El ennoblecimiento de la democracia

Desde que apareció en la antigua Atenas, la democracia siempre ha generado sospechas entre quienes creen que el fin último de la humanidad es la virtud y no la libertad. En el libro octavo de La República, Platón define de forma más bien brusca a los líderes políticos de una democracia como “aquellos que quitan su hacienda a los ricos y reparten algo al pueblo, aunque quedándose ellos con la mayor parte”. Por supuesto, el desdén de Platón por la democracia nunca está muy por debajo de la superficie de su prosa, pero hace un razonamiento válido: después de todo, ¿cómo se puede asegurar que haya normas éticas estrictas cuando las elecciones democráticas tienden a premiar los intereses propios y el menor común denominador?

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