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Repensar el desarrollo en una época de crisis

WASHINGTON, DC – No hay lugar en el mundo donde el impacto de las crisis recientes -las consecuencias económicas perdurables del COVID-19 y los efectos derrame a nivel global de la guerra de Rusia en Ucrania- se sienta más que en el mundo en desarrollo. A la gente en los países pobres les cuesta lidiar con los precios más altos de los alimentos y de los combustibles y con una deuda insostenible, mientras que los niños todavía sufren las consecuencias de la pérdida de aprendizaje causada por la pandemia. En muchos lugares, el crecimiento económico se ha detenido.

A estos desafíos se suman los efectos del cambio climático, que se están volviendo cada vez más pronunciados. Las inundaciones, las sequías y las malas cosechas amenazan la vida y los medios de subsistencia. Y, como advirtió el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC por su sigla en inglés) en su informe más reciente, el mundo debería actuar de inmediato para evitar algunas de las consecuencias más catastróficas del calentamiento global, que serían más perjudiciales para los más pobres y los más vulnerables.

La “policrisis” global plantea una amenaza sin precedentes para el desarrollo económico. Crear un futuro más resiliente, sustentable y próspero para todos hoy exige redefinir los elementos fundamentales del crecimiento para abordar las nuevas amenazas transnacionales. La capacidad de respuesta, la innovación, la cooperación internacional y las alianzas del sector privado importan más que nunca. El Banco Mundial, que ya es el mayor proveedor de financiamiento para la acción climática en los países en desarrollo, está fortaleciendo su modelo operativo para responder con celeridad a estas nuevas circunstancias.

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