NUEVA YORK – Las campañas, sean políticas o militares, se emprenden para ganarlas, y la actual campaña por la presidencia de Estados Unidos no es la excepción. Los candidatos demócrata y republicano están haciendo todo lo que pueden para diferenciarse uno del otro y de un presidente en funciones impopular en las semanas que quedan antes de que los estadounidenses voten.
Gran parte de la atención se concentra, por razones de peso, en las diferencias en la política exterior de los dos candidatos, que en muchas áreas son obvias y considerables. Sin embargo, se pueden discernir algunas similitudes, en parte porque algunos de los desacuerdos no son tan profundos como parecen y en parte porque las limitaciones a que se enfrentará el próximo presidente de los Estados Unidos seguramente restringirán lo que cualquiera de los dos pueda hacer cuando tenga el cargo.
Veamos el caso de Iraq, la cuestión más divisiva en la política estadounidense de los últimos cinco años. Barack Obama señala regularmente que la decisión de iniciar la guerra adolecía de serias deficiencias; John McCain subraya cuánto han cambiado las cosas desde principios de 2007, cuando aumentó el número de soldados y se revisó la estrategia estadounidense. Se podría disculpar a un observador que pensara que se está hablando de dos conflictos totalmente distintos.
Pero, ¿y el futuro? Independientemente de quién gane en noviembre, es claro que Iraq no será el punto dominante de la política exterior de los Estados Unidos a un grado ni siquiera cercano al que lo ha sido en años recientes. Estamos entrando a la era post-Iraq de la política exterior estadounidense. En conformidad con ello, la presencia de los Estados Unidos está disminuyendo. En lo que difieren los dos candidatos es en el momento y el ritmo de ese retiro, no en sus líneas generales.
En contraste, el compromiso de los Estados Unidos con Afganistán aumentará y con ello el número de efectivos. Tras esta predicción yace una evaluación ampliamente compartida de que las tendencias en Afganistán (a diferencia de las de Iraq) son negativas, y que los Estados Unidos deben reforzar su presencia militar y revisar su estrategia para impedir que los talibanes obtengan la primacía.
También se reconoce ampliamente que Pakistán se ha convertido en parte del problema. La parte occidental del país es ahora un santuario para milicias y terroristas que entran y salen de Afganistán. Aquí, Obama parece estar más dispuesto a que los Estados Unidos emprendan ataques militares unilaterales contra los terroristas si se presenta la oportunidad. Pero quien sea que resulte electo se enfrentará a opciones difíciles si Pakistán, que tiene armas nucleares, sigue sin poder o sin querer actuar como socio de Estados Unidos y cumplir sus responsabilidades en el esfuerzo contra el terrorismo.
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Una tercera área en la que existe cierto consenso (y cierta distancia con respecto a George W. Bush) es el cambio climático. Con su próximo presidente, Estados Unidos ya no será un obstáculo a los esfuerzos internacionales para crear un régimen global que establezca límites a las emisiones de gases de efecto invernadero. Uno de los resultados de esta probable evolución de la política estadounidense es que la presión se concentrará en otros países, particularmente China y la India, para que acepten límites a sus propias conductas económicas.
Como presidentes, McCain u Obama tomarán medidas para mejorar la imagen de los Estados Unidos en el mundo. Una de sus primeras decisiones será implementar una prohibición de todas las formas de tortura. También es de esperarse que pronto se tome la decisión de cerrar las instalaciones de la Bahía de Guantánamo, donde se ha mantenido sin juicio durante años a los sospechosos de ser terroristas.
Irán es otro tema donde las diferencias –al menos en un principio—pueden no ser tan marcadas como la campaña parece indicar. Ambos candidatos han resaltado que un Irán con armas nucleares sería inaceptable. El ganador casi seguramente apoyará una nueva iniciativa diplomática encaminada a acabar con la capacidad independiente de Irán de enriquecer uranio. Los detalles de tal iniciativa no son tan claros como tampoco lo es qué harían los Estados Unidos si fracasa.
