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No hay un backsliding de las democracias

PRINCETON – Parece que 2023 será otro año aciago para la democracia. África ha sido escenario de varios golpes. Túnez (al que siempre se presentó como único ejemplo de éxito democrático de la Primavera Árabe) ha visto consolidarse un régimen autoritario (y xenófobo). Y Donald Trump parece encaminado a conseguir la nominación como candidato presidencial del Partido Republicano para la elección de 2024 en los Estados Unidos.

Cómo describamos estos hechos es importante, porque las palabras tienen consecuencias. Por desgracia, una parte del vocabulario empleado para analizar la recesión democrática global está siendo contraproducente. Un buen ejemplo es el término backsliding (retroceso o regresión), que ha favorecido una curiosa pasividad entre las fuerzas prodemocracia.

El mundo no está yendo hacia «atrás», en dirección a regímenes conocidos del pasado, y ni siquiera hacia una dinámica y unas circunstancias que hayamos visto antes y podamos comprender fácilmente. Siempre se ha dado por sentado que aunque las democracias cometen errores, también aprenden de los tropiezos y hacen los ajustes necesarios, y que esta característica las diferencia de los demás sistemas políticos. Pero ahora los autoritarios han mostrado que ellos también pueden adaptarse y aprender de los errores (los propios, los de sus antecesores y los de sus pares).

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