El fortalecimiento de Europa

EMBARGO, 1° DE OCTUBRE DE 2007

A menos que cambien de opinión en el último momento, los jefes de Estado europeos aprobarán este mes un nuevo acuerdo para reforzar la maquinaria de la política exterior de la Unión Europea fortaleciendo el papel del Alto Representante de la UE. Hacia tiempo que se necesitaba esta reforma.

Actualmente, el presupuesto del Alto Representante es menor de lo que gasta la Comisión Europea en la limpieza de sus oficinas en Bruselas. Con sólo 500 empleados y un puñado de representantes en el extranjero, un aparato de política exterior que debe encarnar la voluntad de los 27 gobiernos de la UE tiene menos recursos y personal que la mayor parte de los países africanos pequeños.

Esto deberá cambiar cuando se nombre a un nuevo jefe de la política exterior que se haga cargo de las políticas de comercio exterior, defensa y ayuda de la UE. Pero esta positiva innovación institucional no responderá a una pregunta más fundamental: ¿es serio el propósito de la UE de tener una política exterior coherente y vigorosa?

Muy frecuentemente, los líderes europeos eluden esa pregunta y responden con largos comentarios sobre las fallas de la política exterior estadounidense en lugar de desarrollar estrategias propias. En un tema tras otro –desde Iraq pasando por Israel y Palestina hasta Afganistán- la política europea se ha definido únicamente en relación con lo que Estados Unidos hace o deja de hacer. Pero el año que viene, Estados Unidos elegirá a un nuevo presidente y los europeos ya no podrán darse el lujo de culpar a George W. Bush de los males del mundo.

Estas son buenas noticias porque Europa tiene mucho que ofrecer. A diferencia de otras grandes potencias de la historia, no recurre a la amenaza de invadir otros países para proyectar su poder. La población de 500 millones de habitantes de la UE es la tercera más grande del mundo después de China y la India. Sus 27 países miembros representan una cuarta parte de la producción económica mundial, son los consumidores más grandes de bienes provenientes de los países en desarrollo, y son, por mucho, los mayores donantes de ayuda. Esto conlleva un peso geopolítico real.

SUMMER SALE: Save 40% on all new Digital or Digital Plus subscriptions
PS_Sales_Summer_1333x1000_V1

SUMMER SALE: Save 40% on all new Digital or Digital Plus subscriptions

Subscribe now to gain greater access to Project Syndicate – including every commentary and our entire On Point suite of subscriber-exclusive content – starting at just $49.99

Subscribe Now

La ampliación de la UE a los países de Europa Oriental fue el mayor proceso de cambio pacífico de regímenes de la historia. La creación de la Corte Internacional de Justicia y el Protocolo de Kyoto mostró a una Europa que promueve exitosamente una mayor gobernanza multilateral. La participación europea contribuyó significativamente al proceso de paz en la provincia de Aceh en Indonesia y a las recientes elecciones presidenciales del Congo.

Pero con mucha frecuencia Europa ha malgastado su poder latente en divisiones e introversiones. Incluso respecto al programa nuclear de Irán, el curso de una política exitosa se ha visto neutralizado por la incapacidad de una Europa dividida para respaldar su diplomacia con sanciones contundentes. A no ser que los europeos estén dispuestos a pagar un precio económico, tendrán poca credibilidad para persuadir a Estados Unidos de que no recurra a los ataques militares.

En lo que se refiere a Rusia, la UE subestima persistentemente su propia fuerza y sobreestima el poder del Kremlin del Presidente Vladimir Putin, lo que permite que Rusia sea cada vez más belicosa. Algunos Estados miembros consideran a Rusia como una amenaza que debe “contenerse suavemente”. Otros están a favor de un proceso de “integración lenta” para vincular a Rusia a las costumbres europeas. Esta confusión se presta para que Rusia escoja a Estados miembros individuales y firme con ellos acuerdos de energía de largo plazo mientras socava a la EU en asuntos que van desde el futuro de Kosovo hasta la proliferación nuclear.

A los líderes de la UE les gusta hablar de un “multilateralismo efectivo” pero no son muy efectivos al defender sus valores o intereses en instituciones multilaterales como las Naciones Unidas. Si los países europeos no se unen y mantienen su posición en temas como Kosovo, Darfur e Irán, se arriesgan a que les ganen la partida cuando son quienes deberían dictar las pautas. Después de todo, la Unión tiene cinco lugares en el Consejo de Seguridad y contribuye con el 40% del presupuesto de la ONU. Pero cuando se trata de votar en asuntos como los derechos humanos, muchos países en desarrollo se olvidan de ello y se alinean con China en contra de la UE.

Aunque los principales fracasos de la UE son estratégicos, también hay algunas barreras institucionales que limitan la influencia europea en el mundo. Por ejemplo, las prioridades de defensa todavía son abrumadoramente nacionales –concentradas en sus proyectos preferidos en vez de proyectar el poder europeo. Como dice Chris Patten, ex Comisario Europeo de Relaciones Exteriores, sabremos que Europa trata con seriedad el tema de la defensa cuando no tengamos que contratar aviones de transporte de Ucrania.

A diferencia de la no adopción de la Constitución Europea, los líderes del continente no pueden decir que la falta de cooperación en materia de política exterior se debe a una opinión pública hostil. Una encuesta reciente realizada por el Fondo German Marshall reveló que 88% de los europeos quieren que la UE asuma una mayor responsabilidad para lidiar con las amenazas globales.

Ante la perspectiva de un acuerdo sobre una nueva maquinaria de política exterior, ya es tiempo de que la Unión forje una política exterior europea común que utilice todas las palancas del poder europeo para promover sus valores e intereses en el mundo.

https://prosyn.org/3kIuCJPes