Misiles, Mickey Mouse y Corea del Norte

PYONGYANG: Lo más predecible de Corea del Norte es su impredictibilidad. Un día de la semana pasada el hijo de su "Querido Líder", Kim Jong-il, fue arrestado por intentar entrar a Japón con un pasaporte falso (supuestamente para llevar a su hijo a la Disneylandia de Tokyo); otro día nos presenta la promesa de mantener su moratoria para las pruebas de misiles hasta 2003 así como continuar con las ventas de tecnología balística a países como Irán. Pero hay un segundo elemento, que tampoco cambia, en los asuntos norcoreanos: su economía “basket-case”.

Quizá un millón de personas murieron en la hambruna de Corea del Norte entre 1995 y 1997. Ahora el Programa Mundial de Alimentos teme que otra hambruna se esté gestando: es muy probable que la producción agrícola del país caiga a 1.8 millones de toneladas de grano, mucho menos que los 4.8 millones de toneladas necesarias para proveer la magra ración de 7 onzas diarias (la mitad de la porción diaria suministrada en los campos de refugiados de las Naciones Unidas) que los norcoreanos reciben. Para empeorar la cosa, las reservas alimenticias de la nación se terminaron en enero y el apoyo alimenticio brindado por Corea del Sur se terminará este mes.

Aunque el Programa Mundial de Alimentos mantiene a los seis millones de niños de Corea del Norte, 17 millones de adultos tienen que vérselas solos. (Un programa tipo "milicia primero" asegura que la mayoría de los suministros sean desviados a los inmensos ejército y burocracia permanentes de Corea del Norte.) Para sobrevivir, muchos norcoreanos recolectan raíces y hojas comestibles y hacen sopa con tallos de col y desperdicios vegetales. Aquellos que logren mantenerse con vida estarán más desnutridos que nunca y el porcentaje de niños cuyo crecimiento es obstaculizado será mayor que los dos tercios de la actualidad.

La próxima minicosecha norcoreana no ocurrirá sino hasta finales de junio. Pero esta cosecha no será ni siquiera tan buena como la abismal del año pasado. Al mismo tiempo, Corea del Sur reducirá la cantidad de fertilizante que provee, de 300,000 toneladas a sólo 200,000 toneladas. Pero aún esa pequeña ayuda era disputada por algunas personas en Seúl, quienes argumentaban que las condiciones de las mejoradas relaciones entre norte y sur debían ser afianzadas.

Estas desoladoras condiciones son resultado del bizarro tipo de socialismo de Corea del Norte, conocido como "juche". Inventado por el padre de Kim Jong-il, el actual líder de Corea del Norte ha seguido promoviendo el "juche" a través de casi 900 libros y artículos.

A pesar de haber esquivado el Marxismo-Leninismo para favorecer el "juche" en 1967, los subsidios soviéticos mantuvieron a la economía norcoreana con la nariz fuera del agua hasta 1991. Debilitada por el colapso de la URSS, la economía cayó en picada después de sequías e inundaciones consecutivas en 1995, 1996 y 1997. Aunque evita hablar de ello en casa, quizá hasta Kim Jong-il cree ahora que el "juche" es una filosofía perdedora. Así, buscó consejo en China.

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Consejos específicos de "cómo hacer" es lo que Kim quiere de China. Durante la primera de sus dos misiones a China del año pasado, Kim Jong-il preguntó al presidente Jian Zemin qué hacer para dirigirse hacia una economía de mercado sin abandonar la dictadura autoritaria. Con gusto, dijo el presidente Jian. Primero, hay que suprimir firmemente la disidencia política tan pronto como aparezca. Segundo, hay que examinar nuestras casas de bolsa y nuestras especiales zonas económicas. En su segundo viaje a China, poco después de la histórica reunión entre Kim Jong-il y el presidente de Corea del Sur, Kim Dae Jung, en junio pasado, el líder norcoreano fue llevado a Shanghai por el Premier Zhu Rongji para mostrarle su casa de bolsa y la vasta zona de desarrollo de Pudong.

Nadie duda que Jian Zemin sabe cómo mantener un régimen autoritario. ¿Pero será el mejor consejero en cuanto a la forma en la que debe cambiarse la economía de Corea del Norte? Probablemente no: Corea del Norte no es China. Las políticas que transformaron a China durante las dos últimas décadas tienen poca posibilidad de funcionar en Corea del Norte. Pasará un largo tiempo antes de que el "Querido Líder" logre persuadir a sus seguidores de que un mercado de valores, con su necesidad de corporaciones y hasta de privatización, está conectado de alguna manera con la primera etapa del "juche". Haberse convencido a sí mismos de que la reforma era inevitable fue una de las mayores proezas del liderazgo chino encabezado por Deng.

En china, las zonas económicas –sobre todo las cinco Zonas Económicas Especiales y el área de Pudong en Shanghai– funcionan porque, desde su introducción, fueron visualizadas como laboratorios para la realización de experimentos económicos, sociales y hasta políticos. La mayor contribución de las zonas fue permitir la experimentación con fuerzas de mercado de forma limitada, y por lo tanto políticamente aceptable, antes de aplicar las lecciones aprendidas a lo largo y ancho del país.

Deng Xiao Ping, quien autorizó las zonas, entendió que al abrir la economía China al mundo externo las zonas permitirían inevitablemente que los "mosquitos" volaran hacia el interior del país. Él aceptó este riesgo como el precio que debía pagarse para mejorar el estado económico de los chinos ordinarios. Tenía razón, los mosquitos sí llegaron, trayendo corrupción, criminalidad, ideas progresivas y liberales y –quizá lo más importante– la conciencia de la forma de vida en el resto del mundo.

La vida en Corea del Norte, sin embargo, está sellada herméticamente. Los únicos radios permitidos en el país son los que sintonizan estaciones norcoreanas. Son pocos los norcoreanos a los que se les permite visitar Pyongyang, la capital del país, mientras que millones de chinos viajan y estudian en el exterior todos los años. Sin duda, cuando Corea del Norte buscó a académicos suecos para pedir entrenamiento en administración de negocios, insistieron en que se llevara a cabo en condiciones tan similares a las prevalecientes en Corea del Norte como fuera posible. Así que el entrenamiento se realizará, no en Estocolmo o alguna otra ciudad abierta, sino en la ciudad comunista de Hanoi.

Desde Kim Jong-il hasta el último miembro, el liderazgo norcoreano ha mostrado que está poco conciente, o nada, de los "mosquitos" que trae consigo la apertura de la economía y la voluntad. A diferencia de Deng, no les parecerán aceptables. Lo más probable es que la sopa de tallo de col y la ensalada de pasto, tristemente, sigan dominando la dieta de la gente de Corea del Norte, que ha sufrido ya largo tiempo, durante todavía otro largo periodo.

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