LONDRES – Dentro de unos días, el presidente chino Xi Jinping encabezará una reunión con muchos de los líderes de los 65 países que participan de la iniciativa “Cinturón y ruta de la seda” (OBOR, por la sigla en inglés), un revolucionario programa que canalizará inversiones por miles de millones de dólares a proyectos de infraestructura en Asia, África y Europa. El proyecto se apoya en sólidos argumentos económicos, pero ha generado reacciones ambiguas.
El principal motivador de la iniciativa OBOR es la conectividad física: una infraestructura eficiente mejora la productividad, alienta la inversión y reduce los costos del comercio. La existencia de canales eficaces de intercambio de bienes y redes de información bien conectadas acelera el crecimiento, aumenta las oportunidades económicas y reduce la desigualdad.
La buena noticia es que esa infraestructura puede construirse en forma eficiente y rentable. La clave es una cooperación que aproveche las ventajas comparativas de cada país (trátese de capital, habilidades tecnológicas, capacidades logísticas o constructivas, materias primas o incluso bienes industriales). Esta estrategia puede ser disparador de desarrollo en países de bajos ingresos y ayudar a las economías emergentes a eludir la temida trampa de los ingresos medios.
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While China was an early mover in regulating generative AI, it is also highly supportive of the technology and the companies developing it. Chinese AI firms might even have a competitive advantage over their American and European counterparts, which are facing strong regulatory headwinds and proliferating legal challenges.
thinks the rules governing generative artificial intelligence give domestic firms a competitive advantage.
After years in the political wilderness, the UK Labour Party is now far ahead in opinion polls, with sensible plans for improving the country's economic performance. But to translate promises into results, any future government will have to do something about the elephant in the room: chronic under-investment.
explains what it will take for any political party to restore hope in the country's long-term economic future.
LONDRES – Dentro de unos días, el presidente chino Xi Jinping encabezará una reunión con muchos de los líderes de los 65 países que participan de la iniciativa “Cinturón y ruta de la seda” (OBOR, por la sigla en inglés), un revolucionario programa que canalizará inversiones por miles de millones de dólares a proyectos de infraestructura en Asia, África y Europa. El proyecto se apoya en sólidos argumentos económicos, pero ha generado reacciones ambiguas.
El principal motivador de la iniciativa OBOR es la conectividad física: una infraestructura eficiente mejora la productividad, alienta la inversión y reduce los costos del comercio. La existencia de canales eficaces de intercambio de bienes y redes de información bien conectadas acelera el crecimiento, aumenta las oportunidades económicas y reduce la desigualdad.
La buena noticia es que esa infraestructura puede construirse en forma eficiente y rentable. La clave es una cooperación que aproveche las ventajas comparativas de cada país (trátese de capital, habilidades tecnológicas, capacidades logísticas o constructivas, materias primas o incluso bienes industriales). Esta estrategia puede ser disparador de desarrollo en países de bajos ingresos y ayudar a las economías emergentes a eludir la temida trampa de los ingresos medios.
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