Muerte por masculinidad

LONDRES – Los medios de comunicación constantemente informan sobre las maneras en que las actividades cotidianas pueden dañar nuestra salud. No obstante, quizás el riesgo para la salud mundial de más largo alcance, pero a la vez más desatendido, surge de las normas de género.

A pesar de la abrumadora evidencia que indica que los estereotipos y las expectativas basadas en el género pueden afectar negativamente a la salud, los problemas de salud relacionados con el género se ignoran o mal interpretan, y a menudo las organizaciones internacionales de salud constriñen los esfuerzos específicos de género a las mujeres o, aún de forma más estrecha, a únicamente las madres. Sin embargo, según información de la Organización Mundial de la Salud, en todos los países con excepción de tres países en el mundo (in all but three countries worldwide), las mujeres tienen una mayor esperanza de vida que los hombres, que llega hasta un máximo de siete años más, como es el caso en Japón, o por lo menos hasta un año más, como ocurre en los países más pobres del África subsahariana.

La mayor esperanza de vida de las mujeres se ha vinculado a las diferencias en la “predisposición biológica”, que se explican con teorías que van desde la protección que ofrece los niveles más bajo de hierro en las mujeres hasta la ausencia de genes “extra” que están presentes en el cromosoma “Y” de los hombres. Sin embargo, algunos de los factores más obvios que acortan la vida de los hombres se encuentran en un ámbito más común y silvestre, pero políticamente más sensible: en las diferencias entre los comportamientos que se consideran “apropiados” tanto para los hombres como para las mujeres, según lo dictado por la sociedad y reforzado por el mercado.

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