BRUSELAS – La tregua temporal que acordaran el Presidente estadounidense Donald Trump y su contraparte de China Xi Jinping en la recién concluida cumbre del G20 en Buenos Aires debería dar a ambos bandos tiempo para reflexionar sobre los problemas en cuestión. El más fundamental es si se justifican las quejas estadounidenses contra China, compartidas por varias de las economías avanzadas.
No hay lugar a dudas de que las medidas unilaterales de Estados Unidos son indefendibles bajo las reglas comerciales globales. Pero se podría conceder cierto margen si las economías avanzadas –que ya han creado un grupo informal de contacto de “perjudicados por China”, con representantes de la Unión Europea, Japón y los Estados Unidos- tienen razón con que China ha estado aplicando prácticas comerciales injustas.
La principal preocupación para los Estados Unidos parece ser la llamada transferencia forzosa de tecnología, es decir, el requisito de que las compañías extranjeras compartan su propiedad intelectual con un “socio” local para tener acceso al mercado chino. Pero este es un nombre poco apropiado, en el mejor de los casos, porque las compañías que no desean compartir su tecnología siempre pueden optar por no invertir en China.
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Since the 1990s, Western companies have invested a fortune in the Chinese economy, and tens of thousands of Chinese students have studied in US and European universities or worked in Western companies. None of this made China more democratic, and now it is heading toward an economic showdown with the US.
argue that the strategy of economic engagement has failed to mitigate the Chinese regime’s behavior.
While Chicago School orthodoxy says that humans can’t beat markets, behavioral economists insist that it’s humans who make markets, which means that humans can strive to improve their functioning. Which claim you believe has important implications for both economic theory and financial regulation.
uses Nobel laureate Robert J. Shiller’s work to buttress the case for a behavioral approach to economics.
BRUSELAS – La tregua temporal que acordaran el Presidente estadounidense Donald Trump y su contraparte de China Xi Jinping en la recién concluida cumbre del G20 en Buenos Aires debería dar a ambos bandos tiempo para reflexionar sobre los problemas en cuestión. El más fundamental es si se justifican las quejas estadounidenses contra China, compartidas por varias de las economías avanzadas.
No hay lugar a dudas de que las medidas unilaterales de Estados Unidos son indefendibles bajo las reglas comerciales globales. Pero se podría conceder cierto margen si las economías avanzadas –que ya han creado un grupo informal de contacto de “perjudicados por China”, con representantes de la Unión Europea, Japón y los Estados Unidos- tienen razón con que China ha estado aplicando prácticas comerciales injustas.
La principal preocupación para los Estados Unidos parece ser la llamada transferencia forzosa de tecnología, es decir, el requisito de que las compañías extranjeras compartan su propiedad intelectual con un “socio” local para tener acceso al mercado chino. Pero este es un nombre poco apropiado, en el mejor de los casos, porque las compañías que no desean compartir su tecnología siempre pueden optar por no invertir en China.
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