El nuevo rostro de las Naciones Unidas

El 1 de enero de 2007, Ban Ki-Moon, ex primer ministro de Corea del Sur, se convertirá en Secretario General de las Naciones Unidas, tras una década de mandato de Kofi Annan, quien sirvió de inspiración al mundo con su diplomacia y liderazgo en torno a la reducción de la pobreza y los derechos humanos. Sin embargo, la guerra de Irak dividió al planeta y. como consecuencia, se desvió hacia ella parte de los recursos financieros y la atención que debieran haberse centrado en otras regiones en crisis y problemas graves de largo plazo, como el cambio climático, el control de enfermedades, la energía sustentable y el acceso al agua. Con las últimas elecciones en Estados Unidos y el aumento de la influencia global de Asia, se abre una oportunidad de tornar la atención mundial hacia los retos más críticos que enfrenta nuestro planeta.

Además de los desafíos de largo plazo relacionados con la pobreza, el medio ambiente, la proliferación nuclear y la reforma a la Organización de las Naciones Unidas, el nuevo Secretario General heredará un largo listado de lugares conflictivos: Irak, Irán, Afganistán, Palestina, Líbano, Somalia, Myanmar, Sudán, Corea del Norte, y otros. Han fracasado los intentos recientes por influir sobre los acontecimientos de estos países mediante amenazas y sanciones, o incluso la guerra. La mayoría de ellos son hoy menos estables que hace cinco años. No hay duda de que se necesita un nuevo enfoque.

Los principales países asiáticos, incluidos la Corea del Sur de Ban, desde hace mucho han preferido un equilibrio de acercamientos diplomáticos e incentivos económicos como la manera de solucionar retos complejos. En lugar de basarse en sanciones y amenazas del uso de la fuerza, la idea es sentar los cimientos de una prosperidad de largo plazo en las regiones que en la actualidad son inestables. Este enfoque equilibrado es importante, porque la mayoría de los puntos en conflicto del mundo lo están no sólo, o siquiera principalmente, debido a la política, sino a causa de los problemas subyacentes relacionados con el hambre, la enfermedad y la crisis ambiental.

Piénsese en Darfur, una crisis que se ha debatido en el Consejo de Seguridad de la ONU como una confrontación entre el gobierno sudanés y el pueblo de Darfur. Pero la verdad más profunda es que Darfur es inestable porque en ella vive una población empobrecida y que crece rápidamente sin poseer un suministro adecuado de agua, alimentos, atención de salud, escuelas y otros servicios básicos. En lugar de recurrir a sanciones, las principales potencias harían mucho mejor si trabajaran con el gobierno de Sudán para proponer y ayudar a financiar estrategias de desarrollo de largo plazo.

Desactivar las crisis de Darfur y otros lugares será uno de los principales retos que enfrente el nuevo Secretario General. Sin embargo, es vital que la ONU no se limite a intentar dar soluciones saltando de un conflicto a otro. También tiene el papel y la oportunidad únicos de ofrecer liderazgo en la construcción de un consenso global acerca de los grandes retos económicos y ambientales de largo plazo que enfrenta el planeta.

El cambio climático, la deforestación, las poblaciones en crecimiento y otros problemas ecológicos representarán un desafío de la supervivencia misma de cientos de millones de personas de todo el mundo en las próximas décadas, El liderazgo de la ONU será útil para proponer y forjar soluciones a estos tremendos retos mundiales de largo plazo.

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De hecho, desde 1992 a 2002, los gobiernos miembros de la ONU firmaron una serie de tratados y acuerdos que pueden y deben sentar las bases de soluciones globales de largo plazo. La llamada Conferencia de Rio sobre el Medio Ambiente, realizada en 1992, generó tres tratados acerca del cambio climático, la conservación de la biodiversidad y la desertificación. En 2000, los gobiernos miembros llegaron a un acuerdo acerca de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Y en 2002, acordaron en Consenso de Monterrey, manifestando iniciativas concretas para triplicar la ayuda a los más pobres para lograr la meta internacional de una ayuda extranjera del 0,7% del PGB del mundo desarrollado.

En consecuencia, la clave para la ONU de hoy no es crear más metas, sino implementar aquellas que ya se han definido. Esto corresponde estrechamente al espíritu con que Ban ha encarado su nuevo cargo. Ha dejado en claro que su intención es que la ONU ponga en práctica los compromisos que la comunidad mundial ya ha asumido. Sin ellos, los tratados del mundo no nos llevarán a ningún sitio.

Durante su mandato, el Secretario General enfrentará el urgente reto de forjar un acuerdo global acerca del cambio climático para los años posteriores a 2012, cuando termina el Protocolo de Kyoto. En los países pobres hay un gran retraso con respecto a los Objetivos de Desarrollo del Milenio, quedando apenas 9 años de plazo. A pesar de la manifestación mundial de intenciones de reducir de manera importante la pérdida de diversidad biológica para 2010, se sigue destruyendo inmensas áreas de los bosques lluviosos y los océanos.

Si Estados Unidos colabora más estrechamente dentro del marco de la ONU, encontrará en Asia buena disposición en las potencias nacientes, que desean usar su influencia y recursos para solucionar los retos de hoy. Después de todo, los países asiáticos están interesados en la estabilidad global como apoyo de su propio desarrollo de largo plazo.

Están muy conscientes de su creciente influencia en todo el mundo, como inversionistas, socios de negocios y factores y víctimas del cambio ambiental. Tras bambalinas, las potencias asiáticas pueden ayudar a desactivar las crisis de Darfur, Corea del Norte, Myanmar y otros lugares. Y serán cruciales para generar nuevas perspectivas de cooperación ante el cambio climático, la escasez de agua, y otros temas.

El nuevo Secretario General asume su cargo en momentos en que el mundo ansía solucionar problemas de extremada urgencia. No deja de ser importante el que ya exista un amplio consenso en torno a una serie de metas comunes que se pueden lograr. El reto es ponerlo en práctica.

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