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Comunicación, salud pública y justicia social

KIGALI – La pandemia de COVID‑19 ha demostrado que la comunicación es un arma de doble filo. Es una de las herramientas más poderosas para cambiar conductas: puede crear conciencia y compasión en relación con la situación de grupos vulnerables, que son los más afectados durante las crisis; y combinada con una sólida agenda de equidad y un liderazgo creíble, puede impulsar acciones positivas e inclusivas. Pero mal usada (distorsionada por el prejuicio, la visión de corto plazo y el egoísmo) la comunicación puede ser un arma peligrosa.

Una comparación entre las respuestas a la COVID‑19 en el Reino Unido y en Ruanda permite ejemplificar esta dicotomía. En el primer país faltó una respuesta decidida, rápida y coherente de la dirigencia política, y al principio la población se mostró menos permeable a los mensajes de las autoridades sanitarias. En esto tuvieron mucho que ver los errores de comunicación.

El gobierno comenzó a ponerse obstáculos desde temprano, al subestimar en gran medida la cifra de muertes por COVID‑19. La dirigencia siguió dando información y ejemplos contradictorios, y esto sembró confusión respecto de las recomendaciones y debilitó todavía más la confianza en las autoridades. Según una encuesta reciente, la confianza pública en el gobierno todavía no se recuperó de lo sucedido en mayo, cuando se supo que Dominic Cummings (asesor principal del primer ministro Boris Johnson) había incumplido flagrantemente las normas de confinamiento.

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