

From semiconductors to electric vehicles, governments are identifying the strategic industries of the future and intervening to support them – abandoning decades of neoliberal orthodoxy in the process. Are industrial policies the key to tackling twenty-first-century economic challenges or a recipe for market distortions and lower efficiency?
JOHANNESBURGO – Uno de los errores de interpretación más habituales que cometen los dirigentes europeos respecto de la hostilidad del presidente estadounidense Donald Trump hacia los aliados tradicionales de Estados Unidos o la prontitud con que su gobierno se ha lanzado a demoler el orden internacional es suponer que nada de esto sucedió antes. Todo lo contrario.
“Mi filosofía es que todos los extranjeros quieren jodernos, y nuestra tarea es joderlos a ellos antes”. Es lo que sostuvo en 1971 John Connally, entonces secretario del Tesoro de los Estados Unidos, como parte de su exitoso intento de convencer al presidente Richard Nixon de que era hora de castigar a Europa abandonando el sistema de Bretton Woods.
Sin duda Trump también coincidiría con que “puestos a elegir entre los requisitos de un sistema internacional estable y la conveniencia de conservar la libertad de acción para la política nacional, varios países, entre ellos Estados Unidos, eligieron bien y optaron por lo segundo”. Lo dijo Paul Volcker, entonces presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, refiriéndose a la decisión de Nixon en un discurso que pronunció siete años después. El futuro presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos declaró además que una “reducción controlada de la integración de la economía mundial [era] un objetivo legítimo para los ochenta”.
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