PRINCETON – La crisis del coronavirus nos está obligando a reevaluar profundamente la forma en que funcionan el gobierno y la economía. Como Matthew M. Kavanagh, de la Universidad de Georgetown, sostiene en The Lancet, la pandemia ha revelado un trilema: es imposible tener una sociedad médicamente sana, una economía sana y una democracia sana a la vez.
Esto implica que, si queremos que las aerolíneas sigan volando y haya movimiento en los bares y restaurantes, más gente enfermará y morirá. Por otra parte, si cerramos esas actividades, la caída económica sea mucho más grave que la crisis financiera mundial de 2008, con tasas de desempleo similares a las de la Gran Depresión y, tal vez, mucho mayores. Muchas de las empresas —especialmente las pequeñas tiendas, los restaurantes y los proveedores de servicios— que cerraron «temporalmente», de hecho nunca volverán a abrir sus puertas.
Cuando pensamos en la naturaleza de la crisis actual, también podemos imaginar un sistema riguroso e invasivo para identificar a las personas infectadas e inmediatamente rastrear sus contactos. Con la tecnología de vigilancia moderna se puede determinar quién estuvo a tu lado en el autobús, o te entregó un recibo cuando fuiste a la tienda, pero aunque esa información puede ser tremendamente valiosa para limitar los contagios, su recolección implica una pérdida de privacidad de dimensiones similares.
PRINCETON – La crisis del coronavirus nos está obligando a reevaluar profundamente la forma en que funcionan el gobierno y la economía. Como Matthew M. Kavanagh, de la Universidad de Georgetown, sostiene en The Lancet, la pandemia ha revelado un trilema: es imposible tener una sociedad médicamente sana, una economía sana y una democracia sana a la vez.
Esto implica que, si queremos que las aerolíneas sigan volando y haya movimiento en los bares y restaurantes, más gente enfermará y morirá. Por otra parte, si cerramos esas actividades, la caída económica sea mucho más grave que la crisis financiera mundial de 2008, con tasas de desempleo similares a las de la Gran Depresión y, tal vez, mucho mayores. Muchas de las empresas —especialmente las pequeñas tiendas, los restaurantes y los proveedores de servicios— que cerraron «temporalmente», de hecho nunca volverán a abrir sus puertas.
Cuando pensamos en la naturaleza de la crisis actual, también podemos imaginar un sistema riguroso e invasivo para identificar a las personas infectadas e inmediatamente rastrear sus contactos. Con la tecnología de vigilancia moderna se puede determinar quién estuvo a tu lado en el autobús, o te entregó un recibo cuando fuiste a la tienda, pero aunque esa información puede ser tremendamente valiosa para limitar los contagios, su recolección implica una pérdida de privacidad de dimensiones similares.