LONDRES – ¿Qué define a un humano moderno? La respuesta biológica es sencilla: un miembro de la especie Homo sapiens que se caracteriza, entre otras cosas, por tener un cerebro relativamente grande en una cavidad craniana globular, arcos superciliares pequeños arriba de los ojos, un rostro pequeño y plano, un mentón en la mandibular inferior y un esqueleto ligero. Muchas de las características biológicas de los humanos modernos – al menos las que se pueden conservar en forma de fósiles – ya existían en África e Israel hace más de 100,000 años.
Sin embargo, hay otros factores – como las sociedades complejas, las ceremonias, las creencias espirituales, el arte, la música, la tecnología y el lenguaje – también caracterizan a los grupos humanos modernos. ¿Qué características son esenciales para la definición de un “humano moderno” y desde cuándo se puede aplicar esa clasificación?
Puesto que las características morfológicas y conductuales del ser humano evolucionaron a ritmos distintos, esta cuestión es fuente de controversia. En efecto, los paleontólogos que estudian los orígenes físicos del Homo sapiens inevitablemente disentirán con los arqueólogos que reconstruyen las conductas antiguas en cuanto a qué es lo que constituye el primer ser humano moderno.
Descubrimientos recientes en los campos de la paleontología, la arqueología y particularmente la genética de semejanzas notables entre los humanos actuales y algunos grupos arcaicos complican más la determinación de los orígenes del ser humano moderno. Una de las ideas preponderantes era que el Homo erectus,antecesor de los humanos modernos, había salido de África hace casi dos millones de años y se había dispersado hacia otras zonas del mundo. Posteriormente, los grupos regionales habían evolucionado continuamente hasta llegar al Homo sapiens, y las primeras conductas humanas modernas habían aparecido por primera vez en Europa hace aproximadamente 40,000 años.
Pero las nuevas evidencias indican que los humanos modernos evolucionaron hace relativamente poco en África –y que la transformación que sufrieron tras su salida hace unos 60,000 años no fue tan fluida. Específicamente, los estudios sobre los hombres de Neandertal, parientes cercanos pero extintos del Homo sapiens, están revelando nuevas facetas del desarrollo del humano moderno y al mismo tiempo están intensificando los debates de larga data sobre las diferencias entre las capacidades conductuales de las dos especies.
En sitios de África están surgiendo evidencias arqueológicas de hace más de 60,000 años de elementos clave que se asocian con el Homo sapiens. Entre ellas hay herramientas complejas (que requieren varias etapas de fabricación), simbolismo (por ejemplo, pigmentos rojos de hematites para notación y cuentas para exhibición hechas de conchas y cascarones de huevos de avestruz) y redes de contacto e intercambio de larga distancia. Estos descubrimientos apoyan la opinión de algunos arqueólogos de que únicamente el Homo sapiens era lo suficientemente avanzado para ser considerado como un humano moderno verdadero, mientras que otros grupos como los hombres de Neandertal presentaban únicamente indicios incipientes de tal complejidad, en el mejor de los casos.
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Además, hay pruebas genéticas, basadas en códigos de ADN definidos que se sabe que están relacionados con las funciones cerebrales en los humanos modernos, que indican al menos algunos contrastes cognitivos entre el hombre de Neandertal y el Homo sapiens. También existen diferencias demográficas (grupos reducidos, de baja densidad) que pueden haber obstaculizado la evolución cultural del hombre de Neandertal, en comparación con las redes más extendidas que establecieron los primeros grupos humanos modernos, en África en un inicio y posteriormente en todo el mundo.
Pero también hay evidencias que sugieren que el hombre de Neandertal enterraba a sus muertos con bienes funerarios (objetos presumiblemente destinados a ayudar al muerto en el más allá), producía herramientas complejas (como armazones de piedra montados con masilla) y desarrolló símbolos personales (incluidos pigmentos de óxido de manganeso y dijes hechos con colmillos de animales). Aparentemente también utilizaba plantas con propiedades medicinales.
Además, mediante estudios de ADN cada vez más sofisticados de los grupos extintos, se ha demostrado que, a pesar de su clasificación como Homo neanderthalensis, una especie aparte, el hombre de Neandertal se mezcló con grupos humanos modernos, a medida que estos salían de África. Como resultado, los genomas de muchas personas contienen aproximadamente un 1% de ADN Neandertal.
Dada esta mezcla, algunos investigadores sostienen que se debe reconsiderar el límite entre las especies de los humanos modernos y el hombre de Neandertal y que ambos deben clasificarse como Homo sapiens. Pero yo creo que se sigue justificando una diferenciación de las especies basada en la morfología. De hecho, la controversia científica refleja las limitaciones en el mundo real del concepto de especies biológicas distintas, en el que no caben las mezclas.
