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La democracia de Estados Unidos, en peligro

WASHINGTON, DC – El conflicto fatídico sobre si el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, debía ser removido o no del cargo reveló la alarmante fragilidad de la Constitución de la que los norteamericanos han dependido durante más de 200 años para mantener su sistema democrático. Nada desde la Guerra Civil había puesto tan a prueba su viabilidad. Y la lección alarmante es que un presidente decidido con un control férreo de su partido y un desprecio por el régimen de derecho puede liberarse de sus restricciones.

Los redactores de la Constitución de Estados Unidos eran brillantes, pero su visión del futuro era limitada. Preveían que un sinvergüenza o algo peor pudiera ocupar la presidencia, pero, aunque anticipaban “facciones”, no querían ni creían que fueran partidos políticos, mucho menos que los partidos serían instrumentos del poder de un presidente. En verdad, hasta Trump, Estados Unidos nunca había tenido un presidente que ejerciera una presión tan férrea sobre su partido. Ahora que sí lo tiene, las previsiones de la Constitución para remover al presidente –a través de un juicio político por parte de la Cámara de Representantes y una condena por parte de una mayoría de dos tercios del Senado- han sido neutralizadas.

Dos factores explican la influencia de Trump sobre los miembros republicanos del Congreso, muchos de los cuales son más inteligentes que él, no lo quieren o hasta lo desprecian, o no lo consideran apto para el cargo: su astucia salvaje y su capacidad para infundir miedo en los potenciales opositores, soltando a su base hechizada en contra de un republicano disidente o respaldando a un rival importante en la próxima elección del disidente. Todo republicano electo es consciente de la existencia de ex miembros del Congreso que se volcaron contra Trump y que ahora están fuera de la política.

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