buruma210_Imtiyaz KhanAnadolu via Getty Images_modiram Imtiyaz Khan/Anadolu via Getty Images

La amenaza de la política mesiánica

NUEVA YORK – El 22 de enero, el primer ministro indio Narendra Modi consagró el Ram Mandir, un nuevo e inmenso templo hinduista en Ayodhya. Modi, a quien su biógrafo presenta como «el alto sacerdote del hinduismo», entregó ofrendas y bendiciones a un ídolo del dios Ram, una de las deidades hinduistas más veneradas, que supuestamente nació en ese sitio sagrado. El templo es además un poderoso símbolo político para Modi y el partido gobernante, Bharatiya Janata (BJP, por su sigla en inglés): fue construido sobre las ruinas de una mezquita del siglo XVI, que una turba de hinduistas nacionalistas, azuzada por los líderes del BJP, demolió en 1992, lo que disparó disturbios sectarios que causaron 2000 muertos.

Modi promete crear una «nueva India» —que para él significa una India hinduista, donde los más de 200 millones de musulmanes del país serían vistos como intrusos—. De hecho, esa mezcla deliberada de religión y política es inconstitucional en el país. El primer primer ministro de la India, Jawaharlal Nehru —un candidato independiente— reconoció, al igual que el líder político y espiritual Mahatma Gandhi, la potencial explosividad de los conflictos religiosos en una sociedad multiétnica y multirreligiosa. Ambos insistieron en que la India fuera un estado laico.

El deseo de socavar al estado laico viene de mucho antes de Modi. El asesino de Mahatma Gandhi era miembro de una organización paramilitar nacionalista hinduista (la Rashtriya Swayamsevak Sangh o Asociación Patriótica Nacional) vinculada al BJP y que desempeñó un importante papel en la destrucción de la mezquita de Ayodhya. En 1986, los agitadores hinduistas sacaron partido de la equivocada decisión del entonces primer ministro Rajiv Gandhi de ceder ante las demandas de los musulmanes y permitir que la ley islámica invalidara un fallo de la Corte Suprema que confirmaba el derecho de las divorciadas musulmanas a recibir la pensión alimenticia después de los 90 días del divorcio. Aprovechando esa excepción para azuzar al ardiente resentimiento hinduista, los agitadores empujaron al nacionalismo hinduista del margen al centro de la política india.

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