DURHAM – El partido turco Justicia y Desarrollo (sigla en turco: AKP) llegó al poder en 2002 con una promesa de libertad religiosa para los musulmanes piadosos. Catorce años después, el gobierno del AKP produjo cualquier cosa menos “libertad”.
Hoy, hasta los partidarios del AKP tienen que medir con cuidado sus palabras, para no parecer críticos del gobierno o alineados con sus enemigos; necesidad que se incrementó desde la intentona golpista del 15 de julio contra el gobierno del presidente Recep Tayyip Erdoğan. Ahora, el instinto de conservación obliga a destruir cualquier prueba de cercanía con los enemigos del AKP, especialmente Fethullah Gülen, el reclusivo imán radicado en Pensilvania a quien el gobierno acusa de planear la asonada.
Pero el gobierno de Erdoğan no es el primero en obligar a los ciudadanos turcos a ocultar ideas y creencias. Bajo los gobiernos seculares que dominaron Turquía entre los años veinte y los cincuenta (y en cierta medida hasta 2002), si un turco piadoso quería progresar en el gobierno, el ejército e incluso el comercio, debía disimular su religiosidad y no dar muestras de aprobar el Islam político.
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Rather than reducing concentrated market power through “disruption” or “creative destruction,” technological innovation historically has only added to the problem, by awarding monopolies to just one or a few dominant firms. And market forces offer no remedy to the problem; only public policy can provide that.
shows that technological change leads not to disruption, but to deeper, more enduring forms of market power.
The passing of America’s preeminent foreign-policy thinker and practitioner marks the end of an era. Throughout his long and extraordinarily influential career, Henry Kissinger built a legacy that Americans would be wise to heed in this new era of great-power politics and global disarray.
reviews the life and career of America’s preeminent foreign-policy scholar-practitioner.
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DURHAM – El partido turco Justicia y Desarrollo (sigla en turco: AKP) llegó al poder en 2002 con una promesa de libertad religiosa para los musulmanes piadosos. Catorce años después, el gobierno del AKP produjo cualquier cosa menos “libertad”.
Hoy, hasta los partidarios del AKP tienen que medir con cuidado sus palabras, para no parecer críticos del gobierno o alineados con sus enemigos; necesidad que se incrementó desde la intentona golpista del 15 de julio contra el gobierno del presidente Recep Tayyip Erdoğan. Ahora, el instinto de conservación obliga a destruir cualquier prueba de cercanía con los enemigos del AKP, especialmente Fethullah Gülen, el reclusivo imán radicado en Pensilvania a quien el gobierno acusa de planear la asonada.
Pero el gobierno de Erdoğan no es el primero en obligar a los ciudadanos turcos a ocultar ideas y creencias. Bajo los gobiernos seculares que dominaron Turquía entre los años veinte y los cincuenta (y en cierta medida hasta 2002), si un turco piadoso quería progresar en el gobierno, el ejército e incluso el comercio, debía disimular su religiosidad y no dar muestras de aprobar el Islam político.
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