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Cuando los perdedores de elecciones fingen ser los ganadores

PRINCETON – Más de dos meses después de la victoria decisiva de los partidos prodemocracia en las elecciones generales de Polonia, el líder de la oposición Donald Tusk finalmente prestó juramento como primer ministro. Inicialmente, Mateusz Morawiecki, su predecesor en el partido populista de derecha Ley y Justicia (PiS), había sido reelegido por el presidente Andrzej Duda, en deuda con el PiS, con el pretexto de formar gobierno. Como era de esperar, no logró ganar el voto de confianza del parlamento.

Esta táctica dilatoria –no ilegal, pero sí claramente ilegítima– es parte de una preocupante tendencia en las elecciones democráticas, en la que el partido perdedor se niega a aceptar la derrota. Ejemplos obvios incluyen los disturbios en Washington, DC, en enero de 2021 y Brasilia en enero de 2023.

Pero existen estrategias mucho más sutiles para negar los resultados electorales. Se les persigue silenciosamente en las oficinas, en lugar de en enfrentamientos violentos con la policía. Los protagonistas no son milicianos ni hooligans vestidos con los colores de la selección nacional de fútbol, sino abogados inteligentes que llevan las reglas del juego al límite, lo que los académicos llaman “legalismo autocrático”.

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