La situación se complica más con otros casos de mezclas entre grupos arcaicos nativos de África y
Australasia (por ejemplo, Australia, Nueva Guinea y Bougainville). En el último caso, la mezcla procede de un grupo que se ha encontrado hasta ahora en un solo sitio – las cuevas de Denísova en el sur de Siberia. Los fósiles que se han hallado en ese lugar contienen ADN relacionado con el hombre de Neandertal, pero distinto.
Actualmente hay en Australasia vestigios de ese ADN – que constituyen aproximadamente el 3% de los genomas de algunas personas. Esto indica que el “hombre de Denísova” debe haber existido no solo en Siberia, sino también a lo largo de la ruta del sureste de Asia que los primeros humanos modernos utilizaron para llegar a Australasia, donde ocurrió la hipotética mezcla.
Incluso los africanos subsaharianos de hoy presentan vestigios de un episodio de mezcla en los últimos 50,000 años. En este caso, la fuente puede haber sido un grupo remanente desconocido hasta la fecha de la especie arcaica Homo heidelbergensis – antecesor directo del Homo sapiens y del Homo neanderthalensis – que sobrevivió en algún lugar de África del sur.
No obstante, las verdaderas implicaciones para el mundo real de la persistencia de ADN de esa mezcla no deben malinterpretarse. El hecho de que los paleoantropólogos a menudo se refieren al hombre de Neandertal como humano “arcaico”, debido a sus características primitivas, podría conducir a la trampa semántica de considerar a los seres humanos con mayores proporciones de ADN de mezclas antiguas como menos “evolucionados” que el resto de la humanidad. En realidad, dado que gran parte de las personas tienen ADN africano reciente, todos los seres vivos deberían ser considerados como igualmente “modernos”.
Sin embargo, los descubrimientos recientes no pueden desdeñarse. La disponibilidad de pruebas comerciales genéticas que revelan aproximadamente cuánto ADN Neandertal posee un individuo ofrece una oportunidad de valorar los complejos orígenes de los humanos modernos. Si bien debemos continuar poniendo de relieve la mezcla de modernidad y origen africano de la humanidad, también debemos empezar a aceptar y entender la naturaleza del mosaico emergente de nuestra historia biológica.
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Despite the apparent resilience of Russia's economy, Vladimir Putin’s full-scale war against Ukraine comes at a high economic cost. Not only does it require today’s Russians to live a worse life than they otherwise would have done; it also condemns future generations to the same.
explains the apparent resilience of growth and employment in the face of increasingly tight sanctions.
LONDRES – ¿Qué define a un humano moderno? La respuesta biológica es sencilla: un miembro de la especie Homo sapiens que se caracteriza, entre otras cosas, por tener un cerebro relativamente grande en una cavidad craniana globular, arcos superciliares pequeños arriba de los ojos, un rostro pequeño y plano, un mentón en la mandibular inferior y un esqueleto ligero. Muchas de las características biológicas de los humanos modernos – al menos las que se pueden conservar en forma de fósiles – ya existían en África e Israel hace más de 100,000 años.
Sin embargo, hay otros factores – como las sociedades complejas, las ceremonias, las creencias espirituales, el arte, la música, la tecnología y el lenguaje – también caracterizan a los grupos humanos modernos. ¿Qué características son esenciales para la definición de un “humano moderno” y desde cuándo se puede aplicar esa clasificación?
Puesto que las características morfológicas y conductuales del ser humano evolucionaron a ritmos distintos, esta cuestión es fuente de controversia. En efecto, los paleontólogos que estudian los orígenes físicos del Homo sapiens inevitablemente disentirán con los arqueólogos que reconstruyen las conductas antiguas en cuanto a qué es lo que constituye el primer ser humano moderno.
Descubrimientos recientes en los campos de la paleontología, la arqueología y particularmente la genética de semejanzas notables entre los humanos actuales y algunos grupos arcaicos complican más la determinación de los orígenes del ser humano moderno. Una de las ideas preponderantes era que el Homo erectus,antecesor de los humanos modernos, había salido de África hace casi dos millones de años y se había dispersado hacia otras zonas del mundo. Posteriormente, los grupos regionales habían evolucionado continuamente hasta llegar al Homo sapiens, y las primeras conductas humanas modernas habían aparecido por primera vez en Europa hace aproximadamente 40,000 años.
