pei39_Feng Li_Getty Images Feng Li/Getty Images

Verano del descontento en China

CLAREMONT, CALIFORNIA – La política tiene la desagradable costumbre de sorprendernos; especialmente en un país como China, donde la transparencia escasea y abundan las intrigas. Hace cinco meses, el presidente Xi Jinping conmocionó a los chinos con la derogación del límite de mandatos presidenciales y sus señales de que tiene intención de convertirse en gobernante vitalicio. Pero la verdadera sorpresa vino después.

Al momento del anuncio de Xi, casi todos pensaban que su dominio del Estado unipartidista chino era prácticamente absoluto, de modo que su autoridad estaba a salvo de eventuales ataques. Pero ahora Xi enfrenta el peor verano desde su llegada al poder en noviembre de 2012, un verano que se ha caracterizado por una seguidilla de malas noticias que generaron en muchos chinos (y en particular, en las élites chinas) decepción, inquietud, enojo, impotencia e insatisfacción respecto del cada vez más poderoso líder.

El último episodio ocurrió el mes pasado cuando investigadores del gobierno descubrieron que una compañía farmacéutica había estado produciendo vacunas de mala calidad contra la difteria, el tétanos y la tos convulsa, y falseado datos de su vacuna antirrábica. Cientos de miles de niños chinos en todo el país recibieron las vacunas defectuosas.

Es verdad que en China ya hubo muchos escándalos similares (desde el caso de la leche de fórmula adulterada hasta la contaminación de partidas de heparina, un remedio anticoagulante) que llevaron al procesamiento de empresarios codiciosos y funcionarios corruptos. Pero Xi apostó mucho capital político a erradicar la corrupción y fortalecer el control. El hecho de que una empresa privada con amplias conexiones políticas esté en el centro del escándalo de las vacunas es una prueba contundente de que la campaña anticorrupción dirigida por Xi no ha sido tan eficaz como se dice. Una consecuencia imprevista de la consolidación del poder en sus manos es que lo hace responsable del escándalo, al menos ante la población china.

Pero la reacción contra Xi comenzó incluso antes de las revelaciones sobre las vacunas. Ya había una creciente inquietud por la creación gradual de un culto a la personalidad, algo en lo que los leales a Xi no han escatimado esfuerzos en los últimos meses: a la solitaria aldea donde Xi pasó siete años trabajando como granjero durante la Revolución Cultural la han promovido como una fuente de “gran conocimiento”, y se convirtió en un activo destino turístico. Para algunos, todo esto se parece demasiado a la atribución de cualidades cuasidivinas a Mao Zedong, que durante el “Gran Salto Adelante” y la “Revolución Cultural” provocó millones de muertes y por poco no destruye la economía china.

Y de hecho, China está teniendo dificultades económicas, empezando por una caída bursátil del 14% este año. Hace tres veranos, frente a un derrumbe similar, Xi ordenó a las empresas estatales comprar acciones para sostener el mercado. Pero tras el final de las compras obligadas, sobrevino otra caída del mercado, esta vez en un contexto de agotamiento de las reservas de divisas extranjeras. Aunque Xi no repitió la muestra anterior de analfabetismo económico, el futuro del mercado accionario chino sigue en duda.

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Y las malas noticias económicas no terminan allí. El yuan está en su valor mínimo en trece meses, y si bien el crecimiento del PIB parece ir rumbo a cumplir la meta del 6,5% prevista para 2018, la economía muestra signos de debilidad. La inversión, el mercado inmobiliario y el consumo privado se están desacelerando, lo que obliga al gobierno a detener sus intentos de desapalancamiento y asignar más fondos a sostener el crecimiento.

Pero la peor novedad para la economía es la guerra comercial que se desarrolla con Estados Unidos. Si bien su impacto económico todavía no se ha hecho sentir, es probable que el conflicto comercial iniciado por el presidente estadounidense Donald Trump sea el mayor desafío que haya enfrentado Xi hasta ahora, por razones que exceden en mucho la economía.

La primera es la promoción que ha hecho Xi del “Sueño Chino” de resurgimiento del país como potencia mundial. La guerra comercial ha dejado en evidencia que China sigue siendo muy dependiente de los mercados y la tecnología de Estados Unidos. En vez de una potencia hegemónica rejuvenecida y lista para reformular la economía global, la China de Xi ha quedado expuesta como un gigante con pies de barro.

Las derivaciones geoestratégicas son innegables. En los cuarenta años que pasaron desde que Deng Xiaoping comenzó a sacar a China de los tiempos oscuros del maoísmo, el país logró un nivel de crecimiento económico y desarrollo sin precedentes. Pero ese progreso hubiera sido imposible (o al menos, mucho más lento) de no ser por la política china de mantener una relación de cooperación con Estados Unidos, que Xi alteró drásticamente durante su mandato, sobre todo con sus acciones cada vez más agresivas en el Mar de China Meridional.

Estos fenómenos apuntan a una conclusión evidente: China va en dirección equivocada. Algo que no se les escapa a las élites chinas, cuya frustración es palpable (y creciente).

Pero pese a los rumores de malestar de antiguos dirigentes retirados con el poder de Xi, su destitución es improbable. Todavía tiene control firme del aparato de seguridad del Estado unipartidista y del ejército. Además, no hay rivales con coraje o influencia que puedan oponer un cuestionamiento efectivo a su autoridad, como cuando en 1978 Deng y otros veteranos revolucionarios removieron a Hua Guofeng, el sucesor designado por Mao para liderar el Partido Comunista de China.

Sin embargo, el camino que se abre ante Xi es peligroso. Si mantiene el rumbo actual, lo mismo hará China, y cada tropiezo reforzará la imagen negativa de su liderazgo. Pero un cambio de rumbo también puede dañar la reputación de Xi, ya que equivaldría a admitir errores de juicio, un problema para cualquier líder, pero especialmente para uno autoritario como Xi. Y algunas de las políticas nuevas que tendría que adoptar chocan contra sus instintos y valores.

Los riesgos son reales. Pero es probable que la única alternativa de Xi sea enfrentarlos. El verano del descontento en China ha dejado muy en claro que Xi necesita cambiar su plan de juego.

Traducción: Esteban Flamini

https://prosyn.org/4CcNZUxes