América Latina cuenta con una proporción más que importante de vida silvestre y bosques de todo tipo. Un tercio de las especies de mamíferos y más de un cuarto de todas las especies de aves y reptiles conocidas se pueden encontrar allí. Sin embargo, esta abundancia está en peligro. Al hacer desaparecer más de siete millones de hectáreas de árboles por año, Sudamérica elimina más bosques que ningún otro continente. Como resultado, más de 10 000 especies están en peligro de extinción, dos tercios de todas las especies en peligro del planeta.
En cierto sentido, la solución a este reto es clara como el día. Los propietarios de tierras eliminan árboles porque es lo que les reporta más beneficios económicos, de manera que las autoridades deben darles incentivos para que no lo hagan. Si pudiéramos aprovechar el potencial oculto de los bosques de América Latina –sin destruirlos- podríamos dar una solución al problema de la destrucción de hábitats.
Podemos calcular fácilmente los costes de iniciativas conservacionistas individuales como el salvar la lechuza moteada del norte. Más difícil es calcular cuánto costaría hacer que los dueños de tierras dejen de talar sus árboles, pero eso no significa que no se haya intentado. Las estimaciones de los economistas varían de US$ 1,23 mil millones al año (para salvar árboles en los lugares con mayor diversidad de América Latina) a US$ 5,8 mil millones al año (para salvar un 2% del área terrestre del continente), e incluso a US$ 500 mil millones (hacer un solo pago para salvar todos los bosques de América Latina).
Si bien los beneficios económicos que obtenemos de la biodiversidad pueden parecer intangibles, son reales y cuantificables. Un argumento común es que los gobiernos deben proteger la biodiversidad debido a su potencial no explorado para la industria farmacéutica. Por ejemplo, un helecho que crece en lo profundo del bosque podría un día
Esta idea se volvió muy popular en los años 90. En un famoso proyecto, Merck Pharmaceutical dio US$ 1 millón a Costa Rica a cambio de 1000 plantas recogidas de sus bosques. Aunque el proyecto de Merck recolectó con éxito dinero para la investigación de la biodiversidad en Costa Rica, la cantidad de medicamentos desarrollados es escasa -si no nula- y el modelo no se ha reproducido en otros lugares.
Los méritos de la ampquot;bioprospecciónampquot; se han examinado con atención y las utilidades son de hecho modestas, yendo desde apenas US$ 0,20 por hectárea en partes de California a US$ 20 en Ecuador Occidental. Por ende, el potencial de desarrollo farmacéutico no significará un estímulo potente para que los propietarios privados o compañías protejan sus tierras.
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Otro enfoque para quienes diseñan las políticas es cuantificar los beneficios económicos de los ampquot;servicios de ecosistemasampquot;, es decir, las cosas milagrosas pero mundanas que la naturaleza nos da, como el control de erosiones, el manejo de aguas y la purificación. Los beneficios de ecosistemas en América Latina llegan a los US$ 11 billones, según la metodología de un prominente economista. Sin embargo, si bien esto implica que los beneficios de la conservación superan sus costes por un margen muy notable, los cálculos han sido muy criticados.
La verdadera esperanza está en la idea de proteger los bosques por su valor en la lucha contra el cambio climático. Los bosques contienen enormes cantidades de carbono. Con al aumento de la preocupación acerca del calentamiento global y el papel que juega el dióxido de carbono, es posible estimar el valor de un bosque por su capacidad de secuestro de carbono. En pocas palabras, al controlar la deforestación podemos afectar significativamente las emisiones que causan el cambio climático.
Las transacciones de mercado recientes de la Bolsa Climática Europea ponen el valor de la tonelada de carbono entre US$ 10 y 100. Incluso si usamos lo que parece un precio bastante conservador, US$ 20, eso significa que los bosques de América Latina valen... ¡US$ 2 billones! Si contamos los 70 mil millones de toneladas de carbono que hay en la madera muerta, el material orgánico caído y el suelo boscoso, el valor adicional es de US$ 1,4 mil millones.
Definir los beneficios es una cosa. Lo siguiente es determinar cuánto estamos dispuestos a pagar para que los árboles sigan en pie. Para un propietario de tierras, el valor de la tierra desbrozada llega a un promedio de US$ 300 por hectárea. Así es que supongamos que los gobiernos deban pagar al menos US$ 500 por hectárea para evitar la eliminación de los árboles. Eso da unos US$ 500 mil millones para toda América Latina. En consecuencia, los beneficios son entre cuatro y 6,8 veces mayores que el coste. Sin embargo, para muchas autoridades éste parecerá prohibitivo.
Por lo tanto, pueden considerar otra opción: desincentivar la tala de bosques sólo en áreas que presentan altos índices recientes de deforestación. Esto toma en consideración el hecho de que muchos propietarios de tierras no tienen la intención de talar árboles, por lo que no pedirán compensaciones.
Usando un enfoque realista e incluyendo costes de supervisión y administración, para los gobiernos el coste serían todavía cerca de la mitad de los beneficios económicos.
Se necesita hacer mucha más investigación para determinar los verdaderos costes de proteger los ecosistemas forestales y la biodiversidad. Pero la creciente preocupación acerca del peligro del cambio climático puede ayudar a salvar parte de los ricos bosques del continente.
