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Regresa el hombre enfermo de Europa

BERLÍN – Una de las grandes cuestiones geopolíticas en la Europa del siglo XIX fue la llamada cuestión del Este. El Imperio Otomano, entonces conocido como el “hombre enfermo de Europa”, se estaba desintegrando rápidamente, y todavía no estaba claro qué potencia europea lo sucedería. Cuando finalmente llegó la auto-aniquilación de la Primera Guerra Mundial, no fue una coincidencia que surgiera de los Balcanes, el campo de juego geopolítico para los imperios otomano, austro-húngaro y ruso.

Los tres grandes imperios se toparon con su fin después de la guerra. Durante la división aliada del Imperio Otomano, el general Mustafa Kemal Atatürk y el derrotado ejército turco se retiraron a Anatolia, donde repelieron exitosamente una intervención griega y luego rechazaron el Tratado de Sèvres. En su lugar llegó el Tratado de Lausana, que abrió el camino para el establecimiento de la República de Turquía.

La ambición de Atatürk era convertir a Turquía en un país moderno y secular que perteneciera a Europa y Occidente, no a Oriente Medio. Para alcanzar este objetivo, gobernó de manera autoritaria y creó un estado híbrido basado en el régimen militar de facto y una democracia multipartidaria. En el curso del siglo XX, este acuerdo produjo crisis recurrentes en las que la democracia turca se vio interrumpida en varias ocasiones por dictaduras militares temporarias.

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