COPENHAGUE – Durante siglos, optimistas y pesimistas han debatido sobre el estado del mundo. Los pesimistas ven un mundo en el que el aumento de la población significa reducción de los alimentos, en el que un aumento de la demanda de recursos significa agotamiento de éstos y guerra y en el que, en los últimos decenios, el aumento de la capacidad de producción significa más contaminación y calentamiento planetario. Uno de los textos sagrados de la generación actual de pesimistas,Los límites del crecimiento, ha influido en el movimiento ecologista hasta hoy.
En cambio, los optimistas afirman con alegría que todo –la salud humana, el nivel de vida, la calidad medioambiental, etcétera– va mejorando. Sus oponentes los consideran economistas “de Jauja”, con su fe en que el marcado soluciona todos los problemas.
Pero, en lugar de elegir los datos y las historias para que encajen en una narración grandiosa de la decadencia o del progreso, deberíamos intentar comparar en todos los aspectos de la existencia humana para ver si de verdad mejora o empeora el mundo. Yo he intentado hacer eso precisamente, junto con 21 de los más importantes economistas del mundo: un sistema de puntuación que abarca 150 años. Todos esos economistas respondieron la misma pregunta de cuál fue el costo relativo, en cada uno de los años transcurridos desde 1900 hasta 2013, de cada uno de los problemas atinentes a diez aspectos –entre ellos, la salud, la educación, la guerra, la igualdad de los sexos, la contaminación atmosférica, el calentamiento planetario y la diversidad biológica– y formularon predicciones hasta 2050.
Mediante las clásicas evaluaciones económicas de toda clase de cosas, desde las vidas perdidas, la mala salud y el analfabetismo hasta la destrucción de humedales y el aumento de los daños causados por los huracanes resultantes del calentamiento planetario, los economistas muestran cuánto cuesta cada uno de los problemas. Para calibrar la magnitud del problema, se compara con los recursos totales disponibles para solucionarlo. Así se obtiene su magnitud como porcentaje del PIB. Y las tendencias desde 1900 resultan algo sorprendentes.
Pensemos en la desigualdad entre los sexos. Esencialmente, se estaba excluyendo de la producción a casi la mitad de la población del mundo. En 1900, sólo el 15 por ciento de la fuerza de trabajo mundial estaba compuesto por mujeres. ¿Cuál es la pérdida de una escasa participación de la fuerza de trabajo femenina? Aun teniendo en cuenta que alguien tenía que hacer las tareas domésticas no retribuidas y los costos en aumento de la educación femenina, la pérdida fue al menos del 17 por ciento del PIB mundial en 1900. En la actualidad, con una mayor participación femenina y menores diferencias de salarios, la pérdida es del siete por ciento... y la proyección para 2050 es del cuatro por ciento.
Probablemente resulte una gran sorpresa la previsión de que el cambio climático va a ser más que nada un beneficio neto, al aumentar el bienestar en un 1,5 por ciento, aproximadamente, del PIB al año en el período de 1900 a 2025. Se debe a que el calentamiento planetario tiene efectos dispares; en el caso del calentamiento moderado, lo beneficios son superiores.
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Por una parte, como el CO2 hace de fertilizante, unos niveles mayores han representado una bendición para la agricultura, que constituye el mayor efecto positivo, con el 0,8 por ciento del PIB. Asimismo, el calentamiento moderado previene más muertes causadas por el frío que las causadas por el calor que entraña. También reduce más la demanda de calefacción de lo que aumenta los costos de la refrigeración, lo que representa un beneficio del 0,4 por ciento del PIB. Por otra parte, el calentamiento aumenta el déficit hídrico, que cuesta el 0,2 por ciento, aproximadamente, del PIB, y afecta negativamente a ecosistemas como los humedales, con un costo del 0,1 por ciento, aproximadamente, del PIB.
Sin embargo, con el aumento de las temperaturas los costos aumentarán y los beneficios disminuirán, lo que provocará una reducción espectacular de los beneficios netos. A partir del año 2070, el calentamiento planetario pasará a ser un costo neto para el mundo, lo que justifica la adopción ahora y en los decenios futuros de medidas climáticas rentables en función de los costos.
Ahora bien, para poner en perspectiva los asuntos, el sistema de puntuación nos muestra también que el mayor problema medioambiental del mundo con mucha diferencia es la contaminación atmosférica del interior de las viviendas. Actualmente, esa contaminación causada por la cocina y la calefacción con combustibles perjudiciales mata a más de tres millones de personas anualmente, es decir, el equivalente de una pérdida del tres por ciento del PIB mundial, pero en 1900 el costo representaba el 19 por ciento del PIB y se espera que se reduzca al uno por ciento del PIB de aquí a 2050.
Los indicadores de salud a escala mundial han mostrado algunas de las mejoras más importantes. La esperanza de vida humana apenas cambió antes del final del siglo XVIII. Sin embargo, es difícil sobreestimar la magnitud del beneficio desde 1900: en este año, la esperanza de vida a escala mundial era de 32 años, frente a los 69 actuales (y la proyección de 76 años en 2050).
