A Somalian refugee helps to dig a latrine on the outskirts of the IFO refugee camp Oli Scarff/Getty Images

La próxima ola de desplazamiento climático

JOHANNESBURGO – Los gobiernos del mundo están manteniendo una serie de conversaciones que pueden cambiar de manera radical la gestión del movimiento transfronterizo de personas. Hay un diálogo centrado en la protección de los refugiados y otro en las migraciones.

De estas discusiones (dirigidas por Naciones Unidas) no saldrán acuerdos legalmente vinculantes. Pero las conversaciones son una rara oportunidad de crear consenso en relación con los desafíos de las migraciones contemporáneas. Y sobre todo, una ocasión para que la comunidad internacional haga planes frente al impacto del cambio climático, que pronto se convertirá en un factor clave de las migraciones y el desplazamiento global de personas.

Los últimos datos hablan de unos 258 millones de migrantes en todo el mundo, y 22,5 millones de personas registradas como refugiados por la Agencia de la ONU para los Refugiados. Pero estas cifras quedarán pequeñas si llegaran a cumplirse incluso las predicciones más modestas referidas al clima. Según la Organización Internacional para las Migraciones, el cambio climático puede provocar el desplazamiento de hasta mil millones de personas en 2050. Y sin embargo, no hay ningún tratado internacional sobre las migraciones climáticas. Es preciso remediar ya mismo esta falencia.

La última vez que las normas internacionales para la protección de los refugiados recibieron tanta atención fue en 1951. Ese año, con más de 80 millones de personas desplazadas después de la Segunda Guerra Mundial, los países miembros de la ONU ratificaron un marco integral para uniformar el trato dado a los refugiados. El Pacto Mundial sobre los Refugiados que actualmente se discute complementará este marco con estrategias para empoderar a los refugiados y ayudar a los gobiernos de los países receptores. En particular, comprometerá a los países firmantes a proteger a los “desplazados por desastres naturales y el cambio climático”.

El segundo acuerdo es todavía más importante para la gestión del desplazamiento climático. No ha habido jamás un tratado mundial para las migraciones, y los anteriores intentos bilaterales en relación con el tema se concentraron casi exclusivamente en la violencia y el conflicto como causas principales de desplazamiento de personas. El propuesto Pacto Mundial para las Migraciones va más allá de estos factores, y señala el cambio climático entre los “motivadores adversos y factores estructurales que obligan a las personas a dejar sus países de origen”.

Este vocabulario regulatorio reafirma lo que las poblaciones en riesgo en todo el mundo ya saben: que las sequías, los desastres naturales, la desertificación, las malas cosechas y muchos otros cambios ambientales están destruyendo economías y volviendo inhabitables comunidades enteras. En mi país (Sudáfrica), una sequía sin precedentes está obligando a muchas ciudades a analizar un racionamiento del agua. Si la escasez de agua persiste, inevitablemente se producirán migraciones.

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La escasez de recursos es particularmente peligrosa en los estados políticamente inestables, donde el cambio climático ya ha sido un factor de conflicto violento y agitación social. Por ejemplo, disputas por las tierras fértiles y el agua potable impulsaron la guerra de Darfur, e incluso la crisis que se desarrolla en Siria (una de las principales fuentes actuales de desplazamiento de personas) comenzó después de sucesivas sequías que expulsaron a residentes de las áreas rurales de Siria hacia las ciudades. No es aventurado predecir que el cambio climático producirá más derramamiento de sangre en los años venideros.

Los dos marcos de la ONU pueden servir como base para planificar la gestión de las futuras migraciones climáticas. El uso de modelos científicos como guía para la toma de decisiones permitirá a los estados idear estrategias de reubicación ordenadas, dignas y equitativas. Es sin duda una estrategia más inteligente que las respuestas ad hoc usadas hasta ahora.

Pero la historia nos enseña que los gobiernos son renuentes a buscar soluciones colectivas a las migraciones forzadas. Este fracaso se evidencia hoy en el padecimiento persistente e inexcusable de los refugiados en todo el mundo.

Ahora que las conversaciones para los pactos están entrando en sus últimos meses, ¿qué debemos esperar de quienes negocian el plan mundial para la gestión de desplazamientos inéditos de personas? Las causas y consecuencias del cambio climático demandan estrecha atención. Hay que dar a los desplazados la posibilidad de continuar sus vidas con dignidad. La capacidad de los pactos mundiales sobre refugiados y migrantes para lograrlo será una prueba para la dirigencia internacional.

Traducción: Esteban Flamini

https://prosyn.org/akmZlvres