Taxi europe parking lot Jordi Espel/Flickr

El último taxi a Europa

ROMA – El contraste entre la resistencia europea a Uber y la recepción más cálida que ese servicio para compartir viajes tuvo en Estados Unidos destaca una vez más cómo las estructuras regulatorias europeas, inicialmente diseñadas para proteger a los consumidores, terminan defendiendo a proveedores consolidados y ahogando la innovación. Este contraste también puede guiarnos hacia la manera en que los gobiernos europeos deben corregir sus normas para impulsar a los emprendedores a desarrollar modelos de negocios de avanzada en sus países en vez de verse obligados a aceptar innovaciones recién cuando ya se han convertido en las mejores prácticas en el extranjero.

Las protestas anti-Uber de los taxistas son parte de una larga tradición de proveedores ya establecidos que cuestionan las nuevas tecnologías que podrían dejarlos sin empleo. Pero cuando, por ejemplo, los luditas de principios del siglo XIX protestaron contra la flamante maquinaria textil haciéndola pedazos, las autoridades no intervinieron para limitar las nuevas tecnologías. El resultado fue que la Revolución Industrial llevó en última instancia a un aumento sin precedentes de la calidad de vida en todo el mundo.

Pero para cuando los supermercados comenzaron a ingresar en el sector de venta minorista durante la segunda mitad del siglo XX, el enfoque de los gobiernos europeos había cambiado. Muchos países implementaron normas a principios de la década de 1970 para proteger a los pequeños comercios existentes contra la competencia; el resultado fue la demora del desarrollo de sistemas de distribución más modernos. Una generación más tarde, esas restricciones fueron eliminadas ante la presión de los consumidores.

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