AMSTERDAM – Durante la cumbre sobre el clima COP15 en Copenhague, los dirigentes del mundo han estado negociando el futuro de nuestro planeta. Todos los signos indican que no es probable que firmen un tratado mundial sobre el clima. Las opiniones de los diversos países y de los diversos bloques políticos e industriales difieren demasiado.
Los políticos, los funcionarios y otros participantes en la cumbre de Copenhague han estado bombardeándose principalmente con números: cuánto deben reducir los diversos países las emisiones de CO2, la cantidad de dinero que deben aportar en los próximos años, la naturaleza exacta de sus responsabilidades, qué aumento de la temperatura podrá soportar la Tierra y cuánto podemos seguir esperando.
Son todas ellas cuestiones muy importantes, pero las simples cifras no son suficientes, sencillamente. Es necesario un planteamiento diferente del problema del cambio climático.
Sólo se puede resolver la cuestión del clima partiendo de principios éticos compartidos y profundamente sentidos. La Humanidad ha llegado a un momento crítico en la historia de la Tierra, en el que los pueblos y las naciones tendrán que reconocer su solidaridad –mutua y con la Tierra– y comenzar a actuar al respecto.
Del mismo modo que los dirigentes del mundo aprobaron la Declaración de las Naciones Unidas sobre el Milenio en septiembre de 2000 e hicieron suyos los objetivos de desarrollo del Milenio resultantes, los negociadores de hoy sobre el clima tendrán que comprometerse a crear una base de principios éticos fundamentales compartidos.
Semejante base no es difícil de encontrar. Su inspiración puede ser la Carta de la Tierra, lanzada en 2000 y promovida, entre otros, por el ex Presidente de la URSS Mijail Gorbachov y Wangari Mathaai, que recibió el premio Nobel de la Paz de 2004 por sus actividades con el Movimiento del Cinturón Verde, iniciativa panafricana de plantación de árboles.
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El problema del clima no se detiene en las fronteras. En los próximos decenios, un país de baja altitud como los Países Bajos tendrá que invertir miles de millones de euros para intensificar su antigua lucha contra el aumento del nivel de las aguas.
Pero en muchos otros países el agua está ya desbordándose por encima de los diques, en sentido tanto literal como figurado. El cambio climático afecta en particular a los países que carecen del dinero necesario para adoptar medidas adecuadas contra el aumento del nivel del mar, las sequías persistentes o tormentas devastadoras, aunque no tuvieron nada que ver con la causa primordial de esos problemas: la industrialización en los países desarrollados.
Aparte de las adaptaciones necesarias y con frecuencia infraestructurales para sobrevivir a los efectos del cambio climático, hacen falta esfuerzos enormes para
que no ocurran cosas aún peores. Se necesitan grandes inversiones en repoblación forestal, agricultura y abastecimiento energético.
Al idear soluciones, se debe prestar atención principalmente a las mujeres. Las mujeres son con frecuencia las primeras personas que deben abordar el problema del acceso a los recursos y pueden desempeñar un papel importante como adelantadas en la búsqueda de soluciones para el cambio climático y la forma como la Humanidad debe adaptarse a él.
A corto plazo, el mundo debe llegar a ser una sociedad mundial sostenible con bajas emisiones de CO2. Se trata de una misión para toda la Humanidad, en la que los sentimientos patrióticos y un punto de vista basado en los bloques de poder están fuera de lugar.
La búsqueda de una sociedad mundial sostenible con bajas emisiones de CO2. requiere un esfuerzo tremendo. Por esa razón precisamente, requiere también una base ética ampliamente compartida, que guíe a las partes negociadoras de tal modo, que no sólo busquen soluciones para una parte del problema, sino también
–y antes que nada– una solución completa para todo el problema.
La cuestión del cambio climático es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos. Así, pues, en Copenhague es absolutamente necesario que no sólo los Estados-nación, sino también la comunidad empresarial y los ciudadanos combinen sus esfuerzos para salvar el clima de nuestro planeta. No es una necesidad científica, sino un imperativo ético.
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The US retirement system is failing American workers. But after decades of pushing fake fixes – especially forcing people to work longer – US policymakers have an opportunity to make real progress in bolstering Americans' economic security in old age.
proposes a Grey New Deal that would boost economic security for all US workers in old age.
From a long list of criminal indictments to unfavorable voter demographics, there is plenty standing between presumptive GOP nominee Donald Trump and a second term in the White House. But a Trump victory in the November election remains a distinct possibility – and a cause for serious economic concern.