El factor más importante fue la reducción de la mortalidad infantil. Por ejemplo, incluso en época tan tardía como 1970, sólo el cinco por ciento, aproximadamente, de los niños estaban vacunados contra el sarampión, el tétano, la tos ferina, la difteria y la poliomielitis. En 2000, representaba el 85 por ciento, con lo que se salvaban unos tres millones de vidas anualmente: más, todos los años, que las que la paz mundial habría salvado en el siglo XX.
Ese éxito tiene muchos padres. La Fundación Gates y la Alianza GAVI han gastado más de 2.500 millones de dólares y han prometido otros 10.000 millones de dólares para vacunas. Las medidas adoptadas por el Club Rotario, la Organización Mundial de la Salud y muchos otros han reducido la poliomielitis en un 99 por ciento a escala mundial desde 1979.
Desde el punto de vista económico, el costo de la mala salud al comienzo del siglo XX representaba un asombroso 32 por ciento del PIB mundial. Actualmente, ha bajado hasta el 11 por ciento, aproximadamente, y de aquí a 2050 se habrá reducido a la mitad.
Si bien los optimistas no tienen del todo razón (la pérdida de la diversidad biológica en el siglo XX probablemente costara el uno por ciento, aproximadamente, del PIB al año y en algunos lugares la pérdida fuera mucho mayor), el panorama general está claro. La mayoría de los asuntos sometidos al sistema de puntuación muestran mejoras de entre el cinco y el 20 por ciento del PIB. Y la tendencia general está aún más clara. Los problemas mundiales se han reducido espectacularmente en comparación con los recursos disponibles para abordarlos.
Naturalmente, eso no quiere decir que ya no haya problemas. Aunque mucho menores, sigue habiendo grandes problemas de salud, educación, malnutrición, contaminación atmosférica, desigualdad entre los sexos y comercio.
Pero los realistas deben hacer suya ahora la opinión de que el mundo está mejorando mucho. Además, el sistema de puntuación nos muestra dónde siguen existiendo dificultades importantes para que 2050 sea mejor. No debemos guiar nuestra actuación futura por las historias más alarmistas o los grupos de presión más ruidosos, sino por evaluaciones objetivas de aquellos problemas que más podemos mejorar.
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A new Global Digital Compact rests on the insight that while AI can be a game-changing technology, managing its far-reaching potential requires a new global infrastructure and robust mechanisms to manage the risks. At a time when multilateralism is faltering, global cooperation remains possible.
herald a new global compact that aims to manage the technology’s risks and unlock its potential.
Marietje Schaake
warns that Big Tech’s outsize influence threatens democracy, suggests what Western leaders can learn from Chinese technology governance, urges governments to use public procurement to influence the trajectory of digital technology, and more.
The massive losses suffered by Hezbollah and Hamas – and the weakening of Iran’s so-called “axis of resistance” – needs to be seen in strategic terms. Put simply, it creates an opening to transform for the better not just Gaza and Lebanon but also much of the region.
thinks Israel’s decimation of Iran’s proxies in Gaza and Lebanon must be viewed in strategic terms.
COPENHAGUE – Durante siglos, optimistas y pesimistas han debatido sobre el estado del mundo. Los pesimistas ven un mundo en el que el aumento de la población significa reducción de los alimentos, en el que un aumento de la demanda de recursos significa agotamiento de éstos y guerra y en el que, en los últimos decenios, el aumento de la capacidad de producción significa más contaminación y calentamiento planetario. Uno de los textos sagrados de la generación actual de pesimistas,Los límites del crecimiento, ha influido en el movimiento ecologista hasta hoy.
En cambio, los optimistas afirman con alegría que todo –la salud humana, el nivel de vida, la calidad medioambiental, etcétera– va mejorando. Sus oponentes los consideran economistas “de Jauja”, con su fe en que el marcado soluciona todos los problemas.
Pero, en lugar de elegir los datos y las historias para que encajen en una narración grandiosa de la decadencia o del progreso, deberíamos intentar comparar en todos los aspectos de la existencia humana para ver si de verdad mejora o empeora el mundo. Yo he intentado hacer eso precisamente, junto con 21 de los más importantes economistas del mundo: un sistema de puntuación que abarca 150 años. Todos esos economistas respondieron la misma pregunta de cuál fue el costo relativo, en cada uno de los años transcurridos desde 1900 hasta 2013, de cada uno de los problemas atinentes a diez aspectos –entre ellos, la salud, la educación, la guerra, la igualdad de los sexos, la contaminación atmosférica, el calentamiento planetario y la diversidad biológica– y formularon predicciones hasta 2050.
