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La nueva geopolítica de la energía

TOKIO – En 2008, cuando el Consejo Nacional de Inteligencia (NIC) de los Estados Unidos publicó el volumen Global Trends 2025, una de las predicciones centrales fue el endurecimiento de la competencia por la energía. La demanda china estaba en alza, y las fuentes extra OPEP, como el Mar del Norte, se estaban agotando. Tras dos decenios de precios bajos y relativamente estables, en 2006 el petróleo había trepado a más de cien dólares por barril. Muchos expertos hablaban de un “pico petrolero” (que la máxima disponibilidad de reservas ya había sido alcanzada) y anticipaban que la producción se concentraría en Medio Oriente (barato pero inestable), donde se creía que incluso Arabia Saudita ya estaba totalmente explorada y que difícilmente se hallaran nuevos megayacimientos.

A Estados Unidos se lo consideraba cada vez más dependiente de las importaciones de energía, y esto, sumado al encarecimiento, se veía como un importante límite a su influencia geopolítica. El poder había pasado a manos de los productores.

Los analistas del NIC tuvieron en cuenta la posibilidad de una sorpresa tecnológica, pero pensaron en la tecnología equivocada. Por sólo concentrarse en el potencial de fuentes renovables como la solar, la eólica y la hídrica, no vieron lo más importante.

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