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El dilema de los think tanks

TOKYO – La Brookings Institution de Washington, DC, quizás el principal centro de estudios, grupo de expertos o think tank del mundo, se encuentra bajo escrutinio por haber aceptado donaciones de seis cifras del gigante chino de las telecomunicaciones Huawei, en lo que muchos consideran una amenaza a la seguridad. Y desde el bárbaro homicidio del periodista saudí Jamal Khashoggi en octubre pasado, muchos otros centros de estudios están recibiendo presiones para dejar de aceptar donaciones de Arabia Saudí.

Estas controversias han dado paso a una narrativa de que los centros de estudios con sede en Washington sufren una crisis de financiamiento. De hecho, los think tanks tradicionales enfrentan tres retos importantes que los han puesto en una posición complicada. No solo deben competir cada vez más con centros de estudios con ánimo de lucro como el McKinsey Global Institute y el Eurasia Group, sino que tienen que negociar en un ambiente de crecientes tensiones geopolíticas, en especial entre Estados Unidos y China. Para complicar más las cosas, muchos ciudadanos, aguijoneados por arengas populistas, se han vuelto despreciativos de los “expertos” y los análisis basados en hechos que producen (o al menos deberían producir).

Con respecto al primer reto, Daniel Drezner de la Universidad Tufts plantea en The Ideas Industry: How Pessimists, Partisans, and Plutocrats are Transforming the Marketplace of Ideas (La industria de las ideas: cómo los pesimistas, los partidistas y los plutócratas están transformando el mercado de las ideas) que los centros de estudios con ánimo de lucro han tomado el liderazgo del pensamiento al servir de plataformas para pensadores provocadores que impulsan grandes ideas. Mientras los centros de estudios sin ánimo de lucro (así como las universidades y las organizaciones no gubernamentales) siguen teniendo un enfoque “a la antigua” hacia los datos, sus contrapartes prosperan el encontrar “la” estadística que capte la atención pública en la era digital. Debido a su acceso a información tanto pública como privada, los centros con ánimo de lucro también pueden aprovechar al máximo el big data de maneras que los tradicionales no pueden.

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