Pero las nuevas evidencias indican que los humanos modernos evolucionaron hace relativamente poco en África –y que la transformación que sufrieron tras su salida hace unos 60,000 años no fue tan fluida. Específicamente, los estudios sobre los hombres de Neandertal, parientes cercanos pero extintos del Homo sapiens, están revelando nuevas facetas del desarrollo del humano moderno y al mismo tiempo están intensificando los debates de larga data sobre las diferencias entre las capacidades conductuales de las dos especies.
En sitios de África están surgiendo evidencias arqueológicas de hace más de 60,000 años de elementos clave que se asocian con el Homo sapiens. Entre ellas hay herramientas complejas (que requieren varias etapas de fabricación), simbolismo (por ejemplo, pigmentos rojos de hematites para notación y cuentas para exhibición hechas de conchas y cascarones de huevos de avestruz) y redes de contacto e intercambio de larga distancia. Estos descubrimientos apoyan la opinión de algunos arqueólogos de que únicamente el Homo sapiens era lo suficientemente avanzado para ser considerado como un humano moderno verdadero, mientras que otros grupos como los hombres de Neandertal presentaban únicamente indicios incipientes de tal complejidad, en el mejor de los casos.
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Pero también hay evidencias que sugieren que el hombre de Neandertal enterraba a sus muertos con bienes funerarios (objetos presumiblemente destinados a ayudar al muerto en el más allá), producía herramientas complejas (como armazones de piedra montados con masilla) y desarrolló símbolos personales (incluidos pigmentos de óxido de manganeso y dijes hechos con colmillos de animales). Aparentemente también utilizaba plantas con propiedades medicinales.
Además, mediante estudios de ADN cada vez más sofisticados de los grupos extintos, se ha demostrado que, a pesar de su clasificación como Homo neanderthalensis, una especie aparte, el hombre de Neandertal se mezcló con grupos humanos modernos, a medida que estos salían de África. Como resultado, los genomas de muchas personas contienen aproximadamente un 1% de ADN Neandertal.
Dada esta mezcla, algunos investigadores sostienen que se debe reconsiderar el límite entre las especies de los humanos modernos y el hombre de Neandertal y que ambos deben clasificarse como Homo sapiens. Pero yo creo que se sigue justificando una diferenciación de las especies basada en la morfología. De hecho, la controversia científica refleja las limitaciones en el mundo real del concepto de especies biológicas distintas, en el que no caben las mezclas.
La situación se complica más con otros casos de mezclas entre grupos arcaicos nativos de África y
Australasia (por ejemplo, Australia, Nueva Guinea y Bougainville). En el último caso, la mezcla procede de un grupo que se ha encontrado hasta ahora en un solo sitio – las cuevas de Denísova en el sur de Siberia. Los fósiles que se han hallado en ese lugar contienen ADN relacionado con el hombre de Neandertal, pero distinto.
Actualmente hay en Australasia vestigios de ese ADN – que constituyen aproximadamente el 3% de los genomas de algunas personas. Esto indica que el “hombre de Denísova” debe haber existido no solo en Siberia, sino también a lo largo de la ruta del sureste de Asia que los primeros humanos modernos utilizaron para llegar a Australasia, donde ocurrió la hipotética mezcla.
Incluso los africanos subsaharianos de hoy presentan vestigios de un episodio de mezcla en los últimos 50,000 años. En este caso, la fuente puede haber sido un grupo remanente desconocido hasta la fecha de la especie arcaica Homo heidelbergensis – antecesor directo del Homo sapiens y del Homo neanderthalensis – que sobrevivió en algún lugar de África del sur.
No obstante, las verdaderas implicaciones para el mundo real de la persistencia de ADN de esa mezcla no deben malinterpretarse. El hecho de que los paleoantropólogos a menudo se refieren al hombre de Neandertal como humano “arcaico”, debido a sus características primitivas, podría conducir a la trampa semántica de considerar a los seres humanos con mayores proporciones de ADN de mezclas antiguas como menos “evolucionados” que el resto de la humanidad. En realidad, dado que gran parte de las personas tienen ADN africano reciente, todos los seres vivos deberían ser considerados como igualmente “modernos”.
Sin embargo, los descubrimientos recientes no pueden desdeñarse. La disponibilidad de pruebas comerciales genéticas que revelan aproximadamente cuánto ADN Neandertal posee un individuo ofrece una oportunidad de valorar los complejos orígenes de los humanos modernos. Si bien debemos continuar poniendo de relieve la mezcla de modernidad y origen africano de la humanidad, también debemos empezar a aceptar y entender la naturaleza del mosaico emergente de nuestra historia biológica.
Traducción de Kena Nequiz