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El asesinato de Suleimani y la incoherencia estratégica de Estados Unidos

NUEVA YORK – Estados Unidos surgió de la Guerra Fría hace unas tres décadas con un grado históricamente sin precedentes de poder absoluto y relativo. Lo que resulta desconcertante, y lo que sin duda dejará perplejos a los futuros historiadores, es por qué una serie de presidentes norteamericanos decidió dedicar una cuota tan importante de este poder a Oriente Medio y, por cierto, malgastar tanto poderío de Estados Unidos en la región.

Este patrón se puede rastrear hasta la guerra de elección de George W. Bush contra Irak en 2003. Estados Unidos no necesitaba entrar en guerra allí en ese momento; existían otras opciones para contener a Saddam Hussein que, en gran medida, ya estaban en curso. Pero luego de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, Bush decidió que debía actuar, ya sea para impedir el desarrollo y uso de armas de destrucción masiva por parte de Saddam, indicar que Estados Unidos no era un gigante impotente, desatar una transformación democrática a nivel regional o alguna combinación de estas opciones.

Su sucesor, Barack Obama, inició su mandato decidido a reducir la participación estadounidense en la región. Obama retiró las tropas norteamericanas de Irak y, si bien al principio aumentó la cantidad de tropas estadounidenses en Afganistán, fijó un cronograma para su retiro. La gran idea estratégica de su administración era “reequilibrar”: la política exterior de Estados Unidos debía disminuir el énfasis en Oriente Medio y centrarse más en Asia, el teatro principal en el que se decidiría la trayectoria del mundo en el nuevo siglo.

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