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La desazón de Alemania

BERLÍN – Hubo un tiempo en que, en opinión de muchos, nada podía salirle mal a Alemania: tenía una economía sólida, bajo nivel de desempleo y una estrategia de consolidación fiscal exitosa. Un amplio consenso político proveía estabilidad, y la sociedad alemana no padecía divisiones profundas. Como decía el eslogan de campaña de la excanciller alemana Angela Merkel en 2017, Alemania era «un país donde vivimos bien y felices».

Pero a estas alturas, el eslogan de Merkel (olvidado hasta por su propio partido) ya suena a ilusión vana. Hoy la percepción predominante es que Alemania ya no consigue hacer nada bien (al menos, nada importante). El ánimo de la población refleja cansancio y pesimismo: el 46% de los alemanes cree que en diez años estarán peor. A fines de 2022, sólo el 28% tenía esperanzas respecto de 2023 (fue la respuesta más negativa desde 1951).

Y no se equivocaron: 2023 resultó un muy mal año para Alemania. La economía experimenta una recesión moderada pero persistente, y las perspectivas para 2024 son igualmente negativas. Una grave y prolongada crisis presupuestaria tiene paralizados a los gobiernos federal y a los de los estados; los tres socios de la coalición de gobierno no dejan de pelearse; y numerosos intentos de reforma están detenidos o se han abandonado. No extraña que Krisenmodus (modo de crisis) haya sido la palabra alemana del año.

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