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Cómo navegar las transiciones importantes en una economía incierta

CAMBRIDGE – Una vez más, la economía de Estados Unidos y los pronosticadores de mercado están atravesando un momento difícil. Peor aún, mientras que 2023 sorprendió para bien, la desviación de las proyecciones en 2024 podría ser mucho menos favorable.

Recordemos el inicio de 2023. Los pronosticadores habían anticipado mayoritariamente un año difícil para el crecimiento económico, y que esto se traduciría en pérdidas adicionales para los inversores con carteras diversificadas que ya habían sufrido uno de los peores años de los que haya registro en 2022. En un titular hoy famoso de octubre de 2022, Bloomberg advertía: “El pronóstico de una recesión estadounidense de aquí a un año alcanza el 100% en un revés para Biden”.

La predicción de una recesión en 2023 resultó correcta, pero solo para Alemania y el Reino Unido, no para Estados Unidos. El contraste es asombroso. Mientras que los dos primeros países experimentaron dos trimestres de crecimiento negativo en la segunda mitad del año, la economía de Estados Unidos creció a una tasa anualizada de alrededor del 4%. Por otro lado, las alarmantes pérdidas de inversión ocurridas a comienzos del año arrojaron, en general, ganancias sólidas, debido al giro drástico que experimentaron las acciones y los bonos en octubre.

Tras el escarmiento de esa experiencia, la mayoría de los pronosticadores entraron en 2024 con una perspectiva bastante halagüeña, y anticiparon que la excepcionalidad del crecimiento de Estados Unidos continuaría, al igual que los sólidos retornos de la inversión. Sin embargo, los datos de crecimiento para el primer trimestre estuvieron por debajo del pronóstico de consenso y la inflación terminó siendo más persistente de lo que muchos esperaban.

Las dificultades que enfrentan los pronosticadores se ven complicadas por dos fenómenos más amplios que podrían durar varios años. Estos se pueden ubicar en dos categorías: transiciones y divergencias. Muchas economías avanzadas se han embarcado en una transición de un mundo de desregulación, liberalización y prudencia fiscal a un mundo orientado en torno a la política industrial, una regulación renovada y déficits presupuestarios sostenidos en una escala que antes habría sido impensable.

Por otra parte, las políticas de estas economías se están volviendo más diferenciadas, mientras que antes representaban respuestas comunes a shocks comunes. A nivel internacional, la globalización está dando lugar a la fragmentación. Todo esto sucede en un momento en que las economías de todo el mundo tendrán diferentes sensibilidades a las innovaciones transformacionales en inteligencia artificial, ciencias biológicas, energía sustentable y otros campos, así como a los conflictos geopolíticos y a las tendencias. Asimismo, algunos países son mucho más flexibles que otros cuando se trata de ajustar los factores de producción e introducir medidas políticas para mejorar la productividad frente a las circunstancias cambiantes.

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A falta de compromisos políticos comunes y fuentes de convergencia externas, el mundo estará sujeto a un rango de desenlaces mucho más amplio, además de shocks potencialmente más frecuentes y violentos. Pero este también es un mundo que, si se lo transita bien, puede ofrecer mejores niveles de crecimiento a largo plazo impulsados por la productividad, que también son más inclusivos y respetuosos de los límites planetarios.

Hay tres cuestiones que son esenciales para descifrar lo que 2024-25 le deparará a la economía estadounidense, que hoy es el único motor importante de crecimiento global: la función de reacción de la Reserva Federal, la resiliencia de los consumidores de menores ingresos y el equilibrio entre innovaciones que impulsen la productividad y vientos de frente en el ámbito político, social y geopolítico.
 

Una inflación persistente combinada con un crecimiento más lento pondrá a la Fed entre la espada y la pared. Frente a las incertidumbres en materia de crecimiento y el nuevo paradigma global de oferta agregada insuficientemente flexible, la Fed tendrá que decidir si aferrarse a su meta de inflación del 2% o permitir una meta ligeramente más alta, al menos por ahora.

El futuro de la excepcionalidad del crecimiento estadounidense también dependerá, en un grado considerable, de los consumidores de menores ingresos. Los balances de estos hogares se han venido deteriorando en tanto los ahorros de la era pandémica y los pagos de estímulos han menguado y la deuda de tarjetas de crédito ha aumentado. Dadas las altas tasas de interés y la pérdida de entusiasmo de algunos acreedores, la voluntad de consumir de este grupo dependerá de si el mercado laboral se mantiene o no ajustado.

El tercer factor tiene que ver con las tensiones entre innovaciones fascinantes y un paisaje político y geopolítico frágil, que hace que esta sea el área más difícil para proporcionar pronósticos confiables.

Mientras que los avances tecnológicos prometen un nuevo shock de oferta favorable que podría generar un mayor crecimiento y hacer bajar la inflación, los desarrollos geopolíticos podrían hacer lo contrario, y a su vez limitar el alcance de la política macroeconómica. Basta con considerar las consecuencias estanflacionarias de un shock geopolítico que envíe el petróleo por encima de los 100 dólares por barril, o de un mayor deterioro de las relaciones entre China y Estados Unidos. No cuesta imaginar que el “desequilibrio estable” de hoy pueda dar lugar a un desequilibrio más volátil, que luego alimente la inestabilidad financiera.

Un crecimiento estadounidense sostenido es especialmente importante en esta coyuntura porque China y Europa todavía no han restablecido su propio impulso de crecimiento, y porque los “países pendulares” como India y Arabia Saudita todavía no están en condiciones de reemplazar a estos motores de crecimiento global alternativos. (Lo mismo es válido para Japón, aunque su economía y combinación de políticas están en la mejor posición en décadas).

Desde una perspectiva sectorial, el crecimiento para los próximos años estará impulsado esencialmente por las innovaciones tecnológicas y las fuerzas económicas, sociales y políticas que engendran. La IA generativa, las ciencias biológicas y la energía sustentable aportarán un amplio rango de reacciones a nivel de las empresas, y también habrá que observar a sectores como la defensa tradicional, la atención médica y la ciberseguridad.

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A pesar de las muchas incertidumbres, me voy a arriesgar y voy a ofrecer algunas probabilidades ilustrativas: pongo las chances de un aterrizaje suave de Estados Unidos en alrededor del 50%, la probabilidad de un (engañosamente llamado) “no aterrizaje” -mayor crecimiento sin presiones inflacionarias adicionales y estabilidad financiera genuina- en torno al 15% y la chance de una recesión y nuevas amenazas de inestabilidad financiera en un 35%.

O, para los que prefieren las imágenes a los números, imaginen un camino accidentado y sinuoso que perfectamente podría conducir a un destino deseable en el largo plazo. Hoy lo recorren autos cuyos motores y conductores varían ampliamente en términos de calidad y de stock de ruedas de auxilio; y esos conductores también deben interactuar con reguladores que todavía intentan descifrar cuáles deberían ser las reglas del camino.

Si bien las variables económicas fundamentales, las finanzas y la formulación de políticas obviamente influirán en la perspectiva de crecimiento para 2024-25, la geopolítica y la política nacional tendrán un impacto mucho mayor que en años anteriores. Un mundo de transiciones y divergencias inherentemente inciertas exige un análisis más granular, un equilibro apropiado de resiliencia y agilidad y una mente abierta.

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