Las declaraciones de los candidatos sobre Irán sí reflejan dos filosofías distintas de la diplomacia. Obama parece considerar las reuniones con líderes extranjeros como un componente normal de la política exterior, que se utiliza como una de muchas herramientas. McCain parece opinar que esas reuniones son una especie de premio que se da cuando se cumplen ciertas condiciones (el caso de Irán viene a la mente) y se retira cuando se rebasan ciertos límites, como se consideró que hizo Rusia en agosto en Georgia. A pesar de esas diferencias, cualquiera de los dos aplicaría políticas más cercanas a las del segundo período de Bush que a las del primero. Con un ejército agotado y una economía en dificultades, al próximo presidente a menudo no le quedará más remedio que dialogar.
En otros temas, como el comercio, hay diferencias entre los candidatos. McCain es un defensor más firme del libre comercio que Obama. Pero esta diferencia puede tener menos impacto de lo que parece. El Congreso tiene un papel muy importante en la política comercial, y la casi seguridad de que la mayoría que tienen los demócratas crezca después de las elecciones significa que el proteccionismo también aumentará. Los difíciles tiempos que atraviesa la economía harán que sea difícil generar apoyo para acuerdos comerciales, a pesar de la importancia que actualmente tienen para la economía estadounidense las empresas orientadas a las exportaciones.
Existen diferencias reales e importantes entre ambos candidatos en lo que se refiere a la forma en que se enfrentarán al mundo. Pero también hay más similitudes de lo que se desprende de los debates y la campaña. Si un observador lee entre las líneas y presta la misma atención a lo que no se dice que a lo que se dice podrá percibir ciertos aspectos de la política exterior del próximo presidente.
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Tech companies know that if there is an open, democratic debate about data security, consumers’ concerns about digital safeguards will win out. And while the industry's lobbyists tried to ensure that no such debate could ever occur, one of their more cynical moves has now been exposed and thwarted.
details how the industry tried to slip extraordinary protections against regulation into US trade agreements.
If we measure a failed state by the cracks in the edifice of its power, reflected in brewing ideological civil wars, deadlocked assemblies, and increasingly insecure public spaces, we must recognize that the United States is not so unlike Haiti. Both have given rise to violent gangs with political ambitions.
warns that rich Western democracies are not immune to politically motivated gang violence.
NUEVA YORK – Las campañas, sean políticas o militares, se emprenden para ganarlas, y la actual campaña por la presidencia de Estados Unidos no es la excepción. Los candidatos demócrata y republicano están haciendo todo lo que pueden para diferenciarse uno del otro y de un presidente en funciones impopular en las semanas que quedan antes de que los estadounidenses voten.
Gran parte de la atención se concentra, por razones de peso, en las diferencias en la política exterior de los dos candidatos, que en muchas áreas son obvias y considerables. Sin embargo, se pueden discernir algunas similitudes, en parte porque algunos de los desacuerdos no son tan profundos como parecen y en parte porque las limitaciones a que se enfrentará el próximo presidente de los Estados Unidos seguramente restringirán lo que cualquiera de los dos pueda hacer cuando tenga el cargo.
Veamos el caso de Iraq, la cuestión más divisiva en la política estadounidense de los últimos cinco años. Barack Obama señala regularmente que la decisión de iniciar la guerra adolecía de serias deficiencias; John McCain subraya cuánto han cambiado las cosas desde principios de 2007, cuando aumentó el número de soldados y se revisó la estrategia estadounidense. Se podría disculpar a un observador que pensara que se está hablando de dos conflictos totalmente distintos.
Pero, ¿y el futuro? Independientemente de quién gane en noviembre, es claro que Iraq no será el punto dominante de la política exterior de los Estados Unidos a un grado ni siquiera cercano al que lo ha sido en años recientes. Estamos entrando a la era post-Iraq de la política exterior estadounidense. En conformidad con ello, la presencia de los Estados Unidos está disminuyendo. En lo que difieren los dos candidatos es en el momento y el ritmo de ese retiro, no en sus líneas generales.
