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Sin la sombra de Bibi

JERUSALÉN – El primer ministro israelí Naftali Bennett regresó exultante de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26). Codearse con líderes mundiales en Escocia sumó credibilidad a su imagen proyectada de digno reemplazo de Binyamin Netanyahu, su carismático y divisivo predecesor, que dominó la política israelí por más de doce años. Pero el espaldarazo a Bennett (y su gobierno) pueden resultar efímeros si no exhibe un liderazgo prudente en los próximos meses.

En noviembre, la Knéset (parlamento) de Israel aprobó nuevos marcos presupuestarios para 2021 y 2022; es un logro inmenso para Bennett, ya que los legisladores no habían ratificado un plan fiscal desde marzo de 2018. Pero el triunfo es una espada de doble filo, porque puede liberar fuerzas políticas que provoquen el final prematuro de su gobierno.

El gabinete israelí es literalmente un equipo de rivales; los ministros que lo componen representan la derecha, el centro y la izquierda del arco ideológico israelí. Su disposición a trabajar juntos sólo fue posible por la antipatía compartida que profesan a Netanyahu. Un rechazo similar a la conducta y a las políticas del ex primer ministro ha predominado en algunas capitalesextranjeras, donde la perspectiva de que regrese al poder pone los pelos de punta. Esto contribuyó a reforzar la posición de Bennett y suavizó las críticas internacionales a Israel en comparación con lo que hubieran sido de haber seguido Netanyahu. En la práctica, el ex primer ministro ha sido hasta ahora el aglutinante que mantuvo a su sucesor firme en el cargo.

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