Israeli flags fly near the Dome of the Rock in the Al-Aqsa mosque compound Thomas Coex/Getty Images

Trump y el futuro de Jerusalén

TEL AVIV – Henry Kissinger, ex secretario de Estado de los Estados Unidos, dijo que Israel en realidad no tiene política exterior, sólo política interna. Pero lo mismo puede decirse de Estados Unidos, particularmente en relación con el conflicto entre Israel y Palestina.

Todos los presidentes estadounidenses que intentaron resolver el conflicto se encontraron con obstáculos políticos internos inmensos, incluso insuperables. Con la reciente decisión de reconocer a Jerusalén como capital de Israel, Donald Trump lleva esta tendencia al siguiente nivel, aunque puede ser que el resultado sólo sea más estancamiento.

La declaración de Trump sobre Jerusalén es la última manifestación de la búsqueda de legitimidad interna de este presidente improbable, por la que prácticamente se ha obsesionado con cumplir sus promesas de campaña más extremas y contraproducentes, entre ellas el abandono o renegociación de importantes tratados internacionales como el Acuerdo Transpacífico y el acuerdo de París sobre el clima. También es un intento de complacer los sueños mesiánicos de su inmenso electorado evangélico.

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