, institutions are a key reason why. From Ukraine’s reconstruction to the regulation of artificial intelligence, the implications are as consequential as they are far-reaching.
ESTOCOLMO – El 25 de septiembre, los líderes mundiales se reunirán en Nueva York para adoptar los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible. Los ODS, que comprenden 17 objetivos y 169 metas relacionadas, son el resultado de exhaustivas negociaciones políticas, y marcarán los estándares de referencia en los próximos 15 años para alcanzar el objetivo preponderante de la comunidad internacional: "poner fin a la pobreza en todas sus formas y en todas partes".
Los ODS son nobles y por cierto ambiciosos. Sin embargo, en un momento de profundo cambio científico y tecnológico, siguen siendo notoriamente convencionales. La tecnología de la información -el desarrollo social y económico decisivo de este siglo- sólo recibe una breve mención (en una de las sub-metas). En ninguna parte del documento hay una mínima sugerencia del papel revolucionario que puede desempeñar la naciente explosión en conectividad, información y datos a la hora de erradicar la pobreza.
No se puede dudar del impacto que la tecnología de la información tendrá en el crecimiento económico. Gobiernos, políticos y organizaciones internacionales deben utilizar el potencial de Internet para impulsar el desarrollo global y el empoderamiento individual.
Los temas vinculados a la seguridad y la gobernancia han dominado las discusiones de política cibernética en los últimos años, lo cual es, en alguna medida, justificable: la amplitud de los temas es asombrosa; va de las normas internacionales para el comportamiento del estado en el ciberespacio hasta desafíos como el delito cibernético y la creciente censura. Pero también resulta evidente que los países que más se beneficiarán con la revolución de la información en curso son aquellos que no le quiten la vista al verdadero premio: utilizar esta explosión en la tecnología para fortalecer sus economías y mejorar la vida de sus ciudadanos.
Un estudio de 2009 del Banco Mundial determinó que un incremento del 10% en la penetración de la banda ancha fija impulsa el PIB de una economía en desarrollo alrededor de un 1,4%. Estos hallazgos quizá subestimen infinitamente el impacto de la tecnología; después de todo, gran parte del mundo en desarrollo está siendo testigo de un rápido despliegue de la banda ancha móvil, con una capacidad mucho mayor de la que existía cuando se realizó el estudio.
El fenómeno es más evidente en Asia y África -que, en conjunto, representan las tres cuartas partes del crecimiento global en el uso de teléfonos inteligentes este año-. En tanto aumenten de 2.900 millones a 7.700 millones las suscripciones a teléfonos inteligentes en todo el mundo en los próximos cinco años, se espera que el 80% de las cuentas nuevas sean abiertas por usuarios en estos dos continentes.
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La adopción generalizada de la tecnología de la información en el mundo en desarrollo abre una infinidad de posibilidades; estamos recién en el comienzo. Los análisis de datos se han utilizado para combatir el Ébola en África occidental, y las redes de telefonía celular han sido utilizadas para hacer llegar la banca moderna a poblaciones desatendidas en todo el mundo en desarrollo. Estas nuevas tecnologías dan poder a la gente -especialmente a la población joven de rápido crecimiento- y crean nuevas vías para el desarrollo económico y social.
De hecho, la conectividad móvil puede resultar la herramienta más importante de desarrollo que alguna vez haya existido para los miles de millones de personas en los países emergentes de África y Asia. Por supuesto, siempre existirá una división digital. Pero, cada vez más, será generacional más que geográfica. En el lapso de diez años, la mayoría de los jóvenes en África probablemente estén tan bien conectados como los de Europa o Norteamérica. Esto cambiará el mundo profundamente.
El gran interrogante es si los gobiernos son conscientes del poder potencial de este desarrollo. Si los ODS sirven de indicio, es probable que no lo sean. Los objetivos y metas que el mundo está por abrazar no reflejan correctamente la importancia de este cambio de época.
La falta de conciencia también se refleja en los preparativos para una reunión de alto nivel de las Naciones Unidas sobre políticas internacionales referidas a Internet y el desarrollo, que se llevará a cabo en diciembre. El evento, una revisión del progreso que se hizo desde la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información de 2005, es la culminación de un proceso de negociación de tres años. Desafortunadamente, la discusión política sobre cuestiones de gobernancia en Internet y seguridad cibernética ha dominado los preparativos para la reunión, y poco se han discutido las posibilidades revolucionarias que puede ofrecer una Internet abierta, dinámica y gratuita.
Los gobiernos están quedando rezagados en tanto los empresarios y los innovadores les sacan ventaja. Pero maximizar el potencial de la nueva tecnología requiere de un contexto operativo estable y predecible, así como del respaldo para una investigación básica, que sólo los gobiernos pueden brindar. Es hora de que los líderes mundiales coloquen el potencial de Internet en el tope de la agenda para el desarrollo.