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Over time, as American democracy has increasingly fallen short of delivering on its core promises, the Democratic Party has contributed to the problem by catering to a narrow, privileged elite. To restore its own prospects and America’s signature form of governance, it must return to its working-class roots.
is not surprised that so many voters ignored warnings about the threat Donald Trump poses to US institutions.
Enrique Krauze
considers the responsibility of the state to guarantee freedom, heralds the demise of Mexico’s democracy, highlights flaws in higher-education systems, and more.
América Latina cuenta con una proporción más que importante de vida silvestre y bosques de todo tipo. Un tercio de las especies de mamíferos y más de un cuarto de todas las especies de aves y reptiles conocidas se pueden encontrar allí. Sin embargo, esta abundancia está en peligro. Al hacer desaparecer más de siete millones de hectáreas de árboles por año, Sudamérica elimina más bosques que ningún otro continente. Como resultado, más de 10 000 especies están en peligro de extinción, dos tercios de todas las especies en peligro del planeta.
En cierto sentido, la solución a este reto es clara como el día. Los propietarios de tierras eliminan árboles porque es lo que les reporta más beneficios económicos, de manera que las autoridades deben darles incentivos para que no lo hagan. Si pudiéramos aprovechar el potencial oculto de los bosques de América Latina –sin destruirlos- podríamos dar una solución al problema de la destrucción de hábitats.
Podemos calcular fácilmente los costes de iniciativas conservacionistas individuales como el salvar la lechuza moteada del norte. Más difícil es calcular cuánto costaría hacer que los dueños de tierras dejen de talar sus árboles, pero eso no significa que no se haya intentado. Las estimaciones de los economistas varían de US$ 1,23 mil millones al año (para salvar árboles en los lugares con mayor diversidad de América Latina) a US$ 5,8 mil millones al año (para salvar un 2% del área terrestre del continente), e incluso a US$ 500 mil millones (hacer un solo pago para salvar todos los bosques de América Latina).
Si bien los beneficios económicos que obtenemos de la biodiversidad pueden parecer intangibles, son reales y cuantificables. Un argumento común es que los gobiernos deben proteger la biodiversidad debido a su potencial no explorado para la industria farmacéutica. Por ejemplo, un helecho que crece en lo profundo del bosque podría un día
Esta idea se volvió muy popular en los años 90. En un famoso proyecto, Merck Pharmaceutical dio US$ 1 millón a Costa Rica a cambio de 1000 plantas recogidas de sus bosques. Aunque el proyecto de Merck recolectó con éxito dinero para la investigación de la biodiversidad en Costa Rica, la cantidad de medicamentos desarrollados es escasa -si no nula- y el modelo no se ha reproducido en otros lugares.
Los méritos de la ampquot;bioprospecciónampquot; se han examinado con atención y las utilidades son de hecho modestas, yendo desde apenas US$ 0,20 por hectárea en partes de California a US$ 20 en Ecuador Occidental. Por ende, el potencial de desarrollo farmacéutico no significará un estímulo potente para que los propietarios privados o compañías protejan sus tierras.
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La verdadera esperanza está en la idea de proteger los bosques por su valor en la lucha contra el cambio climático. Los bosques contienen enormes cantidades de carbono. Con al aumento de la preocupación acerca del calentamiento global y el papel que juega el dióxido de carbono, es posible estimar el valor de un bosque por su capacidad de secuestro de carbono. En pocas palabras, al controlar la deforestación podemos afectar significativamente las emisiones que causan el cambio climático.
Las transacciones de mercado recientes de la Bolsa Climática Europea ponen el valor de la tonelada de carbono entre US$ 10 y 100. Incluso si usamos lo que parece un precio bastante conservador, US$ 20, eso significa que los bosques de América Latina valen... ¡US$ 2 billones! Si contamos los 70 mil millones de toneladas de carbono que hay en la madera muerta, el material orgánico caído y el suelo boscoso, el valor adicional es de US$ 1,4 mil millones.
Definir los beneficios es una cosa. Lo siguiente es determinar cuánto estamos dispuestos a pagar para que los árboles sigan en pie. Para un propietario de tierras, el valor de la tierra desbrozada llega a un promedio de US$ 300 por hectárea. Así es que supongamos que los gobiernos deban pagar al menos US$ 500 por hectárea para evitar la eliminación de los árboles. Eso da unos US$ 500 mil millones para toda América Latina. En consecuencia, los beneficios son entre cuatro y 6,8 veces mayores que el coste. Sin embargo, para muchas autoridades éste parecerá prohibitivo.
Por lo tanto, pueden considerar otra opción: desincentivar la tala de bosques sólo en áreas que presentan altos índices recientes de deforestación. Esto toma en consideración el hecho de que muchos propietarios de tierras no tienen la intención de talar árboles, por lo que no pedirán compensaciones.
Usando un enfoque realista e incluyendo costes de supervisión y administración, para los gobiernos el coste serían todavía cerca de la mitad de los beneficios económicos.
Se necesita hacer mucha más investigación para determinar los verdaderos costes de proteger los ecosistemas forestales y la biodiversidad. Pero la creciente preocupación acerca del peligro del cambio climático puede ayudar a salvar parte de los ricos bosques del continente.