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La meritocracia corrupta de China

ANN ARBOR – Desde que el presidente chino, Xi Jinping, lanzó su arrolladora campaña anticorrupción en 2012, más de 1,5 millones de funcionarios, inclusive algunos de los principales líderes del Partido Comunista Chino (PCC), han sido disciplinados. Entre ellos está Ji Jianye, ex líder de Nanjing y Yangzhou, en la provincia de Jiangsu. Ji, caído en desgracia, hoy es recordado sólo por sus sobornos y escándalos. Sin embargo, antes de su caída, fue famoso por su competencia de mano de hierro. “En Yangzhou”, dice un informe periodístico local en Southern Weekend, “la mayoría de la gente coincide en que Ji es el líder que mayores aportes ha hecho a la ciudad desde 1949”.

Las definiciones del sistema político de China están marcadamente divididas. Un grupo describe a China como una meritocracia al estilo Confucio donde los funcionarios son elegidos, como dice Daniel A. Bell de la Universidad Shandong, “según la capacidad y la virtud” a través de un proceso verticalista, y no mediante elecciones. De acuerdo con Bell, la meritocracia presenta una alternativa –hasta un desafío- para la democracia. Él recomienda que el gobierno chino exporte este modelo al exterior.

El segundo grupo incluye a detractores como Minxin Pei del Claremont McKenna College y al escritor Gordon G. Chang, que han insistido durante décadas en que el PCC está decayendo como consecuencia de la corrupción y que pronto colapsará. En términos contundentes, Pei describe al régimen como plagado de “saqueo, libertinaje y total anarquía”.

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