En contraste, el compromiso de los Estados Unidos con Afganistán aumentará y con ello el número de efectivos. Tras esta predicción yace una evaluación ampliamente compartida de que las tendencias en Afganistán (a diferencia de las de Iraq) son negativas, y que los Estados Unidos deben reforzar su presencia militar y revisar su estrategia para impedir que los talibanes obtengan la primacía.
También se reconoce ampliamente que Pakistán se ha convertido en parte del problema. La parte occidental del país es ahora un santuario para milicias y terroristas que entran y salen de Afganistán. Aquí, Obama parece estar más dispuesto a que los Estados Unidos emprendan ataques militares unilaterales contra los terroristas si se presenta la oportunidad. Pero quien sea que resulte electo se enfrentará a opciones difíciles si Pakistán, que tiene armas nucleares, sigue sin poder o sin querer actuar como socio de Estados Unidos y cumplir sus responsabilidades en el esfuerzo contra el terrorismo.
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Una tercera área en la que existe cierto consenso (y cierta distancia con respecto a George W. Bush) es el cambio climático. Con su próximo presidente, Estados Unidos ya no será un obstáculo a los esfuerzos internacionales para crear un régimen global que establezca límites a las emisiones de gases de efecto invernadero. Uno de los resultados de esta probable evolución de la política estadounidense es que la presión se concentrará en otros países, particularmente China y la India, para que acepten límites a sus propias conductas económicas.
Como presidentes, McCain u Obama tomarán medidas para mejorar la imagen de los Estados Unidos en el mundo. Una de sus primeras decisiones será implementar una prohibición de todas las formas de tortura. También es de esperarse que pronto se tome la decisión de cerrar las instalaciones de la Bahía de Guantánamo, donde se ha mantenido sin juicio durante años a los sospechosos de ser terroristas.
Irán es otro tema donde las diferencias –al menos en un principio—pueden no ser tan marcadas como la campaña parece indicar. Ambos candidatos han resaltado que un Irán con armas nucleares sería inaceptable. El ganador casi seguramente apoyará una nueva iniciativa diplomática encaminada a acabar con la capacidad independiente de Irán de enriquecer uranio. Los detalles de tal iniciativa no son tan claros como tampoco lo es qué harían los Estados Unidos si fracasa.
Las declaraciones de los candidatos sobre Irán sí reflejan dos filosofías distintas de la diplomacia. Obama parece considerar las reuniones con líderes extranjeros como un componente normal de la política exterior, que se utiliza como una de muchas herramientas. McCain parece opinar que esas reuniones son una especie de premio que se da cuando se cumplen ciertas condiciones (el caso de Irán viene a la mente) y se retira cuando se rebasan ciertos límites, como se consideró que hizo Rusia en agosto en Georgia. A pesar de esas diferencias, cualquiera de los dos aplicaría políticas más cercanas a las del segundo período de Bush que a las del primero. Con un ejército agotado y una economía en dificultades, al próximo presidente a menudo no le quedará más remedio que dialogar.
En otros temas, como el comercio, hay diferencias entre los candidatos. McCain es un defensor más firme del libre comercio que Obama. Pero esta diferencia puede tener menos impacto de lo que parece. El Congreso tiene un papel muy importante en la política comercial, y la casi seguridad de que la mayoría que tienen los demócratas crezca después de las elecciones significa que el proteccionismo también aumentará. Los difíciles tiempos que atraviesa la economía harán que sea difícil generar apoyo para acuerdos comerciales, a pesar de la importancia que actualmente tienen para la economía estadounidense las empresas orientadas a las exportaciones.
Existen diferencias reales e importantes entre ambos candidatos en lo que se refiere a la forma en que se enfrentarán al mundo. Pero también hay más similitudes de lo que se desprende de los debates y la campaña. Si un observador lee entre las líneas y presta la misma atención a lo que no se dice que a lo que se dice podrá percibir ciertos aspectos de la política exterior del próximo presidente.