Can Russia be Saved?

MOSCÚ – La economía de Rusia está desplomándose, pero la situación podría ser incluso peor. La crisis financiera mundial ha acabado obligando al Gobierno a adoptar políticas sensatas, con las que detener el desastre... al menos de momento.

Las previsiones oficiales de crecimiento del PIB ruso en 2009 siguen siendo positivas, pero la mayoría de los analistas, incluidos funcionarios estatales, están preparándose para una profunda recesión... que, de hecho, parece haber comenzado en el cuarto trimestre de 2008. El desplome del mercado de valores –su pérdida del 72 por ciento es la mayor de todos los más importantes mercados en ascenso– es sólo la señal más visible de ella.

Incluso los oligarcas rusos están empeñando sus yates y vendiendo sus reactores privados. Están aumentando las señales de la inestabilidad política. Los índices de aprobación del Presidente y del Primer Ministro de Rusia están cayendo en picado. Ha comenzado a haber protestas de masas en las calles... no encabezadas por los partidos de la oposición política, sino por trabajadores y familias de clase media  que afrontan pérdidas de empleos y reducción de salarios. Más importante es que quienes protestan piden que el Gobierno dimita... cosa impensable hace tan sólo un año.

Con el desplome en un 70 por ciento de los precios del petróleo desde su punto culminante (y descensos similares de los de los metales, otra importante exportación de Rusia), no es de extrañar que Rusia afronte graves amenazas económicas. El crecimiento está en peligro, el rublo está débil y el presupuesto del Estado es deficitario. No obstante, hasta ahora el Gobierno y el sector privado de Rusia han capeado el temporal bastante bien.

Los críticos del régimen de Vladimir Putin sostienen que el sistema político de Rusia está demasiado centralizado y corre el riesgo de desplomarse con la tormenta económica actual. Al fin y al cabo, la ideología del régimen coloca el Estado y la lealtad a los gobernantes por encima de la propiedad y el mérito privados. Cuando la crisis arrecie con toda su fuerza, el Gobierno nacionalizará los más importantes bancos y empresas, con lo que la consiguiente ineficiencia enterraría la economía rusa, exactamente como condenó a muerte a la Unión Soviética.

De hecho, el Gobierno de Rusia ha cometido varios errores graves al afrontar la crisis. Se ha gastado dinero de lo contribuyentes para comprar acciones a fin de intentar en vano apoyar unos precios de los valores que se desplomaban. No es probable que el Gobierno recupere su inversión a corto plazo.

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Además, el Gobierno tardó demasiado en devaluar el rublo. Si bien se puede aducir que una devaluación de una vez era arriesgada, porque podría haber desencadenado el pánico, la depreciación gradual debería haber comenzado antes. En los dos últimos meses de 2008, el banco central permitió que el rublo se debilitara a una tasa de 1 por ciento a la semana y después a una de 2-3 por ciento a la semana. Probablemente necesite bajar otro 10 por ciento. Entretanto, el banco central padeció una hemorragia de sus reservas para defender esa lenta corrección, mientras que los bancos comerciales han estado aferrándose a los dólares, porque preveían una mayor depreciación del rublo.

El tercer error ha sido el de aumentar los aranceles, en particular los de los automóviles importados, lo que ha sido no sólo económicamente absurdo (como muchos otros sectores que compiten con las importaciones, la industria automovilística quedará protegida sin lugar a dudas por la depreciación del rublo), sino también políticamente peligroso. Los propietarios de automóviles son un grupo acomodado, socialmente activo y con facilidad para organizarse. Las protestas en la calle contra los aranceles fueron el primer levantamiento popular grave que se ha visto en Rusia en muchos años.

Aun así, esos errores son de importancia relativamente menor y reversibles. De hecho, el Gobierno de Rusia ha adoptado, inesperadamente, decisiones económicas resueltas y la mayoría de ellas correctas. En primer lugar, ha evitado el desplome del sistema bancario. Muchos bancos rusos estaban muy expuestos en los mercados extranjeros, por lo que afrontaban graves problemas financieros, una vez que los afectó la crisis. Una inyección de liquidez en gran escala por parte del Gobierno logró que ningún banco importante se hundiera y las quiebras de bancos menores se administraron de forma sorprendentemente ordenada.

Además, la crisis no ha provocado –hasta ahora– importantes nacionalizaciones de empresas privadas. El Gobierno podría haber utilizado la crisis para nacionalizar todos los bancos y las empresas con dificultades financieras. No lo ha hecho, pese a sus aún impresionantes reservas de divisas, que le permitirían comprar una porción importante de la economía a precios regalados. En lugar de eso, hasta ahora el Gobierno ha estado facilitando más que nada préstamos (con altos intereses) en lugar de dedicarse a adquirir participaciones mayoritarias.

Tampoco se ha rescatado a los oligarcas. De los 50.000 millones de dólares de deuda externa correspondiente a bancos y empresas rusos en 2008, el Gobierno refinanció sólo 10.000 millones. Al parecer, las condiciones ofrecidas por el Gobierno (Libor + 5 por ciento y garantía secundaria) han sido acertadas.

¿Cómo es que han prevalecido las políticas económicas racionales en este crisis? El factor decisivo es el de que, por primera vez desde que Putin llegó al poder, el Kremlin advierte una amenaza auténtica. Los años de fácil popularidad son cosa del pasado. Todas las cosas desagradables que los rusos han pasado por alto durante los años de rápido crecimiento económico están saliendo a la superficie.

El régimen sabe que su supervivencia depende de que impida un desplome económico. La crisis ha dado energías al sistema y ha trasladado el poder de adoptar decisiones a quienes conocen la economía y pueden hacer algo por ella.

Pero, ¿habrán llegado demasiado tarde esos cambios de política? La anquilosada, corrupta e ineficiente economía creada en los años de vacas gordas con el auge del petróleo podría ser imposible de salvar, por lo que la cuestión fundamental que Rusia afronta es la de si incluso una política económica competente podrá impedir un hundimiento político y económico.

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