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PARÍS – El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, afirmando la visión de que “la voluntad del pueblo” –democracia- debería ser la base de cualquier gobierno. Pero siete décadas después, las democracias del mundo están en peligro. Después de que se cuadruplicara la cantidad de democracias entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y el año 2000, ahora estamos en un período sostenido de regresión política. Las sociedades alguna vez abiertas están virando hacia una dictadura y, en muchos países, las tendencias despóticas se están afianzando.
Estas tendencias se pueden revertir, pero sólo si nos ponemos de acuerdo sobre las causas de la regresión democrática y diseñamos nuestros objetivos en consecuencia.
Ahora bien, es más fácil de decir que de hacer. En su ensayo de 1967 “Verdad y política”, la filósofa Hannah Arendt observó que “la libertad de opinión es una farsa si no se garantiza la información objetiva y no se aceptan los hechos mismos”. Desafortunadamente, la farsa de Arendt se ha vuelto nuestra realidad.
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