NUEVA YORK – Hubo un tiempo no tan lejano en el que la destrucción de la capa de ozono de la Tierra parecía un desafío insuperable. Décadas de usar compuestos químicos nocivos, como los clorofluorocarburos (CFC), amenazaban con causar un daño irreparable al planeta. Sin acciones inmediatas, corríamos riesgo de desestabilización climática, ruptura de ecosistemas y quiebre del sistema alimentario. Consecuencias que otrora parecían inimaginables se habían convertido en penosa realidad.
Pero entonces sucedió algo notable: la humanidad se unió para proteger la capa de ozono. Escuchamos las advertencias de los Premios Nobel Paul Crutzen, Mario Molina y Sherwood Rowland, cuyas investigaciones pusieron de manifiesto la gravedad de la amenaza; no ignoramos ni subestimamos la evidencia científica; tampoco enterramos la cabeza en la arena diciendo que el desafío era demasiado grande. En vez de eso, la comunidad global reconoció la necesidad urgente de acción colectiva.
Utilizando el conocimiento científico, hemos transformado industrias enteras y adoptado políticas justas para proteger a los países que no contribuyeron al problema. Gracias al Protocolo de Montreal, ratificado por 197 naciones, hemos dejado de usar casi el 99% de las sustancias destructoras del ozono. Esto ha incluido reducir el uso de CFC y reemplazarlos, y al hacerlo hemos postergado al menos una década el cambio climático.
El éxito de los esfuerzos internacionales de protección de la capa de ozono debe ser un faro de esperanza para la humanidad. Es uno de nuestros mayores logros ambientales, y nos muestra lo que podemos lograr actuando juntos con compromiso, respeto y determinación.
Pero también puede ser una advertencia. Un estudio publicado en 2023 por Johan Rockström y otros veintiocho importantes climatólogos reveló una novedad sorprendente, que resalta la necesidad de adoptar un enfoque colaborativo para proteger el planeta antes de que sea demasiado tarde.
El modelo de límites planetarios que Rockström y otros autores presentaron en 2009 ofrece un marco útil para la evaluación de la salud del planeta. Identifica nueve factores interconectados (entre ellos el clima, la disponibilidad de agua dulce, la biodiversidad y el uso de la tierra) que son cruciales para la estabilidad y habitabilidad del planeta. En el estudio del año pasado, Rockström y sus coautores hallaron que ya hemos cruzado seis de los nueve límites, lo que sitúa a la Tierra en una peligrosa trayectoria que debilita la resiliencia del planeta y pone en peligro el bienestar de las personas. Hay que destacar que la única cuestión en la que hay señales de mejora es la capa de ozono.
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Puesto que la Tierra funciona como un sistema interconectado, no podemos resolver un problema sin encarar los otros. A pesar de ser conscientes de que para que la Tierra siga siendo habitable es crucial respetar los límites planetarios, no hemos actuado con determinación suficiente para frenar la trayectoria actual, que nos lleva a una catástrofe.
Por ejemplo, sabemos que hay más de un millón de especies que están al borde de la extinción (con el consiguiente riesgo de iniciar la ruptura de ecosistemas enteros). También sabemos que el escurrimiento de nitrógeno y fósforo lleva a la proliferación de algas tóxicas en los océanos y sistemas de agua dulce (con lo que se cruza el límite de los flujos bioquímicos). Asimismo, tolerar niveles peligrosos de contaminación química y permitir que nuestros hijos ingieran microplásticos pone en riesgo sistemas vitales de los que depende la supervivencia de la humanidad.
Para restaurar la estabilidad de la Tierra, es necesario que los gobiernos reconozcan la necesidad de respetar los nueve límites planetarios. Esto demanda un compromiso firme con la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y la protección de la biodiversidad y de los recursos hídricos. Además, las probabilidades de éxito aumentan en forma exponencial cuando cooperamos: si la comunidad internacional puede unirse como lo hizo cuando acordó proteger la capa de ozono, entonces hay esperanza.
Pero antes, tenemos que oír el consejo de los pueblos indígenas y de las comunidades locales, y lo que la naturaleza nos está diciendo. Pese a ser menos del 5% de la población global, las comunidades indígenas actúan como sabios custodios del planeta y protegen al menos un cuarto de su superficie terrestre y acuática y un 80% de su biodiversidad.
Para promover esta idea, hemos unido fuerzas con Planetary Guardians, un colectivo independiente formado por líderes globales, científicos y activistas ambientales que defiende el modelo de límites planetarios. Nuestro objetivo es promover su adopción como marco para la evaluación y la orientación de la acción climática colectiva.
Planetary Guardians reúne a líderes de diversos países, industrias, grupos etarios, géneros y culturas, con la idea de aprovechar nuestra diversidad de orígenes y experiencias para hallar soluciones que permitan proteger el planeta. Los recursos del mundo son finitos, pero el ingenio humano y nuestra capacidad para resolver problemas complejos no tienen límites. Lo que realmente importa es qué tipo de Tierra queremos dejar a las generaciones futuras.
Es verdad que no hay respuestas sencillas ni soluciones fáciles. Nuestro futuro depende de lo que cada uno de nosotros esté dispuesto a hacer. Pero al salvar la capa de ozono, ya hemos demostrado que la acción colectiva veloz e informada puede facilitar los cambios necesarios para sostener la vida humana en el planeta.
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Recent developments that look like triumphs of religious fundamentalism represent not a return of religion in politics, but simply the return of the political as such. If they look foreign to Western eyes, that is because the West no longer stands for anything Westerners are willing to fight and die for.
thinks the prosperous West no longer understands what genuine political struggle looks like.
