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Sin informantes, Occidente está perdido

LIUBLIANA – Este mes, la CNN informó que un tribunal británico negó a Julián Assange, fundador de WikiLeaks, el “permiso para apelar a una orden de extradición en su contra a los Estados Unidos, donde enfrenta cargos criminales bajo la Ley de Espionaje”. Si bien el equipo jurídico de Assange seguirá explorando sus opciones, el cepo alrededor de su cuello claramente se está apretando. El tiempo no está de su lado. Las autoridades británicas y estadounidenses que lo persiguen pueden darse el lujo de esperar a que las guerras, el cambio climático, la ansiedad sobre la inteligencia artificial y otros problemas globales vayan mermando el interés público sobre su caso.

Pero si queremos hacer frente a problemas como esos, necesitaremos a gente como Assange. ¿Quién más dejará en evidencia todos los abusos y las verdades inconvenientes que los que detentan el poder quieren ocultar, se trate de crímenes de guerra o los hallazgos internos de las compañías de redes sociales acerca de lo que sus plataformas están causando a las adolescentes?

Un ejemplo es el reciente ataque contra el Kremlin con un dron pequeño. Mientras que el gobierno ucraniano negó cualquier tipo de involucramiento (atribuyéndolo a las fuerzas de oposición rusas), el Presidente ruso Vladimir Putin se apresuró a denunciarlo como un “acto terrorista”, y algunos observadores occidentales se quejaron de que los ucranianos estaban llevando la guerra demasiado lejos. Pero, ¿qué ocurrió en realidad? El hecho de que no lo sepamos implica que están ocurriendo cosas bajo una peligrosa neblina bélica.

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