Contrary to what former US President Donald Trump would have the American public believe, no president enjoys absolute immunity from criminal prosecution. To suggest otherwise is to reject a bedrock principle of American democracy: the president is not a monarch.
explains why the US Supreme Court must reject the former president's claim to immunity from prosecution.
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AMSTERDAM – Durante la cumbre sobre el clima COP15 en Copenhague, los dirigentes del mundo han estado negociando el futuro de nuestro planeta. Todos los signos indican que no es probable que firmen un tratado mundial sobre el clima. Las opiniones de los diversos países y de los diversos bloques políticos e industriales difieren demasiado.
Los políticos, los funcionarios y otros participantes en la cumbre de Copenhague han estado bombardeándose principalmente con números: cuánto deben reducir los diversos países las emisiones de CO2, la cantidad de dinero que deben aportar en los próximos años, la naturaleza exacta de sus responsabilidades, qué aumento de la temperatura podrá soportar la Tierra y cuánto podemos seguir esperando.
Son todas ellas cuestiones muy importantes, pero las simples cifras no son suficientes, sencillamente. Es necesario un planteamiento diferente del problema del cambio climático.
Sólo se puede resolver la cuestión del clima partiendo de principios éticos compartidos y profundamente sentidos. La Humanidad ha llegado a un momento crítico en la historia de la Tierra, en el que los pueblos y las naciones tendrán que reconocer su solidaridad –mutua y con la Tierra– y comenzar a actuar al respecto.
Del mismo modo que los dirigentes del mundo aprobaron la Declaración de las Naciones Unidas sobre el Milenio en septiembre de 2000 e hicieron suyos los objetivos de desarrollo del Milenio resultantes, los negociadores de hoy sobre el clima tendrán que comprometerse a crear una base de principios éticos fundamentales compartidos.
Semejante base no es difícil de encontrar. Su inspiración puede ser la Carta de la Tierra, lanzada en 2000 y promovida, entre otros, por el ex Presidente de la URSS Mijail Gorbachov y Wangari Mathaai, que recibió el premio Nobel de la Paz de 2004 por sus actividades con el Movimiento del Cinturón Verde, iniciativa panafricana de plantación de árboles.
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El problema del clima no se detiene en las fronteras. En los próximos decenios, un país de baja altitud como los Países Bajos tendrá que invertir miles de millones de euros para intensificar su antigua lucha contra el aumento del nivel de las aguas.
Pero en muchos otros países el agua está ya desbordándose por encima de los diques, en sentido tanto literal como figurado. El cambio climático afecta en particular a los países que carecen del dinero necesario para adoptar medidas adecuadas contra el aumento del nivel del mar, las sequías persistentes o tormentas devastadoras, aunque no tuvieron nada que ver con la causa primordial de esos problemas: la industrialización en los países desarrollados.
Aparte de las adaptaciones necesarias y con frecuencia infraestructurales para sobrevivir a los efectos del cambio climático, hacen falta esfuerzos enormes para que no ocurran cosas aún peores. Se necesitan grandes inversiones en repoblación forestal, agricultura y abastecimiento energético.
Al idear soluciones, se debe prestar atención principalmente a las mujeres. Las mujeres son con frecuencia las primeras personas que deben abordar el problema del acceso a los recursos y pueden desempeñar un papel importante como adelantadas en la búsqueda de soluciones para el cambio climático y la forma como la Humanidad debe adaptarse a él.
A corto plazo, el mundo debe llegar a ser una sociedad mundial sostenible con bajas emisiones de CO2. Se trata de una misión para toda la Humanidad, en la que los sentimientos patrióticos y un punto de vista basado en los bloques de poder están fuera de lugar.
La búsqueda de una sociedad mundial sostenible con bajas emisiones de CO2. requiere un esfuerzo tremendo. Por esa razón precisamente, requiere también una base ética ampliamente compartida, que guíe a las partes negociadoras de tal modo, que no sólo busquen soluciones para una parte del problema, sino también
–y antes que nada– una solución completa para todo el problema.
La cuestión del cambio climático es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos. Así, pues, en Copenhague es absolutamente necesario que no sólo los Estados-nación, sino también la comunidad empresarial y los ciudadanos combinen sus esfuerzos para salvar el clima de nuestro planeta. No es una necesidad científica, sino un imperativo ético.