El parque de safaris del cambio climático

COPENHAGUE – Mientras Barack Obama se prepara para asumir la presidencia, conviene tener en cuenta un pasaje de su libro Sueños de mi padre: es muy revelador de la manera como ve los problemas mundiales.

Obama está en Kenia y quiere ir a un safari. Su hermana keniata Auma lo reprende por comportarse como un neocolonialista. “¿Por qué todas esas tierras deben dejarse de lado para los turistas, cuando se las podría usar para cultivar alimentos? A estos wazungu les importa más un elefante muerto que cien niños negrosampquot;. Aunque termina yendo al safari, Obama no tiene respuesta para esa pregunta.

La anécdota tiene paralelos con la preocupación actual acerca del calentamiento global. Muchas personas, incluido el nuevo presidente de Estados Unidos, creen que es el problema más acuciante de nuestros tiempos, y que reducir las emisiones de CO2 es una de las mejores cosas que podemos hacer.

Para estirar la metáfora un poco, es algo parecido a crear parques de safari cada vez más grandes, en lugar de tierras de cultivo para alimentar a los hambrientos.

No nos equivoquemos: el calentamiento global es real y lo crean las emisiones de CO2 generadas por el hombre. El problema es que ni siquiera las reducciones del CO2 global, draconianas e inmensamente costosas, tendrán mucho impacto en las temperaturas para mediados de siglo. En lugar de reducciones ineficaces y costosas, deberíamos destinar mucho más de nuestras buenas intenciones climáticas a aumentar radicalmente la I y D en tecnologías que no emitan carbono, lo que arreglaría el clima hacia la mitad de siglo, a bajo coste. Pero lo que es más importante para la mayor parte de los ciudadanos del planeta es que el calentamiento global simplemente exacerba los problemas existentes, problemas que hoy en día no nos tomamos en serio.

Piénsese en la malaria. Los modelos muestran que el calentamiento global aumentará la incidencia de la malaria en cerca del 3% para fines de siglo, porque es más probable que los mosquitos sobrevivan en condiciones más cálidas. Sin embargo, esta enfermedad está mucho más estrechamente vinculada a la infraestructura sanitaria y al nivel de riqueza general que a la temperatura. La gente rica raramente contrae malaria ni muere de ella, mientras que eso sí ocurre con la gente pobre.

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Si se reducen drásticamente las emisiones de carbono, en cien años sería posible evitar la incidencia de la malaria en un 0,2%. Quienes propugnan esa medida son muchos y se hacen oír fuerte, y en su mayoría provienen del mundo rico y que no está afectado por la malaria.

La otra opción es simplemente priorizar la erradicación de la malaria hoy. Sería algo relativamente barato y simple que implicaría una mayor distribución de mallas para cama tratadas con insecticida, más tratamientos preventivos para las mujeres embarazadas, aumentar el uso del desprestigiado pesticida DDT, y apoyar a las naciones pobres que no se pueden permitir pagar las mejores terapias nuevas.

Enfrentar casi el 100% de la malaria mundial actual costaría apenas una decimosexta parte de lo que cuesta el Protocolo de Kioto. Dicho de otra manera: por cada persona salvada de la malaria gracias a las reducciones de las emisiones de CO2, las políticas directas contra la malaria podrían haber salvado 36.000. Por supuesto, las reducciones de emisiones de gases de carbono no han sido concebidas sólo para reducir la malaria. Sin embargo, por cada problema que resulte exacerbado por el calentamiento global (huracanes, hambre, inundaciones), podríamos lograr muchísimo más hoy mismo con medidas directas y menos costosas.

Por ejemplo, habría sido posible moderar los efectos del Huracán Katrina sobre Nueva Orleans con diques que hubieran recibido un mantenimiento adecuado y mejores servicios de evacuación, no con menores emisiones de carbono. Durante la temporada de huracanes de 2004, Haití y la República Dominicana, que ocupan la misma isla, dieron una gran lección al respecto. En la República Dominicana, que había invertido en refugios para huracanes y en redes de evacuación de emergencia, murieron menos de diez personas. En Haití, donde no existen estas políticas, murieron 2000 personas. Era cientos de veces más probable que un haitiano muriera en una tormenta equivalente que un dominicano.

La elección de Obama ha aumentado las esperanzas de que haya un gran compromiso con las reducciones de carbono y un gran aumento del gasto en energías renovables para salvar el mundo... beneficiando especialmente a las naciones desarrolladas. Como la hermana keniata de Obama podría atestiguar, sería un lujo costoso. Algunos creen que Obama debería seguir el ejemplo de la Unión Europea, que se ha comprometido con la ambiciosa meta de reducir las emisiones de carbono en un 20%, hasta llevarlas a niveles inferiores a los de 1990 dentro de 12 años mediante el uso de energías renovables.

Sólo esto costará probablemente más de un 1% del PGB. Incluso si todo el mundo sigue esos pasos, el efecto neto sería reducir las temperaturas globales en un vigésimo de grado Fahrenheit para fines de siglo. El costo serían unos impresionantes $10 billones.

Alemania ha subsidiado los paneles solares, como algunos esperaron que Obama hiciera. En consecuencia, todos, incluidos los pobres, pagan impuestos para que los beneficiaron más ricos sientan que hacen buenas cosas por la ecología. Sin embargo, los modelos climáticos demuestran que los $156 mil millones en gasto de Alemania retrasarán el calentamiento en apenas una hora para fines de siglo. Por un quinto de ese coste, podríamos proporcionar micronutrientes esenciales a de 2 a 3 mil millones de personas, con lo que se evitarían quizás un millón de muertes y se fortalecería física y mentalmente a la mitad de la población del planeta. Una y otra vez, parecemos escoger el dudoso lujo de otro parque de safaris por sobre los prosaicos beneficios de una granja adicional.

La mayor parte de los modelos económicos muestran que el daño total que generará el calentamiento global para fines de siglo será de cerca de un 3% del PGB. No es algo trivial, pero no es tampoco el fin del mundo. Para fines de siglo, La ONU espera que la persona promedio sea 1400% veces más rica que hoy.

Un viaje a un safari africano enfrentó un día al nuevo presidente de los Estados Unidos a una pregunta que no pudo responder: por qué los elefantes tan apreciados por el mundo rico, en lugar de los niños africanos. La versión actual de esta pregunta es: ¿por qué las naciones ricas gastan cantidades obscenas de dinero en el cambio climático, logrando casi nada en los próximos 100 años, cuando podríamos hacer tanto bien a la humanidad hoy mismo, por mucho menos dinero? El mundo estará atento a la respuesta de Obama.

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