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El problema de la semi-libertad de prensa de Putin

MOSCÚ – En su conferencia de prensa anual ampliamente transmitida el mes pasado por televisión, el presidente ruso, Vladimir Putin, estaba confiado y condescendiente, animado únicamente cuando criticaba a Ucrania por las escaramuzas en el Mar Negro o cuando arremetía contra las quejas “injustas” de Occidente sobre el comportamiento de Rusia. Tras aseverar que el retiro de Estados Unidos del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio de 1987 exige que Rusia desarrolle nuevas armas, dijo con desprecio: “Y que después no se quejen de que supuestamente intentamos obtener ciertas ventajas”.

El carácter de Putin era una cruza entre el embajador soviético de “Dr. Strangelove”, al prometer cerrar la “brecha catastrófica” con Occidente, y Ded Moroz (Papá Noel), que milagrosamente resuelve los problemas de la gente. Es un repertorio disminuido para Putin, que ha pasado los últimos 18 años representando desde el papel de un padre protector de la nación hasta el de un James Bond amante del judo. Más importante, fue menos creíble que nunca.

Putin construyó su autoridad en contacto directo con la sociedad rusa. Al inicio de su presidencia, recorría todas las 11 zonas horarias de Rusia prometiendo –y muchas veces ofreciendo- crecimiento del ingreso real, mejor infraestructura y renovación nacional. De hecho, la reciente conferencia de prensa –la número 14 de su tipo- parecía mucho más otra de las frecuentes actuaciones públicas de Putin: “Línea Directa”, un programa en vivo en el que responde preguntas (predefinidas) de los rusos.

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