trump supporter Spencer Platt/Getty Images

La campaña electoral en Estados Unidos se pone violenta

WASHINGTON, DC – En cercanías de la elección intermedia de este año en Estados Unidos, el panorama político comienza a estar dominado por el terrorismo interno. Primero, dos semanas antes de la elección, un enfurecido simpatizante de Donald Trump empezó a enviar bombas (hasta un total de catorce) a importantes figuras demócratas y otros blancos de los ataques frecuentes del presidente (ninguna estalló). Después las cosas se pusieron mucho peor, con el asesinato, un sábado, de once judíos en una sinagoga en Pittsburgh. Hoy una opinión pública estadounidense polarizada y temerosa se encuentra con un presidente totalmente incapaz para consolar a la nación (y no muy interesado en hacerlo), y ni hablar de tratar de alejarla del odio y del sectarismo mortal que atizó.

Si las catorce bombas caseras (que el FBI calificó como “dispositivos con capacidad destructiva”) hubieran funcionado según las intenciones de su creador, podían matar o lesionar gravemente a algunos de los más destacados adversarios de Trump, de una lista que incluye a dos expresidentes (Bill Clinton y Barack Obama); a Hillary Clinton; al ex fiscal general Eric Holder; a un exdirector de la CIA; a un exdirector de la Inteligencia Nacional; a dos probables candidatos presidenciales demócratas para 2020; a una congresista negra a la que Trump suele describir como dotada de “bajo coeficiente intelectual” (acusación típicamente racista); a dos importantes multimillonarios y filántropos judíos, uno de los cuales, George Soros, es blanco frecuente de Trump y personaje de diversas fantasías conspirativas de la derecha; y al actor Robert De Niro (que este año comenzó su discurso en la ceremonia de entrega de los Premios Tony con un “fuck Trump”).

Aunque muchos de los objetivos del terrorista son blanco frecuente de críticas de Trump en sus mitines (por ejemplo, no dejó de atacar a Hillary Clinton, su adversaria en la elección de 2016, y sonríe cuando los presentes se ponen a corear “enciérrenla”), los defensores del presidente trataron de desviar la atención, declarando que las bombas postales fueron una operación encubierta de la izquierda, y que algunos demócratas incluso se enviaron bombas a sí mismos para echarle la culpa a Trump.

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