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Las metas de inflación no son para todos

ZÚRICH – Por lo general, se considera que las metas de inflación son la mejor estrategia en materia de política monetaria, inclusive en el caso de economías abiertas pequeñas. Con su debut en Nueva Zelanda y Canadá a comienzos de los años 1990 -y adoptadas rápidamente por Australia, Suecia y el Reino Unido, y luego por Islandia y Noruega, entre otros-, se cree que han reducido drásticamente el nivel y la variabilidad de la inflación donde se las ha aplicado de manera constante. Una inflación más baja y predecible, a su vez, ha demostrado redundar en un mejor desempeño económico, ayudando a impedir los grandes cambios en la distribución de ingresos que pueden derivar de alzas inflacionarias inesperadas (al menos hasta que estalló la pandemia del COVID-19).

No es difícil entender por qué las metas de inflación han tenido este efecto. La estrategia obliga al banco central a centrarse de lleno en la estabilidad de precios, a diferencia de lo que sucedía con las estrategias políticas anteriores. Por ende, ofrece transparencia con respecto a los objetivos de la política monetaria y las medidas necesarias para alcanzarlos, y estas señales generan confianza pública.

Sin embargo, el discurso estándar sobre las metas de inflación se basa en una presunción falsa. De hecho, muchas de las economías que aplican esta estrategia no son tan abiertas. Datos del Banco Mundial demuestran que el ratio comercio-PIB es de apenas el 50% aproximadamente en Australia y Nueva Zelanda, 70% en Canadá y el Reino Unido y 90% en Escandinavia. Esto está muy lejos del ratio del 384% en Hong Kong, 336% en Singapur, 140% en Suiza y 128% en Dinamarca -economías que no emplean metas de inflación.

Frente al desempeño sólido de este último grupo de países, parecería que las metas de inflación no son apropiadas para las economías extremadamente abiertas. Es por eso que las economías en la Unión Europea con un ratio comercio-PIB de más del 300%, entre ellas Luxemburgo y Malta, se han unido a otras para usar el euro. También es la razón por la cual Dinamarca, que es vecina de la economía más grande de la eurozona, ha atado su tipo de cambio a la moneda única.

Hong Kong también ha fijado su tipo de cambio, aunque en gran medida por motivos que, improbablemente, se apliquen a otras economías. Su junta monetaria se introdujo en 1983, cuando el dólar de Hong Kong experimentó una depreciación catastrófica luego de la declaración de China de que reanudaría la soberanía en la región en 1997. Este tipo de acontecimientos políticos pueden tener grandes efectos en el tipo de cambio que no están fundados en motivos macroeconómicos. Al fijar su tipo de cambio, Hong Kong podría aislar su economía de este tipo de shocks.

Considerando que la economía de Hong Kong es vecina de la economía gigantesca de China continental, sería natural que atara su moneda al renminbi -como sucedió hasta 1935, cuando ambas monedas estaban en el estándar de plata-. Pero desde mediados de los años 1970, Hong Kong ha vinculado su tipo de cambio al dólar estadounidense, porque es imposible atarse a una moneda -como el renminbi- que no es plenamente convertible, y para la cual no existe un mercado profundo y líquido.

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Suiza y Singapur han elegido otro camino. Sus economías están demasiado expuestas a los vaivenes del tipo de cambio como para que las metas de inflación tradicionales sean posibles, de manera que han adoptado estrategias de política monetaria adaptadas a sus propias circunstancias específicas -estrategias que comparten varias características.

Por empezar, tanto Suiza como Singapur mantienen un foco claro en la estabilidad de precios. Mientras que el Banco Nacional Suizo (SBN) ha definido esto como una inflación de menos del 2%, la Autoridad Monetaria de Singapur (MAS) ha podido dejarlo sin definir, gracias a un historial prolongado y exitoso que efectivamente habla por sí mismo.

Segundo, ambos países tienen una visión clara respecto de qué nivel de tipo de cambio es apropiado, y ambos llevan el tipo de cambio hacia ese rango. Como el SNB también fija las tasas de interés, ocasionalmente ha utilizado ese mecanismo para influir en el tipo de cambio (a veces con intervenciones masivas). La MAS no fija las tasas de interés, por lo tanto ha establecido una banda de tipos de cambio.

Tercero, ninguno de los dos bancos centrales anuncia públicamente el nivel del tipo de cambio exacto que considera apropiado. Si bien los bancos centrales pueden fijar la tasa de interés a la que prestan o aceptan fondos del sistema bancario, el tipo de cambio es determinado por el mercado. Si revelaran un objetivo de tipo de cambio específico, los participantes del mercado tendrían una invitación abierta a especular contra el banco central, lo que podría complicar la gestión de la política monetaria.

Finalmente, ambas estrategias reconocen el beneficio de poder ajustar el tipo de cambio según evolucionen las condiciones económicas (es poco probable que un tipo de cambio fijo sea óptimo). El resultado de estas estrategias son registros envidiables de control de la inflación. La tasa de inflación promedio en 2000-23 es de 0,6% en Suiza y 2% en Singapur (exactamente igual al 2% al que apuntan generalmente los bancos centrales con metas de inflación).

Ambas economías le deben su fuerte desempeño al hecho de que las autoridades monetarias han permitido que sus tipos de cambio atravesaran grandes oscilaciones de ser necesario. Los datos del Banco de Pagos Internacionales demuestran que el tipo de cambio nominal efectivo -mejor pensado como el tipo de cambio promedio frente a todos los socios comerciales- se fortaleció en este período en un promedio del 1,3% por año en el caso de Singapur y del 2,6% en el caso de Suiza, reduciendo así el costo de las importaciones y atenuando la inflación.

No es fácil destacarse entre la multitud en materia de formulación de políticas. Pero Singapur y Suiza han trazado su propio camino, y con gran éxito. Si bien las metas de inflación son una buena estrategia para muchas economías, las economías extremadamente abiertas harían bien en considerar otras alternativas.

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