drew49_JEFF KOWALSKYAFP via Getty Images_trumphandsmallrally Jeff Kowalsky/AFP via Getty Images

Un pequeño juicio político por grandes abusos

Washington DC – Por mucho que se haya burlado del proceso durante meses, el presidente estadounidense Donald Trump no quería pasar por un juicio político. Ningún presidente lo desea, es una mancha imposible de erradicar de su historial y Trump casi nunca en la vida tuvo que rendir cuentas. Estuvo en algo así como un estado de furia durante semanas mientras la Cámara de Representantes, bajo el control de los demócratas, avanzaba. Y su humor no mejoró cuando convirtió en el tercer presidente en la historia de EE. UU. en afrontar un juicio político.

Sin embargo, a pesar del mentado «impulso» que tuvo el voto por el juicio político en la Cámara, la ocasión se sintió, de algún modo, apagada. En mi opinión, esto se debió a que las razones para una posible destitución, llamadas artículos del juicio político (Articles of Impeachment), no son para nada acordes al alcance y la atrocidad de las infracciones de Trump al juramento que hizo al asumir su cargo.

Esas violaciones son innumerables. Trump desafió sistemáticamente la división de poderes, que constituye el núcleo del sistema constitucional estadounidense. Por ejemplo, frustrado porque el Congreso le negó los fondos que quería para su fantasmagórico muro a lo largo de la frontera con México, simplemente se apropió del dinero de partidas que el Congreso había asignado al Departamento de Defensa. También desacató abiertamente la prohibición constitucional de aceptar emolumentos —dinero o beneficios personales de gobiernos extranjeros que hacen negocios, a veces de proporciones extravagantes, en sus diversos hoteles y clubes de golf— y ha encontrado otras formas de monetizar su presidencia.

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