Mediante las clásicas evaluaciones económicas de toda clase de cosas, desde las vidas perdidas, la mala salud y el analfabetismo hasta la destrucción de humedales y el aumento de los daños causados por los huracanes resultantes del calentamiento planetario, los economistas muestran cuánto cuesta cada uno de los problemas. Para calibrar la magnitud del problema, se compara con los recursos totales disponibles para solucionarlo. Así se obtiene su magnitud como porcentaje del PIB. Y las tendencias desde 1900 resultan algo sorprendentes.
Pensemos en la desigualdad entre los sexos. Esencialmente, se estaba excluyendo de la producción a casi la mitad de la población del mundo. En 1900, sólo el 15 por ciento de la fuerza de trabajo mundial estaba compuesto por mujeres. ¿Cuál es la pérdida de una escasa participación de la fuerza de trabajo femenina? Aun teniendo en cuenta que alguien tenía que hacer las tareas domésticas no retribuidas y los costos en aumento de la educación femenina, la pérdida fue al menos del 17 por ciento del PIB mundial en 1900. En la actualidad, con una mayor participación femenina y menores diferencias de salarios, la pérdida es del siete por ciento... y la proyección para 2050 es del cuatro por ciento.
Probablemente resulte una gran sorpresa la previsión de que el cambio climático va a ser más que nada un beneficio neto, al aumentar el bienestar en un 1,5 por ciento, aproximadamente, del PIB al año en el período de 1900 a 2025. Se debe a que el calentamiento planetario tiene efectos dispares; en el caso del calentamiento moderado, lo beneficios son superiores.
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Sin embargo, con el aumento de las temperaturas los costos aumentarán y los beneficios disminuirán, lo que provocará una reducción espectacular de los beneficios netos. A partir del año 2070, el calentamiento planetario pasará a ser un costo neto para el mundo, lo que justifica la adopción ahora y en los decenios futuros de medidas climáticas rentables en función de los costos.
Ahora bien, para poner en perspectiva los asuntos, el sistema de puntuación nos muestra también que el mayor problema medioambiental del mundo con mucha diferencia es la contaminación atmosférica del interior de las viviendas. Actualmente, esa contaminación causada por la cocina y la calefacción con combustibles perjudiciales mata a más de tres millones de personas anualmente, es decir, el equivalente de una pérdida del tres por ciento del PIB mundial, pero en 1900 el costo representaba el 19 por ciento del PIB y se espera que se reduzca al uno por ciento del PIB de aquí a 2050.
Los indicadores de salud a escala mundial han mostrado algunas de las mejoras más importantes. La esperanza de vida humana apenas cambió antes del final del siglo XVIII. Sin embargo, es difícil sobreestimar la magnitud del beneficio desde 1900: en este año, la esperanza de vida a escala mundial era de 32 años, frente a los 69 actuales (y la proyección de 76 años en 2050).
El factor más importante fue la reducción de la mortalidad infantil. Por ejemplo, incluso en época tan tardía como 1970, sólo el cinco por ciento, aproximadamente, de los niños estaban vacunados contra el sarampión, el tétano, la tos ferina, la difteria y la poliomielitis. En 2000, representaba el 85 por ciento, con lo que se salvaban unos tres millones de vidas anualmente: más, todos los años, que las que la paz mundial habría salvado en el siglo XX.
Ese éxito tiene muchos padres. La Fundación Gates y la Alianza GAVI han gastado más de 2.500 millones de dólares y han prometido otros 10.000 millones de dólares para vacunas. Las medidas adoptadas por el Club Rotario, la Organización Mundial de la Salud y muchos otros han reducido la poliomielitis en un 99 por ciento a escala mundial desde 1979.
Desde el punto de vista económico, el costo de la mala salud al comienzo del siglo XX representaba un asombroso 32 por ciento del PIB mundial. Actualmente, ha bajado hasta el 11 por ciento, aproximadamente, y de aquí a 2050 se habrá reducido a la mitad.
Si bien los optimistas no tienen del todo razón (la pérdida de la diversidad biológica en el siglo XX probablemente costara el uno por ciento, aproximadamente, del PIB al año y en algunos lugares la pérdida fuera mucho mayor), el panorama general está claro. La mayoría de los asuntos sometidos al sistema de puntuación muestran mejoras de entre el cinco y el 20 por ciento del PIB. Y la tendencia general está aún más clara. Los problemas mundiales se han reducido espectacularmente en comparación con los recursos disponibles para abordarlos.
Naturalmente, eso no quiere decir que ya no haya problemas. Aunque mucho menores, sigue habiendo grandes problemas de salud, educación, malnutrición, contaminación atmosférica, desigualdad entre los sexos y comercio.
Pero los realistas deben hacer suya ahora la opinión de que el mundo está mejorando mucho. Además, el sistema de puntuación nos muestra dónde siguen existiendo dificultades importantes para que 2050 sea mejor. No debemos guiar nuestra actuación futura por las historias más alarmistas o los grupos de presión más ruidosos, sino por evaluaciones objetivas de aquellos problemas que más podemos mejorar.
Traducido del inglés por Carlos Manzano.