WASHINGTON, DC – Ninguna industria representa mejor el ingenio norteamericano que la de las telecomunicaciones. Los innovadores norteamericanos lideraron el desarrollo y la comercialización del telégrafo, del teléfono, de Internet y de la telefonía celular. Hoy, las últimas generaciones de estas redes de telecomunicaciones, entre ellas la tecnología 5G y 6G, junto con la revolución de la inteligencia artificial, están impulsando capacidades aún más poderosas.
El resultado es una rápida convergencia de los dominios físico y digital, que podría generar enormes recompensas económicas. En el futuro, las fábricas que funcionen con tecnología 5G podrían ver alzas de la productividad del 20-30%, y una mayor automatización industrial, en forma de robots inteligentes, podría hacer que los trabajadores fueran más eficientes. Las ciudades inteligentes podrían aprovechar los sensores conectados en la nube y las capacidades de IA para redirigir el flujo del tránsito y optimizar las redes eléctricas, ahorrando dinero y reduciendo las emisiones de dióxido de carbono. Se proyecta que el despliegue de tecnología 5G aporte hasta 1,7 billones de dólares al PIB de Estados Unidos en los próximos diez años, generando al mismo tiempo alrededor de 13,2 billones de dólares de producción económica global para 2035.
Sin embargo, Estados Unidos prácticamente ha dejado que se dilapidaran estas oportunidades, con consecuencias potencialmente nefastas para la seguridad y la prosperidad nacional. Como parte de una estrategia de fuerza bruta para desplazar el orden mundial basado en reglas, China ha intentado utilizar a las empresas nacionales Huawei y ZTE para dominar la infraestructura de redes de siguiente generación. Los traspiés norteamericanos también contribuyeron a que China se adelantara en la carrera para producir y exportar hardware de red, y esto hizo que Estados Unidos y otros países pasaran a ser más vulnerables a la coerción económica y a las amenazas a datos sensibles e infraestructura crítica.
WASHINGTON, DC – Ninguna industria representa mejor el ingenio norteamericano que la de las telecomunicaciones. Los innovadores norteamericanos lideraron el desarrollo y la comercialización del telégrafo, del teléfono, de Internet y de la telefonía celular. Hoy, las últimas generaciones de estas redes de telecomunicaciones, entre ellas la tecnología 5G y 6G, junto con la revolución de la inteligencia artificial, están impulsando capacidades aún más poderosas.
El resultado es una rápida convergencia de los dominios físico y digital, que podría generar enormes recompensas económicas. En el futuro, las fábricas que funcionen con tecnología 5G podrían ver alzas de la productividad del 20-30%, y una mayor automatización industrial, en forma de robots inteligentes, podría hacer que los trabajadores fueran más eficientes. Las ciudades inteligentes podrían aprovechar los sensores conectados en la nube y las capacidades de IA para redirigir el flujo del tránsito y optimizar las redes eléctricas, ahorrando dinero y reduciendo las emisiones de dióxido de carbono. Se proyecta que el despliegue de tecnología 5G aporte hasta 1,7 billones de dólares al PIB de Estados Unidos en los próximos diez años, generando al mismo tiempo alrededor de 13,2 billones de dólares de producción económica global para 2035.
Sin embargo, Estados Unidos prácticamente ha dejado que se dilapidaran estas oportunidades, con consecuencias potencialmente nefastas para la seguridad y la prosperidad nacional. Como parte de una estrategia de fuerza bruta para desplazar el orden mundial basado en reglas, China ha intentado utilizar a las empresas nacionales Huawei y ZTE para dominar la infraestructura de redes de siguiente generación. Los traspiés norteamericanos también contribuyeron a que China se adelantara en la carrera para producir y exportar hardware de red, y esto hizo que Estados Unidos y otros países pasaran a ser más vulnerables a la coerción económica y a las amenazas a datos sensibles e infraestructura crítica.