Supporters of the federalist and regionalist Italian political party, Lega Nord, and far-right activists demonstrate against immigration MARCO BERTORELLO/AFP/Getty Images

El nacionalismo caerá en bancarrota

ROMA – Nacionalismo versus globalismo, no populismo versus elitismo, parece ser el conflicto político definitorio de esta década. Casi en todas partes donde miremos -en Estados Unidos o Italia o Alemania o Gran Bretaña, para no mencionar China, Rusia y la India-, un aumento significativo del sentimiento nacionalista se ha convertido en el principal impulso de los acontecimientos políticos.

Por el contrario, la supuesta rebelión de la "gente común" contra las elites no ha sido demasiado evidente. Los multimillonarios se han apropiado de la política estadounidense en la presidencia de Donald Trump, profesores no electos dirigen el gobierno "populista" italiano y, en todo el mundo, se han recortado los impuestos a los ingresos cada vez más altos de financistas, tecnólogos y gerentes corporativos. Mientras tanto, los trabajadores rasos se han resignado a la realidad de que la vivienda, la educación y hasta la atención médica de alta calidad están, irremediablemente, más allá de su alcance.

El predominio del nacionalismo sobre el igualitarismo es particularmente sorprendente en Italia y Gran Bretaña, dos países que alguna vez se destacaron por su sentido flemático de la identidad nacional. Las banderas en Gran Bretaña brillan por su ausencia inclusive en edificios gubernamentales y, hasta el referendo del Brexit, la gente allí estaba tan relajada sobre su nacionalidad que ni siquiera le preocupaba ponerse de acuerdo sobre el nombre del país: Reino Unido, Gran Bretaña, o Inglaterra, Gales y Escocia.

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