nye247_ LEAH MILLISPOOLAFP via Getty Images_blinkenchina Leah Millis/POOL/AFP via Getty Images

No predestinados a la guerra

CAMBRIDGE – La competencia de grandes potencias entre Estados Unidos y China es un aspecto definitorio de la primera parte de este siglo, pero hay grandes desacuerdos respecto de cómo caracterizarla. Algunos dicen que es una «rivalidad duradera» análoga a la que existió entre Alemania y Gran Bretaña antes de las dos guerras mundiales del siglo pasado. Otros temen que Estados Unidos y China sean como Esparta (la potencia dominante) y Atenas (la potencia en ascenso) en el siglo quinto antes de Cristo, «predestinadas a la guerra». Por supuesto, el problema es que creer en la inevitabilidad de un conflicto puede convertirse en una profecía autocumplida.

El término «rivalidad duradera» es en sí mismo engañoso. Basta pensar en todas las fases por las que pasó la relación sinoestadounidense desde la llegada al poder del Partido Comunista de China (PCCh) en 1949. A fines de los años cincuenta, soldados estadounidenses y chinos se mataban en la península de Corea. En los setenta, después de la histórica visita a China del presidente Richard Nixon, los dos países mantuvieron una cooperación estrecha para hacerle contrapeso a la Unión Soviética. En los noventa se reforzó el vínculo económico, y Estados Unidos apoyó la entrada de China a la Organización Mundial del Comercio. No fue hasta después de 2016 que ingresamos a la fase actual de competencia entre grandes potencias, en la que un funcionario estadounidense describió a China como una «amenaza en marcha», es decir «el único país capaz de plantear un desafío sistémico» a Estados Unidos «en términos económicos, tecnológicos, políticos y militares».

Aunque una rivalidad duradera no implique conflicto violento, ¿qué decir de una «guerra fría»? Si con ese término nos referimos a una competencia intensa y prolongada, entonces ya estamos allí. Pero si lo usamos como analogía histórica, la comparación es inexacta, y puede llevarnos a engaño en relación con los desafíos reales que plantea China. Estados Unidos y la Unión Soviética tenían un alto nivel de interdependencia militar global, pero casi ninguna interdependencia económica, social o ecológica. La actual relación sinoestadounidense es diferente en todas esas dimensiones.

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