Readers seeking a self-critical analysis of the former German chancellor’s 16-year tenure will be disappointed by her long-awaited memoir, as she offers neither a mea culpa nor even an acknowledgment of her missteps. Still, the book provides a rare glimpse into the mind of a remarkable politician.
highlights how and why the former German chancellor’s legacy has soured in the three years since she left power.
NUEVA YORK – Hubo un tiempo no tan lejano en el que la destrucción de la capa de ozono de la Tierra parecía un desafío insuperable. Décadas de usar compuestos químicos nocivos, como los clorofluorocarburos (CFC), amenazaban con causar un daño irreparable al planeta. Sin acciones inmediatas, corríamos riesgo de desestabilización climática, ruptura de ecosistemas y quiebre del sistema alimentario. Consecuencias que otrora parecían inimaginables se habían convertido en penosa realidad.
Pero entonces sucedió algo notable: la humanidad se unió para proteger la capa de ozono. Escuchamos las advertencias de los Premios Nobel Paul Crutzen, Mario Molina y Sherwood Rowland, cuyas investigaciones pusieron de manifiesto la gravedad de la amenaza; no ignoramos ni subestimamos la evidencia científica; tampoco enterramos la cabeza en la arena diciendo que el desafío era demasiado grande. En vez de eso, la comunidad global reconoció la necesidad urgente de acción colectiva.
Utilizando el conocimiento científico, hemos transformado industrias enteras y adoptado políticas justas para proteger a los países que no contribuyeron al problema. Gracias al Protocolo de Montreal, ratificado por 197 naciones, hemos dejado de usar casi el 99% de las sustancias destructoras del ozono. Esto ha incluido reducir el uso de CFC y reemplazarlos, y al hacerlo hemos postergado al menos una década el cambio climático.
El éxito de los esfuerzos internacionales de protección de la capa de ozono debe ser un faro de esperanza para la humanidad. Es uno de nuestros mayores logros ambientales, y nos muestra lo que podemos lograr actuando juntos con compromiso, respeto y determinación.
Pero también puede ser una advertencia. Un estudio publicado en 2023 por Johan Rockström y otros veintiocho importantes climatólogos reveló una novedad sorprendente, que resalta la necesidad de adoptar un enfoque colaborativo para proteger el planeta antes de que sea demasiado tarde.
El modelo de límites planetarios que Rockström y otros autores presentaron en 2009 ofrece un marco útil para la evaluación de la salud del planeta. Identifica nueve factores interconectados (entre ellos el clima, la disponibilidad de agua dulce, la biodiversidad y el uso de la tierra) que son cruciales para la estabilidad y habitabilidad del planeta. En el estudio del año pasado, Rockström y sus coautores hallaron que ya hemos cruzado seis de los nueve límites, lo que sitúa a la Tierra en una peligrosa trayectoria que debilita la resiliencia del planeta y pone en peligro el bienestar de las personas. Hay que destacar que la única cuestión en la que hay señales de mejora es la capa de ozono.
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Puesto que la Tierra funciona como un sistema interconectado, no podemos resolver un problema sin encarar los otros. A pesar de ser conscientes de que para que la Tierra siga siendo habitable es crucial respetar los límites planetarios, no hemos actuado con determinación suficiente para frenar la trayectoria actual, que nos lleva a una catástrofe.
Por ejemplo, sabemos que hay más de un millón de especies que están al borde de la extinción (con el consiguiente riesgo de iniciar la ruptura de ecosistemas enteros). También sabemos que el escurrimiento de nitrógeno y fósforo lleva a la proliferación de algas tóxicas en los océanos y sistemas de agua dulce (con lo que se cruza el límite de los flujos bioquímicos). Asimismo, tolerar niveles peligrosos de contaminación química y permitir que nuestros hijos ingieran microplásticos pone en riesgo sistemas vitales de los que depende la supervivencia de la humanidad.
Para restaurar la estabilidad de la Tierra, es necesario que los gobiernos reconozcan la necesidad de respetar los nueve límites planetarios. Esto demanda un compromiso firme con la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y la protección de la biodiversidad y de los recursos hídricos. Además, las probabilidades de éxito aumentan en forma exponencial cuando cooperamos: si la comunidad internacional puede unirse como lo hizo cuando acordó proteger la capa de ozono, entonces hay esperanza.
Pero antes, tenemos que oír el consejo de los pueblos indígenas y de las comunidades locales, y lo que la naturaleza nos está diciendo. Pese a ser menos del 5% de la población global, las comunidades indígenas actúan como sabios custodios del planeta y protegen al menos un cuarto de su superficie terrestre y acuática y un 80% de su biodiversidad.
Para promover esta idea, hemos unido fuerzas con Planetary Guardians, un colectivo independiente formado por líderes globales, científicos y activistas ambientales que defiende el modelo de límites planetarios. Nuestro objetivo es promover su adopción como marco para la evaluación y la orientación de la acción climática colectiva.
Planetary Guardians reúne a líderes de diversos países, industrias, grupos etarios, géneros y culturas, con la idea de aprovechar nuestra diversidad de orígenes y experiencias para hallar soluciones que permitan proteger el planeta. Los recursos del mundo son finitos, pero el ingenio humano y nuestra capacidad para resolver problemas complejos no tienen límites. Lo que realmente importa es qué tipo de Tierra queremos dejar a las generaciones futuras.
Es verdad que no hay respuestas sencillas ni soluciones fáciles. Nuestro futuro depende de lo que cada uno de nosotros esté dispuesto a hacer. Pero al salvar la capa de ozono, ya hemos demostrado que la acción colectiva veloz e informada puede facilitar los cambios necesarios para sostener la vida humana en el planeta.
Traducción: Esteban Flamini